Fish Jabur/Bagdad (Irak) - El paso fronterizo de Fish Jabur, junto a Siria, representa el pasaporte hacia una libertad agónica para miles de desplazados iraquíes que huyen de dos prisiones: la del asedio de los yihadistas y la del hambre y la sed que han padecido en su periplo por el Monte Sinyar. Hace días huyeron del horror en el que se convirtieron sus hogares, ocupados por los extremistas del Estado Islámico (EI), para caer en otro. Miles de desplazados iraquíes, muchos de ellos de la minoría kurda yazidí, que abandonaron sus casas en el norte de Irak escapando del EI, encontraron un refugio de doble filo en el Monte Sinyar: un espacio sin terroristas, pero con dos enemigos silenciosos: el hambre y la sed.
“En diez días, no hemos bebido ni comido prácticamente nada, solo algo de pan duro”, dice Dalal Merar, una yazidí de 45 años, que consiguió escapar ayer del Monte Sinyar y llegar a Fish Jabur. Pudo hacerlo gracias al apoyo del PKK, las milicias kurdas turcas, que junto a las sirias -YPG- construyeron un corredor seguro en el monte para trasladar a los desplazados atrapados en la montaña hacia Siria y luego devolverles a Irak por este paso fronterizo. Aquí, junto a su marido y el resto de su familia, Merar se refugia del imponente sol bajo la copa de unos árboles y en medio de una fila de basura que han dejado los desplazados que tuvieron la suerte de escapar antes que ella.
“No recuerdo casi nada de cuando huimos, solo me acuerdo de la prisa que teníamos por irnos”, subraya Merar, que añade que está “muy preocupada por los 10.000 compañeros yazidíes que han desaparecido”. “No sé por qué vienen a por nosotros, no sé ni quiénes son, pero lo peor de todo es que no tenemos a dónde ir”, se lamenta la mujer. “Encontrar cadáveres en la montaña es algo muy común, todo el mundo allí ha visto a la gente morir”, asegura Kasrim Osman, un electricista de 46 años, que también deambuló siete días por el monte hasta que consiguió escapar “gracias a las fuerzas kurdas”. Tras un tiempo limitado en Fish Jabur, los desplazados son enviados a campos de refugiados improvisados en los remotos valles entre las montañas del Kurdistán iraquí, para formar un imponente manto de tiendas blancas en medio de la nada.
La minoría yazidí ha sido en los últimos días, junto a los cristianos, objetivo del avance del EI, que ha obligado a más de 200.000 personas a abandonar sus hogares y a refugiarse en el Kurdistán iraquí, que ya daba cobijo a 300.000 desplazados anteriores y a 230.000 refugiados sirios, según datos de la ONU. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) detalló que 31.000 iraquíes, la mayoría residentes en Sinyar, han llegado al Kurdistán iraquí en los últimos días.
Comunidad yazidí Los ataques del EI contra los yazidíes ha traído a la actualidad a esta minoría religiosa de pasado milenario. Los yazidíes pertenecen a una minoría preislámica cuyas raíces se remontan a 2000 años antes de Cristo y que tiene orígenes zoroástricos. Esta comunidad se localiza en el noroeste de Irak, con epicentro en la ciudad de Mosul, el noroeste de Siria, sobre todo en la zona de Alepo, y también en Turquía.
Heredera del zoroatrismo persa y adoradora del fuego, es una religión sincrética que concilia distintas doctrinas. Entre sus creencias se encuentra la adoración al ángel caído Melek Taus, al que los yazidíes representan con la figura de un pavo real y que las principales religiones monoteístas, como el cristianismo o el islam, han vinculado con el diablo. Al igual que otras minorías, como los drusos, nadie puede convertirse a esta religión, ya que hay que nacer en el seno de ella, ni contraer matrimonio con alguien que no pertenezca a la comunidad. Los yazidíes creen en la transmigración de las almas, lo cual lleva a la purificación, con lo que el concepto de infierno no se refleja en sus ideas.
Los yazidíes, que pertenecen también a una minoría kurda, fueron durante siglos objeto de persecuciones y atentados, lo que, unido a la islamización obligatoria y su rechazo por parte de los musulmanes por su supuesta adoración al diablo, ha reducido notablemente su número en Irak. El mayor ataque contra esta comunidad lo protagonizó Al Qaeda el 14 de agosto de 2007, con cuatro atentados suicidas en Kahtaniya y Jazeera, cerca de Mosul, en los que murieron, según la Cruz Roja, más de 250 de sus miembros.
Aunque no existe un censo oficial, se calcula que profesan esta confesión entre 500.000 y 800.000 personas. - Efe