El drama de los refugiados sigue aumentando y empieza a convertirse en una auténtica emergencia sanitaria. El suelo en Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia, es un barrizal, con agua estancada que rodea todo el campamento y los refugiados, sobreviven con los pies descalzos. Son ya 19.000 las personas atrapadas y castigadas por estas circunstancias, 4.000 de las cuales son niños.

Al igual que los soldados de la Primera Guerra Mundial, algunos están sufriendo ya amputaciones por grangrena. “Los hombres también tienen problemas por traumas, especialmente en los pies, porque siempre están húmedos y no se acaban de curar”, explica Constance Theisn, de Médicos del Mundo.

Según las ONGs, en Idomeni, la situación es peor que en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. El frío y la lluvia no perdonan y decenas de embarazadas tienen que dar a luz en el barro. Casi nadie escapa a las enfermedades respiratorias o a la diarrea y las medicinas son escasas y están racionadas. “Estoy enfermo y sólo me han dado tres pastillas, todo el mundo aquí está enfermo”, explicaba un refugiado.

Idomeni se ha convertido en un infierno a la intemperie, al que Grecia quiere poner fin en 48 horas, con el traslado de todos los refugiados de Idomeni a 15 centros de acogida.

Hambrientos y desesperados, los refugiados se pelean por conseguir algo de la comida que llega en los convoyes humanitarios. Mientras, los dirigentes europeos les ignoran y miran a otro lado, concretamente a las repatriaciones desde Grecia a Turquía. Ya se han producido 90 y para la próxima semana quieren multiplicarlas por dos. - Agencias/DNA