Una mezcla de miedo, prejuicios y populismo político azuzado desde el poder confluyen en Eslovaquia y República Checa para rechazar la llegada de refugiados musulmanes a estos países que apenas tienen minorías de esa religión. Mientras que en Europa Occidental -como en Francia, Holanda o Austria- el discurso contra los refugiados procede de la ultraderecha, en Eslovaquia y República Checa son políticos de centroizquierda los que lanzan mensajes abiertamente islamófobos.

“Un musulmán se define como seguidor del Corán, igual que un nazi cree en la superioridad étnica y el antisemitismo, y un comunista cree en la lucha de clases y dictadura del proletariado”, aseguró recientemente el presidente checo, el socialdemócrata Milos Zeman. El primer ministro eslovaco, el socialdemócrata Robert Fico, anunció por su parte en noviembre que pondrá “bajo una lupa” a cada uno de los musulmanes residentes en el país. En ambos Estados, que hasta 1993 formaron un país, las comunidades islámicas son pequeñas, de apenas miles de personas, frente al medio millón de Austria o los cinco millones en Alemania.

No obstante, ante la ola migratoria de Oriente Medio y los atentados de noviembre en París, los checos y eslovacos parecen sentirse más amenazados que nadie por la inmigración musulmana, pese a que estos países no han sufrido ataques del islamismo radical ni apenas conceden asilo a solicitantes de Oriente Medio. Muchos de los poco más de 1.200 solicitantes de asilo en República Checa fueron retenidos durante hasta 90 días en centros con malas condiciones higiénicas y escasa alimentación, lo que ha sido criticado con dureza por Naciones Unidas.

La ONU denunció que se les registraba y confiscaba dinero para pagar su internamiento en centros calificados por las propias autoridades checas como “peores que una prisión” “Las violaciones de los derechos humanos de los inmigrantes (en República Checa) no son ni aisladas ni un hecho del azar, sino sistemáticas”, criticó en octubre el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein.

Esas medidas “parece que están integradas en la política del Gobierno checo para evitar que los inmigrantes entren o se queden en el país”, agregó. Mientras, en Eslovaquia, los servicios de seguridad están vigilando “cada musulmán en territorio eslovaco”, aseguró Fico tras los atentados de París. El primer ministro eslovaco insiste, igual que Zeman, en que sus palabras responden sólo al sentimiento general de su población.

Incitación al odio También en noviembre, el presidente checo sostuvo en Praga que el islam es una “cultura de asesinos y de odio religioso”. Pese a ser el jefe de Estado, Zeman hizo esas afirmaciones en un acto del Bloque contra el islam, un grupo extremista, cuyo líder, Martin Konvicka, ha sido denunciado por incitación al odio.

El presidente checo argumenta la libertad de expresión para justificar sus opiniones contra el islam y contra los refugiados, en su mayoría musulmanes, cuya religión dice respetar “siempre y cuando no vengan a Europa”. El ministro checo de Derechos Humanos, Jiri Dienstbier, ha sido uno de los pocos políticos del país que ha criticado al presidente. “Si se crea esa atmósfera (contra los musulmanes), tarde o temprano habrá ataques contra ellos”, aseguró.

Tras los atentados de París, dos de cada tres checos ven con temor a los refugiados musulmanes que llegan a Europa y el 80% teme la expansión del islam, revela una reciente encuesta. Esa extendida percepción explicaría que un grupo musical como Ortel, con letras islamófobas, quedara segundo en un reciente concurso televisivo decidido por votación telefónica. Y en recientes manifestaciones contra el islam en Praga se gritaron con total impunidad llamamientos a “incendiar las mezquitas” y eslóganes como “los árabes son asesinos”. Eso ha llevado a la asociación checa de juristas In Iusticia a denunciar que las autoridades no intervengan contra estos “brotes más o menos sutiles de islamofobia”. Además, Zeman y Fico insisten en relacionar la crisis migratoria con el terrorismo, lo que pone a las pequeñas comunidades musulmanas y a los pocos asilados en una incómoda situación.