vitoria. Lily Canedo llegó a Estados Unidos con diez años procedente de Sinaloa, México, acompañando a sus padres. Dejó atrás un país que apenas recuerda ya y se integró en la vida estadounidense como una ciudadana más. Sin embargo, los obstáculos que ha tenido que superar en su juventud le han recordado una y otra vez su estatus de extranjera en un país que hoy en día considera el suyo. Ella nunca decidió emigrar; en realidad, fue empujada por el sueño americano de unos progenitores que buscaban un futuro mejor para su familia, pero, al igual que ellos, esta joven que ahora tiene 27 años ha sufrido en su propia piel lo que significa ser una persona indocumentada en un estado con una de las políticas migratorias más duras del país: Arizona.
Lily ha vivido en esta condición durante 17 años, hasta que, en febrero pasado, fue beneficiada por el Programa Acción Diferida (DACA) aprobado por el presidente Barack Obama en el verano de 2012. Se trata de una moratoria de dos años en las deportaciones de los dreamers o soñadores -se conoce así a los inmigrantes que llegaron a EEUU siendo niños y que han estudiado y crecido en el país-. El programa contempla un permiso temporal de trabajo y pueden acogerse a él los menores de 30 años que llegaron a Estados Unidos con menos de 16 años, que hayan residido en el país al menos cinco años y que estén estudiando o hayan terminado sus estudios allí. Se calcula que un millón y medio de personas cumplen estos requisitos.
Una de ellas es Lily, licenciada en negocios y turismo por la universidad estatal de Arizona que trabaja en una oficina de inmigración desde que logró el permiso temporal. Reconoce que hoy en día respira más tranquila, pero el camino hasta aquí no ha sido nada fácil. "No fui consciente de que era indocumentada hasta que entré en la preparatoria y mis amigos empezaron a sacarse la licencia de manejo (carné de conducir, que en Estados Unidos se consigue con 16 años). Nunca les pregunté a mis papás al respecto, pero siempre les escuché hablar de que no tenían papeles y fui relacionando las cosas. Fue un momento difícil y deprimente, porque todos mis amigos estaban emocionados y me preguntaban por qué no iba a sacarme la licencia. Siempre inventaba excusas, decía que todavía no tenía la edad o que no tenía tiempo", rememora Lily.
La universidad Pero lo más duro llegó al ingresar en la universidad. "Me di cuenta de que no podía pedir ayuda financiera al Gobierno, ni préstamos ni becas". Un semestre en una universidad de Arizona suele costar alrededor de 5.000 dólares y, al no poder hacer frente a ese gasto, la joven tuvo que ingresar en un colegio comunitario del condado de Maricopa -adonde pertenece el área metropolitana de Phoenix-. Se trata de escuelas técnicas o colegios universitarios que pueden servir de puente a la universidad. "Mis papás me pudieron ayudar económicamente los primeros semestres, porque no era muy caro", cuenta. Allí estudió cuatro años, pero Lily quería obtener la licenciatura y para ello tenía que cursar dos años más en la universidad. "Esa época fue la más dura. Todo el mundo te dice que la universidad es una de las experiencias más bonitas para una persona, pero siento que a mí me robaron esa experiencia. En Arizona, los indocumentados tienen que pagar la misma tarifa que los extranjeros, es decir, tres veces más que los residentes del estado, y sin ayuda económica alguna", explica. El estado es uno de los pioneros en aplicar esta norma, que imitan Georgia, Colorado e Indiana.
"Las personas residentes pagan 5.000 dólares al semestre por cuatro clases; yo pagaba 7.000 dólares solamente por dos. Tenía que trabajar, así que no podía coger todas las asignaturas. Tardé cuatro años en lugar de dos en sacarme la licenciatura. Terminé en 2012". Su padre se había quedado en paro y, para costearse los estudios, Lily tuvo que renunciar a las fiestas con amigos para trabajar de camarera, niñera, limpiando casas y oficinas con su madre, y en un negocio familiar de unos amigos de sus progenitores. "Desde que tenía 12 años trabajaba con mi mamá en la limpieza", subraya.
