Basilea - Dos días de reuniones ministeriales en la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), concluyeron ayer con escasos acuerdos y muchas acusaciones mutuas entre Occidente y Rusia sobre el papel de cada cual en el conflicto de Ucrania. Si el jueves el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, señalaba que a nadie interesaba ver a Rusia “aislada por sus propias acciones”, ayer, el jefe de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, contestó que Moscú no es parte en el conflicto y citó su veintena de encuentros bilaterales en la cumbre para negar cualquier soledad diplomática.

“No he sentido ningún aislamiento en esta reunión”, manifestó Lavrov, recalcando que solo pudo estar una hora en el plenario de la cumbre debido a las reuniones bilaterales concertadas, entre ellas con Estados Unidos, la Unión Europea, España y Suecia. “No creo que se pueda hablar de aislamiento, más bien, incluso, de un exceso de comunicación”, sostuvo.

“Nuestros colegas occidentales, algunos países de Europa, pero los estadounidenses en primer lugar, si quieren tratar de presentarnos como los principales culpables, que es lo que hacen constantemente, deben saber que eso no va a funcionar”, indicó Lavrov en una concurrida rueda de prensa. Las acusaciones cruzadas se producen cuando las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea con Rusia están en su punto más bajo desde la Guerra Fría, con Moscú sometido a sanciones por su anexión de Crimea y su respaldo a los separatistas en el este de Ucrania.

El jefe de la diplomacia rusa criticó a Occidente porque, según argumentó, trataba de culpar a Moscú del conflicto en el este de Ucrania por razones “ideológicas”. “Rusia no tiene responsabilidad de lo que hagan los separatistas en el este de Ucrania”, afirmó.

La OTAN, Estados Unidos y la Unión Europea sostienen que Rusia ha enviado tropas y material a los secesionistas para tratar de torpedear el acercamiento del país a Bruselas. Kerry llegó a decir el jueves que “cientos de soldados rusos han luchado y muerto en un país en el que no tienen derecho a estar”, al describir la implicación de Rusia en el conflicto. Lavrov, por su parte, solicitó ayer a los aliados occidentales de Ucrania que presionen a Kiev para una reforma descentralizadora que otorgue una amplia autonomía a las regiones rusófonas del este.

Con estas diferencias, a nadie ha sorprendido que la reunión ministerial concluyese sin una “declaración conjunta”, un documento que solo se puede adoptar por unanimidad entre los 57 estados de la OSCE. Al respecto, el ministro ucraniano de Exteriores, Pavel Klimkin, aseguró a los periodistas que la cumbre había demostrado que todos los países de la OSCE excepto Rusia mostraron solidaridad con Kiev y culpó a Moscú de haber bloqueado una declaración final común. “Hemos recibido en la conferencia el apoyo y la solidaridad de todos los países con excepción de Rusia”, aseguró.

Al margen del rifirrafe diplomático, Lavrov sostuvo que las partes beligerantes en el conflicto del este de Ucrania están cerca de un acuerdo final para un alto el fuego y que la cuestión más difícil de resolver tiene que ver con la línea de separación entre ellas. “El alto al fuego se declaró y ha resultado en una marcada reducción de la violencia, pero no ha llevado al silencio de las armas”, declaró. “Ahora, las conversaciones se están produciendo directamente en el terreno”, agregó, y su objetivo es acordar el trazado de la referida línea para separar a las partes beligerantes, a partir de la cual se debería retirar el armamento pesado hasta una distancia de 15 kilómetros de cada lado.

Un acuerdo preliminar de alto el fuego entre el Gobierno y los líderes de los grupos rebeldes, que debería entrar en vigor el próximo día 9, fue anunciado el jueves, pero se confirmó también que este todavía estaba pendiente de firmarse. “No es fácil, pero pienso que ahora se está cerca de un acuerdo”, sostuvo Lavrov en una rueda de prensa durante la conferencia ministerial. La realidad es que, en el terrero, los combates continúan a día de hoy. La madrugada de ayer, las tropas ucranianas que defienden el aeropuerto de Donetsk se replegaron de la vieja terminal del recinto tras sufrir varias bajas en los combates con las milicias separatistas prorrusas. Un militar ucraniano reveló a la televisión Hromadske TV que varios soldados ucranianos murieron y muchos resultaron heridos después de que los rebeldes lanzaran un ataque contra la disputada infraestructura situada en la periferia de la ciudad de Donetsk, principal foco de hostilidades entre las tropas y los separatistas.

“En el aeropuerto de Donetsk hay enfrentamientos entre los terroristas y las Fuerzas Armadas de Ucrania. La situación es difícil”, señaló al respecto el ministro ucraniano de Defensa, Stepán Poltorak, que sin embargo no se refirió a los combates de la madrugada de ayer.

Estructuras de seguridad En lo que han coincidido durante la conferencia países que no suelen coincidir, como Ucrania y Rusia, es en la necesidad de cambiar las estructuras de seguridad en Europa para adaptarlas a los desafíos del siglo XXI. Sin embargo, el contenido de sus propuestas es diametralmente distinto. Klimkin abogó por convertir a la OSCE en un foro “realmente político, capaz de reaccionar ante los desafíos de seguridad en Europa” y de hacer cumplir sus principios, como la integridad territorial. Por su parte, Lavrov pidió crear un nuevo foro de diálogo para debatir sobre la seguridad euro-asiática y dijo que “muchas delegaciones mostraron interés” en esta idea.

“Hemos tenido dos días de diálogo, lleno de un debate franco y a veces acalorado, pero siempre con la visión de buscar puntos en común”, resumió el tono de la conferencia el presidente de turno de la OSCE, el suizo Didier Burkhalter. “Siguen existiendo grandes diferencias sobre el análisis de la crisis” en Ucrania, reconoció Burkhalter en su discurso de clausura del foro.

Una de las escasas decisiones adoptadas por unanimidad es la creación de un “grupo de sabios” que presente ideas sobre cómo reforzar la seguridad en el espacio de la OSCE, que se extiende desde Vancouver (Canadá) hasta Vladivostok (Rusia). Estos expertos comenzarán a trabajar a principios de 2015 bajo la coordinación del diplomático alemán Wolfgang Ischinger, presidente de la renombrada Conferencia de Seguridad de Múnich. En 2009 la OSCE ya lanzó un debate sobre una posible nueva estrategia de seguridad en Europa y la propuesta rusa de un tratado que regulara esa nueva política. Esa iniciativa, conocida como el “proceso de Corfú”, ha acabado en una vía muerta por los temores occidentales de que Moscú tratase con esa nueva estructura de seguridad de entorpecer el funcionamiento de la OTAN.