¿Lo dejan con una sensación agridulce? Hace ya más de tres años del cese de la violencia, pero ETA no se ha disuelto.
-Hay dos vertientes a analizar. Por un lado nosotros dijimos que nuestra intención era ayudar a poner las condiciones para un proceso de paz irreversible, que eran el fin de la violencia de ETA y la legalización de Sortu. Y ambas se han conseguido. A partir de ahí se crean nuevos retos como son el desarme y la eventual disolución de ETA. Está la cuestión de qué pasa con los derechos de las personas presas. El respeto a los derechos humanos, víctimas, el relato... Todo ese trabajo está por hacer. Que nos hubiese gustado que en estos últimos tres años hubiese habido más pasos, sí. Nos habría gustado que ETA y el resto de implicados hubieran dado más pasos.
Se ha cumplido un año del acto en el que ETA dijo sellar una parte de su armamento. ¿Cómo lo valora? ¿Se sintió frustrado?
-Me siento frustrado conmigo mismo porque viendo la expectativa que se estaba creando, y no era real, igual no hice todo lo posible para frenarla. Tampoco tenía el permiso de los implicados para poder hacerlo, pero igual algo más sí se podía haber hecho. Me dejó insatisfecho aquel primer paso de desarme y ahora me gustaría que hubiese más pasos y más claros y contundentes, pero soy consciente de las dificultades que hay. Lo que me deja relativamente tranquilo es que tengo una confianza absoluta en la Comisión Internacional de Verificación (CIV). Son personas que están haciendo un trabajo muy serio y complicado, implicándose a tope. Lo que no quita para que ETA también tome decisiones. Debe dar pasos, porque si espera a que un Gobierno español haga algo, el proceso se eternizará.
Hay un plan de desarme, propiciado por el Gobierno Vasco. Se supone que el CIV lo iba a hacer llegar a ETA. ¿Cree que se ha dado ese paso?
-No me consta, pero conociendo a las personas que conforman el CIV habrán hecho todo lo posible para que ETA tenga en sus manos ese plan de desarme. A partir de ahí, creo que la respuesta no debería ser un rechazo como punto de partida, sino que debería de servir para que se pueda hablar sobre lo que ahí se propone y buscar algo que permita desarrollar un proceso de desarme aun y cuando el Gobierno de España lo esté tratando de impedir.
¿Por qué no se produce el desarme? ¿Por qué no hay voluntad política, por cuestiones técnicas o porque ETA ya no tiene ni armas que entregar porque están todas ellas obsoletas?
-Es una mezcla de todo. Hay algunos elementos claves. En el tema de la voluntad, ¿qué es lo que realmente quiere hacer ETA? No es lo mismo desarmarse, sellar, inutilizar, inventariar... Son muchas cuestiones. La ONU dice que desarme es poner fuera de uso las armas y garantizar que no puedan volver a ser usadas. Por eso habría que preguntar a ETA qué es lo que quiere hacer. Luego está el tema de la seguridad. Ni los miembros de ETA se pueden mover con garantías de que no van a ser detenidos, ni los verificadores lo pueden hacer sin exponerse a los juzgados. Y en tercer lugar está la legitimidad. Es decir, que quienes verifiquen esa cuestión deben tener un mandato fuerte que proceda del Gobierno o los partidos, y, además, deben tener credibilidad por parte de la ciudadanía. Y a todo eso no se ha dado respuesta.
Si el plan procede del Gobierno Vasco, ¿no es suficiente garantía?
-Por la legitimidad que tiene el Gobierno Vasco, por la capacidad que tiene y porque está elegido por la ciudadanía, creemos que cuanto menos su propuesta debe ser estudiada detenidamente y con tranquilidad. Que la propuesta es mejorable, seguro que sí, porque es algo que pasa con todas las propuestas. Que lo que pueda salir tiene que ser fruto del consenso, también.
¿De momento no ha habido un rechazo tácito por parte de ETA?
-No. Y un temor que tenía era que ETA hubiese salido de inmediato diciendo que no. Y es que creo que la respuesta no debe ser decir que, de entrada, no.
Por lo menos ha habido alguien que ha intentado mover pieza en un tablero que parece enrocado.
-El Gobierno Vasco no se ha quedado esperando a que el Ejecutivo español diga A, B o C. El Gobierno de España no se va a mover y este tiene que ser un proceso de paz que resida fundamentalmente en la ciudadanía vasca. Y que el Gobierno legítimamente elegido dé esta serie de pasos es algo a valorar.
Este es año electoral, ¿puede entorpecer el proceso?
-Es difícil que haya algo. Por ejemplo a los verificadores no les gusta hacer algo que pueda ser interpretado que está hecho para favorecer a alguien electoralmente.
Entonces, poco se puede esperar del 2015.
