MOSCÚ. "No vemos el acercamiento de Ucrania a la Unión Europea como una amenaza a Rusia, a tiempo que el ingreso de Ucrania en la OTAN no está en el orden del día", dijo Sikorski tras reunirse en San Petersburgo con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, y el jefe de la diplomacia alemana, Frank-Walter Steinmeier.

El titular de la diplomacia polaca quiso tranquilizar así los recelos de Moscú sobre el acercamiento de Kiev a Occidente, esgrimidos incluso por el propio presidente, Vladímir Putin, que llegó a justificar la anexión de la península ucraniana de Crimea con el temor de que Ucrania ingresara en la Alianza.

"Si Rusia quiere demostrar que defiende la rebaja de la tensión en Ucrania, la mejor manera es frenar la entrada de separatistas y armas a través de la frontera ruso-ucraniana", dijo Sikorski en una poco disimulada acusación a Moscú de permitir, como poco, que los insurgentes reciban refuerzos y armamento.

Tras pedir a los insurgentes prorrusos del este de Ucrania que depongan las armas y defiendan sus intereses por la vía pacífica, el jefe de la diplomacia polaca manifestó su apoyo a las acciones militares lanzadas por Kiev para restablecer el orden y recuperar el control de las regiones de Donetsk y Lugansk.

"Ucrania, como Estado soberano, tiene el derecho de usar la fuerza contra las formaciones ilegales armadas que persiguen desestabilizar la situación en el país", subrayó el ministro polaco.

Por su parte, Steinmeier se congratuló por el inicio de las conversaciones que integran tanto a Moscú como a Kiev en la búsqueda de una solución al conflicto ucraniano y aseguró que los avances que se han producido desde la pasada semana "permiten ver la luz al final del túnel".

"No puedo decir que ya hayamos encontrado una solución política a esta crisis, pero la escalada que hasta ahora contemplábamos día tras día ha dado paso a una nueva atmósfera", dijo Steinmeier, quien manifestó la esperanza de que "Rusia aprovechará su influencia para persuadir a los grupos separatistas".

El nuevo presidente ucraniano, Petró Poroshenko, ya ha dado los primeros pasos para poner fin a la creciente violencia en el sureste del país al no lograr reprimir por la fuerza la rebelión prorrusa en casi dos meses de acciones militares contra los insurgentes, atrincherados en ciudades y poblados con sus habitantes sin evacuar.

El propio presidente ha dirigido el fin de semana varias reuniones del grupo de contacto para el plan de paz en Donetsk y Lugansk, integrado además por la emisaria de la OSCE para Ucrania, la suiza Haidi Tagliavini; el embajador ruso en Kiev, Mijaíl Zurábov, y el embajador ucraniano en Alemania, Pavel Klimkin.

La creación de grupo tripartito fue acordado el viernes en Normandía (Francia) por Poroshenko y el presidente ruso, que en un aparente gesto de buena voluntad ha ordenado reforzar la vigilancia de la frontera entre ambos países para evitar incursiones ilegales desde Rusia en territorio ucraniano.