madrid - El lehendakari Urkullu y el PNV han tomado ciertas distancias con la monarquía, y se han mostrado igualmente fríos ante el debate sobre la proclamación de una república en el Estado porque les preocupa más el autogobierno vasco. Sin embargo, no se han despegado un milímetro de su apuesta por el respeto institucional, y siempre han atendido con cortesía las visitas de los representantes de la Casa Real a Euskadi, lejos del boicot de una izquierda abertzale que, no obstante, en los últimos años tampoco ha hecho aspavientos desde las instituciones que gobierna. En ese contexto, Urkullu acudió ayer a la Zarzuela para entrevistarse con el nuevo rey español, Felipe VI, quien convocó al lehendakari en el marco de su ronda de contactos con los presidentes autonómicos tras la abdicación de Juan Carlos I. A pesar de las notorias discrepancias que pueden separar a ambos representantes, el jefe del Gobierno vasco acudió a la reunión con una apuesta de diálogo bajo el brazo para perfilar un nuevo modelo de Estado que dé satisfacción a las reivindicaciones nacionales de Euskadi y Catalunya. Mostró un perfil conciliador, mientras las posiciones siguen enfrentadas entre el Estado y el Govern tras la consulta del 9 de noviembre. Urkullu reivindicó la política para buscar soluciones -en un claro reproche a Mariano Rajoy, que solo apuesta por la vía judicial ante Catalunya-, y huyó de posiciones maximalistas.

Según explicaron fuentes de Lehendakaritza a DNA, Urkullu le trasladó que el modelo actual se ha revelado “ineficaz” y supone adentrarse aún más en un camino “irreversible” de distanciamiento y falta de sintonía con el Estado. Por ello, pidió abordar un nuevo modelo basado en el respeto, la no subordinación y la bilateralidad efectiva, un mensaje ya conocido en un lehendakari que pide una relación de igual a igual con el Estado y que no se inmiscuya en las competencias vascas. Asimismo, proclamó el “ejercicio de la voluntad de unión”, un principio que, según aclararon las fuentes consultadas por este medio, se resume en que “un Estado se tiene que conformar desde la libre voluntad de las partes a unirse, y no desde la imposición”.

Las citas con la monarquía acostumbran a tener un toque eminentemente protocolario, y también cabría recordar el papel neutral de la Casa Real, que le impide decantarse por un posicionamiento político concreto y limita de alguna manera el alcance de las conversaciones, pero en esta ocasión la expectativa era mayor. Felipe VI accedió al cargo mientras resonaban a nivel político las peticiones de una segunda transición que solucionara la crisis territorial de Catalunya y el descrédito institucional por la corrupción, y el propio lehendakari se aferró al artículo 56.1 de la Constitución española para pedirle que arbitre y modere entre las instituciones. En ese contexto, la reunión duró algo más de lo esperado, una hora y media frente a la hora escasa que suelen extenderse ese tipo de audiencias, y el lehendakari aprovechó para pedir diálogo para mejorar el encaje de Euskadi en el Estado. Desde la Casa Real prefirieron no ofrecer detalles del encuentro. Antes del encuentro, Urkullu había apostado por buscar “margen para el acuerdo” incluso dentro de las discrepancias que le separan de la monarquía, una figura que constitucionalmente es la garantía de la unidad de España. Con ese mismo espíritu, desplegó un discurso conciliador ante el rey español al apostar por dignificar la política como herramienta para solucionar problemas “y no como un instrumento de confrontación y de defensa de posturas unilaterales y maximalistas”. El lehendakari se ofreció para plantear soluciones políticas y para dialogar, escuchar y negociar. Urkullu abogó por forjar así una solución acordada al encaje de las nacionalidades históricas que “suponga su reconocimiento en un nuevo modelo de Estado”. Ese modelo debería contemplar las aspiraciones de autogobierno, los hechos diferenciales y el “ejercicio de la voluntad de unión desde la diversidad”.

reforma Urkullu no hizo bandera de la reforma constitucional del PSOE, un trámite que contempla en todo caso al final del proceso como mero instrumento y siempre y cuando fuera necesario, pero no quiere que desvíe la atención del verdadero objetivo, que pasaría por ofrecer un horizonte a las aspiraciones de autogobierno. También reclamó un mayor peso de las naciones en la toma de decisiones en Europa. Aunque todas las miradas de los medios de comunicación iban a centrarse inevitablemente en el debate sobre el modelo de Estado, lo cierto es que Urkullu trasladó al rey que su prioridad es el mantenimiento de los servicios públicos esenciales. También pidió seguir dando pasos para consolidar el nuevo tiempo sin ETA. Mientras el lehendakari consideró que el encuentro fue “cordial y necesario”, Maribi Ugarteburu, desde EH Bildu, opinó que no debería rendir “pleitesía” a un rey que no respeta el derecho a decidir, y lamentó que siga buscando acuerdos con un Estado que hasta ahora no ha escuchado a Euskal Herria. Por ello, propuso la vía vasca unilateral.