-Una cosa es lo público y otra el trabajo en privado, discreto. También tengo que decir que la Conferencia de Aiete se celebró un mes antes de las elecciones generales y no creo que nadie sacara beneficio de ello. Se pueden hacer cosas, pero la verdad es que es complicado. A mí lo que preocupa es que los partidos utilicen el proceso de paz como herramienta. En las autonómicas de 2012 así lo hicieron UPyD y el PP; los otros tres, PNV, Bildu y PSE, no lo hicieron. Por eso en campaña hay que tener en cuenta lo que se dice.
¿Quién se ha movido menos en estos tres años: el Gobierno español o ETA? O al revés, ¿quién ha dado más pasos?
-Indudablemente se ha movido menos el Gobierno español. Hay que seguir exigiendo a ETA que dé pasos hacia el desarme y su posterior desaparición, pero lo cierto es que anunció el fin de su actividad. Este mismo verano anunció que desmantelaba su estructura operativa. Quizá fue tarde, pero eso mismo lo dicen en 2012 y hubiese sido una noticia de mucho calado. Ese es el problema de ETA, que siempre llega tarde a la toma de decisiones. En cambio, desde el Gobierno lo mejor que puede decirse es lo que no ha hecho. No ha habido ilegalizaciones, pero algo más tenía que haber hecho. Lo más triste es que a Rajoy no le importa nada este proceso. Él piensa: como no voy a sacar votos, y encima si hago algo igual los pierdo, no hago nada.
El EPPK anunció en diciembre de 2013 que se acogían a la legalidad vigente, pero tampoco en materia penitenciaria se han visto pasos.
-Se dieron las peticiones de acercamiento que fueron rechazadas y al final considero que acabará en Estrasburgo. En este caso se confunden los planos. Creo que los presos deben mirar qué es lo que demanda la sociedad y lo que estamos dispuestos a hacer los ciudadanos para facilitar su reintegración en la sociedad.
¿Qué pasos deben dar?
-Hay que buscar fórmulas para que puedan solicitar los cambios de grado, aunque ello suponga aceptar ciertas cosas. Hay que llevar un camino realista. Además, han hecho un reconocimiento del daño causado, pero hace falta algo más. Hay que demostrar empatía y asunción de la responsabilidad que uno ha tenido.
Pero hay un factor que parece determinante: la dispersión.
-Es verdad. Siempre se pone como ejemplo del camino a seguir la Vía Nanclares, que a mí personalmente me ha parecido una experiencia muy positiva. Las personas de esta vía habían realizado previamente su propia reflexión personal, pero luego fueron reunidas para que debatieran entre ellos, pudieron resolver dudas y tomar postura. Incluso se les permitió reunirse con gente de fuera de la prisión para que pudiesen conocer la situación de la sociedad. Cuando oigo que hay que mantener la dispersión para que no sean controlados pienso que cuando han funcionado experiencias para promover la reintegración, es cuando han estado juntos. ¿Por qué no se puede agruparlos en cárceles próximas a Euskadi para que tomen sus decisiones? Es difícil que un preso aislado en Cádiz pueda tomar una posición.
¿Qué opina de la reunión del lehendakari Urkullu con Etxerat?
-Me parece fenomenal. Que la dispersión se termine es complicado, y más si cada uno lo intenta de forma individual. Una labor compartida tiene mucha más fuerza. Y tiene mucha más fuerza que el Gobierno Vasco se posicione contra la dispersión contando con un respaldo por detrás.
¿Cree que ha habido un reconocimiento total a las víctimas?
-No es una cuestión de palabras, sino de hechos. Hay cosas que se siguen diciendo y que demuestran poca empatía con las víctimas.
¿Por ejemplo?
-Cuando se dice que Uribetxebarria fue un ejemplo de la lucha por Euskal Herria. Como persona tenía una dignidad, pero hizo unas cosas terribles. Y luego oigo a una asociación de historiadores decir que los GAL fueron algunos funcionarios, relativizando su actuación. Hay que ponerse en la piel de una víctima de los actos que pudo cometer Uribetxebarria y hay que ponerse en la piel de una víctima de los GAL. Sin embargo, se ha avanzado y una mayoría social quiere que se reconozca a todas las víctimas.
¿Eso es equiparar violencias?
-Como hizo el otro día Paco Etxeberria en una entrevista en DNA, voy a hacer un elogio a la equidistancia con las víctimas. Misma vulneración injusta de derechos humanos, mismo reconocimiento. Que ETA ha causado más víctimas, sí. Que ETA ha causado un dolor inmenso, sí. ¿Eso significa que una víctima de ETA tiene más derechos que una víctima de los GAL? Me niego a pensar eso. Insisto, misma vulneración, mismos derechos. Y el 80% de los vascos está de acuerdo con eso.