El autor del tiroteo, que acabó suicidándose, era un soldado que 2011 había servido cuatro meses en la guerra de Irak y que se medicaba por depresión, ansiedad y otros trastornos psiquiátricos probablemente vinculados a su experiencia bélica, dijo en rueda de prensa el teniente general de la base texana Mark Milley.

Las autoridades militares de la base no han visto indicios de terrorismo en el suceso, pero no descartan ninguna hipótesis ni han determinado por ahora ningún motivo claro que explique lo sucedido.

Todas las víctimas eran militares y, a primera hora de hoy, todos los heridos hospitalizados tenían un diagnóstico grave. Tres de ellos se encuentran en estado crítico, informaron los médicos del centro Scott & White.

Según Milley, los médicos estaban en proceso de diagnosticar al atacante un trastorno por estrés postraumático, una dolencia que ha afectado a más de 250.000 estadounidenses a su vuelta de las guerras de Irak y Afganistán.

La identidad del soldado, que compró el arma recientemente en la zona, donde vivía con su mujer y "su familia", no será revelada oficialmente hasta que las autoridades comuniquen los hechos a sus allegados.

No obstante, varios medios estadounidenses identificaron al autor de la masacre como Iván López, un soldado de 34 años, citando fuentes anónimas del Departamento de Justicia.

El atacante entró en un edificio de la base y abrió fuego, tras lo cual regresó a su vehículo, hizo más disparos desde el coche y después volvió a disparar contra otro inmueble del recinto.

Acto seguido, acabó por disparase a sí mismo al encontrase ante agentes de la policía militar, relató Milley.

El arma usada fue una pistola de mano semiautomática del calibre 45 que no estaba registrada, como exige la base militar, precisó el teniente general.

El autor de los hechos llegó a Fort Hood en febrero pasado, procedente de otra instalación militar estadounidense, por lo que las autoridades de Texas sabían poco sobre él. Milley indicó que hay "algunas informaciones iniciales" que apuntan a una discusión previa al tiroteo, en la que el autor estaría involucrado, pero que no se podrá confirmar hasta que las investigaciones avancen.

Todo empezó a media tarde hora local, cuando, ante los primeros disparos, las autoridades del recinto movilizaron a sus trabajadores, les pidieron que se refugiaran y bloquearon el perímetro de la base, que quedó aislada durante unas seis horas.

Los familiares de los militares se concentraron en una de las entradas a la espera de noticias, con el recuerdo todavía latente del tiroteo que en 2009 causó 13 muertos y más de 30 heridos, perpetrado por un psicólogo militar musulmán.

Esa tragedia, reciente en la mente de los 53.400 habitantes de esta base, marcó también las reacciones políticas tras el suceso.

"Cualquier tiroteo es preocupante. Obviamente este ha reabierto el miedo por lo que ocurrió en Fort Hood hace cinco años", declaró el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, desde Chicago.

"Estamos devastados de que algo así haya ocurrido de nuevo", dijo Obama, que más tarde mantuvo contactos telefónicos a bordo del avión presidencial de vuelta a Washington DC con miembros de los cuerpos de seguridad, el Departamento de Defensa y el FBI.

El secretario de Defensa, Chuck Hagel, aseguró en una rueda de prensa en Hawai que se trata de "una tragedia terrible". "Obviamente, cuando tenemos este tipo de tragedias en nuestras bases, eso quiere decir que algo no funciona", admitió el jefe del Pentágono. El gobernador de Texas, el republicano Rick Perry, destacó en u

n comunicado que "Fort Hood ha demostrado resistencia con anterioridad y lo volverá a hacer". Unos 41.000 soldados trabajan en la base de Fort Hood, situada en el centro de Texas, al norte de la capital del estado, Austin, y al sur de Dallas.