A todo esto se suma, además, el miedo. El miedo a ser descubierta sin papeles y a ser enviada a un país, en este caso México, que apenas recuerda y con el que la única vinculación que tiene es un idioma que habla con dificultad y una familia que no ve desde hace 17 años. "En este estado han deportado a gente por una simple multa de tráfico", ilustra. "Aquí es muy difícil ser indocumentado por el simple hecho de que el alguacil Joe Arpaio ha cultivado el miedo en nuestra comunidad, ya sea haciendo redadas o con carteles con letras enormes que dicen 'Si ves a alguien ilegal, solo llámame y yo voy a recogerlo'", explica Lily.
Dos años de respiro Cuando Obama anunció el Programa Acción Diferida fue un momento de felicidad para ella, la culminación de sus años de sacrificio y lucha. Sin un permiso de trabajo, su vida laboral estaba abocada a los trabajos de baja cualificación y remuneración que se reservan generalmente a los indocumentados. Sin embargo, el mismo día que se abría el plazo para solicitar la acción diferida, la gobernadora Jan Brewer, conocida por impulsar la política antiinmigración más dura en años en EEUU, emitió una orden ejecutiva para negar a los dreamers el derecho a sacarse el carné de conducir. "Sentí que cada vez que dábamos un paso adelante, dábamos cinco atrás. Este estado te gana la moral. Sientes que no puedes avanzar porque no te dejan, aunque hagas las cosas bien. Nunca fui a la cárcel ni fui detenida, hice mis estudios, trabajé, me costó diez veces más que al resto, obtuve la acción diferida y aun así no puedo obtener una simple licencia. Es deprimente vivir en este estado. Mi mamá está muy afectada emocionalmente; yo, en realidad, ya me acostumbré". En la actualidad solo Arizona y Nebraska niegan ese derecho a los dreamers.
Lily reconoce que ha pensado en abandonar el estado, pero asegura que "es muy difícil para nosotros, porque mis papás son indocumentados, tendríamos que ir a algún lugar en el que conociéramos a alguien que nos diera trabajo, comprar una casa, empezar otra vez desde cero". Al igual que unas doce millones de personas en el país, Lily ansía la aprobación de la reforma migratoria. Esta ley no solo regularizaría su situación, sino también la de sus padres. Ellos, al igual que su hija, llevan 17 años superando obstáculos y miedos cada día. "Yo sufro por ellos, porque sus padres han muerto y tuvieron que tomar la decisión de no ir a México a despedirse de ellos", explica la joven. Lily define la situación de los dreamers con una frase final: "Andamos como gente perdida, no pertenecemos ni a un país ni al otro, en uno porque no hemos crecido y en el otro porque no tenemos documento para probarlo".
Arriba, una niña observa la bandera de Estados Unidos con la palabra 'dream' (soñar); a la derecha, una manifestante lleva una pancarta con el lema 'Somos el futuro de América'; sobre estas líneas, Lily Canedo; abajo, la joven, el día de su graduación en la universidad estatal de Arizona.
Arizona, el Estado antiimigrante
Los dreamers toman su nombre de la famosa Dream Act, una propuesta legislativa bloqueada por el Congreso en 2010 que busca abrir la vía a la legalización de los estudiantes indocumentados. Para ellos, crecer en California o hacerlo en Arizona puede cambiar radicalmente su futuro. El primero es uno de los Estados más flexibles en cuanto a la inmigración; el segundo, el más duro. "En Arizona, los obstáculos en educación son terribles. Hay una guerra frontal hacia los soñadores. Ahora, el procurador general del estado ha puesto una demanda para encarecer la educación de los dreamers también en los colegios comunitarios", explica Carmen Cornejo, miembro de Arizona Dream Act Coalition, que promueve la legalización de los soñadores. Para ella, "el principal obstáculo que tenemos es que Arizona sigue siendo un Estado antiimigrante". Sin embargo, no cree que sea cuestión de racismo. "La ola demográfica que viene es increíble y, en Arizona, los blancos van a ser minoría en el futuro. La población joven es mayoritariamente hispana. Yo veo por parte de las autoridades la lucha de un grupo económico, racial, de edad, por mantenerse en el poder", analiza.