madrid - El rey español, Felipe VI, pronunció el tradicional mensaje de Nochebuena rodeado de una gran expectación: era su primer discurso navideño tras la abdicación de su padre Juan Carlos I, el juez Castro había decidido sentar a su hermana Cristina en el banquillo tan solo dos días antes como presunta colaboradora de dos delitos fiscales de Iñaki Urdangarin y cabía esperar que el monarca lanzara algún mensaje al respecto, y también había cierta expectativa por el convulso momento político por el que atraviesa el Estado, con el proceso soberanista catalán en su recta final y al borde de unas elecciones plebiscitarias. Aunque el relevo monárquico se pudo notar en el tono más cercano y enérgico de Felipe VI, en lo que respecta al fondo de los mensajes no hubo mayores sorpresas y no se distanció de Juan Carlos I. A pesar de que arrancó su discurso refiriéndose a la corrupción, el punto de su discurso donde se mostró más contundente, donde abogó por cortar “de raíz y sin contemplaciones” esa lacra, y donde más pudo conectar con los ciudadanos, el impacto que podría haber causado con esa intervención quedó muy disminuido porque no terminó de aludir expresamente a su hermana Cristina. La infanta, además, tampoco ha tenido el gesto de renunciar a sus derechos dinásticos a pesar de que no hubiera tenido coste alguno para ella, ya que es la sexta en la línea sucesoria. Desde algunos ámbitos se ha intentado relativizar la cuestión dinástica porque no está en la mano de Felipe VI desposeer a su hermana de esos derechos, pero lo cierto es que tampoco ha actuado allí donde sí tiene competencias: el real decreto de 1987 le permite regular el uso de los títulos nobiliarios, así que podría provocar que la infanta y su marido dejaran de ser duques de Palma. Pero en su discurso ni mencionó a la infanta y tampoco propuso medidas concretas. Sobre Catalunya, lanzó varios avisos en contra de la ruptura y a favor de la Constitución española, tampoco propuso abrir una segunda transición que solucione el problema de encaje de las nacionalidades históricas en el Estado, y solo algunos quisieron ver una muy remota alusión a la reforma constitucional en el punto del discurso en que apostó por “poner al día y actualizar el funcionamiento de nuestra sociedad democrática”. Sin embargo, lo mencionó en la parte concerniente a la regeneración democrática y el descrédito de las instituciones, más que como mensaje a Catalunya.
Felipe VI no aludió una sola vez a Euskadi, aunque el Parlamento Vasco esté cada vez más cerca de diseñar un nuevo estatus de autogobierno tras las elecciones municipales y forales de mayo, y aunque quede por delante el reto de la paz y la convivencia tras el cese de ETA. La polémica por las excarcelaciones de los presos tras restarles los años de condena cumplidos en Francia podría haberle servido de enganche o pretexto para abordar el debate, pero aun así no lo abordó. Tampoco aludió a las quejas del Tribunal Supremo, que ha hablado de “injerencias” del Gobierno español para evitar excarcelaciones. Ese debate ha copado páginas de periódicos a nivel estatal y no solo vasco. Euskadi solo se coló en su discurso en el tramo final, cuando felicitó las navidades también en euskera con un “eguberri on”. El mensaje del rey español le valió recibir críticas desde Euskadi y Catalunya, y desde varios ámbitos se empieza a interpretar ya que las esperanzas de que abriera una segunda transición y arbitrara la renovación del Estado se han visto frustradas. Por el momento, creen que sigue la estela de Juan Carlos I. Desde ámbitos constitucionalistas se aplaudió ayer que Artur Mas viera un avance en que el rey reconociera la existencia de un problema en Catalunya, pero se dejaron en el tintero las advertencias del president, que a renglón seguido exigió respetar el derecho a decidir.
Felipe VI arrancó su discurso aludiendo a la corrupción, pero sin mencionar en concreto a la infanta Cristina, lo que le podría permitir diluir ese caso en el conjunto de escándalos que afectan al PP o al PSOE -con el caso de los ERE andaluces- a nivel estatal. El rey aseguró que las conductas que se alejan del comportamiento que cabe esperar en los servidores públicos “provocan, con toda razón, indignación y desencanto”. Sin embargo, pidió no dejarse llevar por el pesimismo, y apostó por uina “profunda regeneración”. “En esa tarea, la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable”, recalcó. Quiso matizar que los responsables de las conductas irregulares están respondiendo ante la justicia, y que la “mayoría de servidores públicos desempeñan sus tareas con honradez”, pero pidió evitar que esas conductas “echen raíces”. “Debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción”, dijo en la frase más contundente de su discurso.
Sobre la situación económica, rebajó de algún modo el optimismo de Mariano Rajoy al asegurar que las cifras de desempleo “son todavía inaceptables”, aunque añadió que los grandes datos macroeconómicos están mejorando y son la base para que pueda generarse empleo.
En tercer lugar aludió a Catalunya para recordar que en 1978 “el pueblo español” ratificó la Constitución que proclamaba la “unidad histórica y política” de España y que reconocía “el derecho de todos a sentirse y ser respetados en su propia personalidad, en su cultura, tradiciones, lenguas e instituciones”. A renglón seguido, todo fueron alusiones a la unidad de España. Dijo que “es evidente que todos nos necesitamos”, que “formamos parte de un tronco común del que somos complementarios”, que “todo lo que hemos alcanzado juntos nace de la fuerza de la unión”, y que “la fuerza de esa unidad es la que nos permitirá llegar más lejos y mejor en un mundo que no acepta ni la debilidad ni la división de las sociedades y que camina hacia una mayor integración”. También lanzó alguna advertencia velada a Mas al segurar que “los desencuentros no se resuelven con rupturas emocionales o sentimientales”, y pidió respetar la Constitución, “que es la garantía de una convivencia democrática, ordenada, en paz y libertad”. “Sigamos construyendo todos juntos un proyecto que respete nuestra pluralidad y genere ilusión y confianza en el futuro”, remachó. El rey dijo que le “duele y preocupa” que se puedan producir fracturas emocionales.
Felipe VI ensalzó la abdicación de su padre -“España se dio a sí misma y al mundo un ejemplo de seriedad y dignidad”, se felicitó, obviando las voces que en aquel momento pidieron un referéndum sobre la monarquía-, y dijo que España es una “democracia consolidada”, quizás en un mensaje velado a Podemos.