Todavía habrá que esperar un poco más de cinco semanas para que el mural sea una realidad, también quedan nueve días para que sus ejecutores se encaramen a los andamios, pero el equipo encargado de diseñar la obra y posteriormente plasmarla en esa pared de Zaramaga suma ya cinco jornadas de trabajo. Días de aglutinar ideas, de reflexionar y de debatir, para empezar, porque la temática de la que tratará, los dramáticos sucesos del 3 de marzo de 1976, requiere de un intenso estudio previo. Jornadas también de conocerse entre todos, de romper el hielo, porque muchos de los miembros de este heterogéneo equipo integrado por 27 personas nunca antes se habían visto las caras.
Esa gran pared vertical del número 28 de la calle Reyes de Navarra, que fue testigo directo de la matanza policial, se prepara ya para vestirse de color, de vida, y honrar a las víctimas, que apenas cuentan con un sencillo monolito en su memoria en las proximidades. Las mentes de los 17 voluntarios, de los ocho miembros de las Brigadas de la Brotxa -que trabajan a cambio de un sueldo y dedican más horas al proyecto- y de los tres asistentes que se encargarán de materializar el proyecto son un hervidero que en los próximos días comenzará a dar sus primeros resultados prácticos. Este periódico se ha reunido con cinco de ellos, incluida una de las responsables del Itinerario Muralístico de Gasteiz, Verónica Werckmeister, que a su vez es una de estas tres asistentes, para conocer el resultado de estos primeros días de trabajo y sus anhelos en torno al futuro mural.
El grupo mantuvo ayer su segunda reunión y a partir de hoy comenzará a trabajar "plásticamente" con las imágenes, manipulándolas, comenzando a pensar en el color y en otros elementos del diseño. "Es hora de poner todo en común y de deshinchar un poco el globo antes de que explote", explica gráficamente Werckmeister. No hay que olvidar que, como ya sucedió con todas las obras que componen el rico Itinerario Muralístico de Gasteiz, nadie sabe aún qué saldrá de las cabezas y las manos de sus creadores, porque no se trata de un encargo. Todo surgirá espontáneamente, fruto del intercambio de ideas y del trabajo grupal.
apoyo al taller "Tenemos mucha documentación fotográfica y hay interés en crear objetividad con esta obra", advierte la asistente del grupo. Las jornadas de apoyo al taller que durante estos días se han celebrado en el espacio M3moria Gunea han servido también para aportar al equipo un necesario contexto histórico y que comprenda mucho mejor el significado del 3 de marzo para Gasteiz y, más concretamente, para el barrio de Zaramaga. A lo largo de esta próxima semana, tras un total de cuatro reuniones más, el boceto del mural ya será una realidad y todo estará listo para ser pintado en la fachada una vez digitalizado e insertado en una cuadrícula. Si todo va bien, la obra estará lista en torno al 14 de octubre.
"De momento hay muchas palabras y pocas imágenes", reconoce Garazi de Ayala, una de las voluntarias que darán vida a la obra, y que aportará al grupo sus conocimientos de arteterapia, unos estudios que acaba de terminar. De Ayala valora la forma de trabajar del grupo, que cuenta con una dinámica similar a los sucesos que dieron lugar a la masacre de 1976. "Es un proceso bastante parecido al 3 de marzo, de intentar buscar ideas en común, a modo de asamblea", valora.
Jesús Peña, otro de los voluntarios, no dudó un segundo a la hora de optar a integrar el equipo. Tenía experiencia previa, muy buena por cierto, porque colaboró en la realización del precioso mural que adorna una pared del cantón de Anorbín del Casco Viejo y que versa sobre la igualdad de género. En un principio Peña se quedó en la reserva, pero la baja de otro aspirante volvió a abrirle un hueco. "No tengo experiencia artística, pero tiene mucho valor que sea un proceso participativo, en el que cada uno aporta lo que puede", valora. En su caso y en el del resto de voluntarios, puede ser mezclando colores en el taller, ayudando con el transporte del material o con múltiples menesteres más.
Los brigadistas de la Brotxa son, como su propio nombre indica, quienes se encargan de llevar el color a la pared. Ainara Sáenz de Urturi es una de las ocho integrantes de este colectivo que participarán en el proyecto de Zaramaga. Estudiante de Enfermería, "desde pequeñita" le gustó pintar y, aunque reconoce que no tiene una gran experiencia artística, se siente preparada para que este reto sea superado con nota. Aunque, lógicamente, tiene sus miedos. "Al ser un tema tan sensible, nos da bastante presión pensar en cómo lo vamos a abordar", advierte Sáenz de Urturi. En esta misma línea se expresa Ana Moreno, otra de las voluntarias que toman parte en el proyecto. Las jornadas de apoyo al taller han ayudado mucho a ambas jóvenes. "Las charlas me han venido muy bien para sentirme más implicada", remarca Moreno, estudiante de Ciencias Ambientales. "Parece complicado porque estamos empezando con muchas ideas... Cada vez se van sumando más cosas", añade.
No será sencillo, desde luego, plasmar en la pared unos sucesos que convulsionaron a la sociedad gasteiztarra y que todavía siguen estremeciendo a pesar del paso de los años. Plasmarlos y que reparen a las familias de los muertos, a las víctimas que todavía sobreviven a la masacre, a los allegados... "Queremos que le guste a la gente, al barrio, y no hacer daño a las familias", reflexionan tanto Moreno como Sáenz de Urturi. "Hay que tenerlas en cuenta, que cuando pasen por ahí la obra no les hurgue en la herida, sino que les reconforte. Pero sería bonito que la gente de Vitoria traiga aquí a los visitantes a ver el mural, como ya sucede en el Casco Viejo", añade De Ayala. "Es de justicia que en Vitoria haya un recuerdo para las víctimas, no sólo un monolito", justifica Peña, quien admite que le pica el "gusanillo" de llevar a la pared un hecho tan crudo como real, "no algo abstracto", como los murales que pueblan las paredes del Casco Viejo. "Son unos hechos que dejaron huella por lo que significaron para la ciudad", zanja.
A pesar de que el mural será obra de este intrépido y heterogéneo grupo, todo el que quiera aportar sus sugerencias a la obra podrá hacerlo a través de un buzón instalado para tal fin en el bar La Paloma, que se ubica justo debajo de la pared que albergará el mural. "Sabemos que no va a contentar a todos, aunque lo pintemos del mismo color", reconoce divertida De Ayala. Habrá que verlo, pero lo que es seguro es que esta obra pasará a ser parte de la memoria histórica de la ciudad.