EN los años cuarenta del siglo XX la revolución industrial se trasladó al campo. Los monocultivos en grandes extensiones de terreno, el uso masivo de fertilizantes y herbicidas, la homogeneización de las semillas y su manipulación genética convirtieron los campos de prácticamente todo el planeta en enormes fábricas de unas pocas variedades de alimentos. Fue la revolución verde, que acabó con la biodiversidad en la agricultura e hizo desaparecer el concepto de la tierra como medio de sustento de las familias. Los campos pasaron de ser la variada y nutritiva despensa para el autoconsumo de los agricultores o para la venta al por menor, a convertirse en una factoría que surtía de materia prima a las multinacionales.
Setenta años después de esa revolución verde la tierra está agotada y la variedad genética local ha menguado gravemente. En Álava son varias las iniciativas llamadas a recuperar ese antiguo concepto del campo como suministrador de alimentos para el habitante local y para los mercados cercanos. Desde la Red de Semillas de Euskadi se lucha, desde hace más de quince años, por rescatar especies autóctonas de frutales, por ejemplo, de las que apenas quedan unos centenares de viejos ejemplares ocultos entra la maleza de cunetas, huertas y tapias. Es una labor casi de bioarqueología, una intensa búsqueda de especies cuyo código genético quedará registrado para siempre, a salvo del olvido.
Ahora que el producto ecológico, variado y local está en auge, el olivo, el melocotón de viña, los hongos, las manzana-pera, los castaños, membrillos y nogales autóctonos o la trufa tienen una oportunidad de recuperar terreno, de forma literal, y de llegar a mercados cercanos de forma sostenible. Paralelamente, la recuperación de estos cultivos puede proporcionar al agricultor alavés una fuente de ingresos extra con una pequeña inversión y muy poco trabajo.
Melocotón de Viña Todo el mundo en la Rioja Alavesa conoce el melocotón de viña, un fruto de un color rojo intenso, muy perfumado y sabroso, que poco a poco ha ido quedando relegado por la vid, un cultivo mucho más rentable. Durante años surtió de fruta fresca a las despensas de los agricultores, pero apenas unos pocos árboles han logrado sobrevivir en una tierra dedicada casi íntegramente a la producción de vino. Gracias a la labor de los más mayores del lugar, algunos melocotoneros han permanecido arraigados al terruño riojanoalavés, y a partir de esos ejemplares, muchos con más de ochenta años de historia, la Diputación alavesa inició hace apenas un lustro un trabajo de recuperación que hoy se materializa, por ejemplo, en la Casa del Vino de Laguardia, donde se han recuperado varios de estos ejemplares para su estudio científico. La institución foral patrocinó una serie de charlas en Labastida, Lapuebla de Labarca, Laguardia, Kripan, Oion y Leza que perseguían implicar a los agricultores en la detección de estos árboles desterrados del agro por la Revolución Verde. La Red de Semillas de Euskadi puso en marcha una investigación y localizó un centenar de melocotoneros de viñedo, muy dispersos por toda la comarca.
Gracias a esa iniciativa se dio además con el melocotón abridero, cuya carne se separa fácilmente del hueso, y con el "amoscatelado", propio también de la comarca de Rioja Alavesa, que muestra una carne blanca, dulce y muy aromática que recuerda al moscatel. Aparecieron además los melocotones sanguinos, con una característica y singular coloración rojiza alrededor del hueso.
los árboles de Izki El Departamento de Medio Ambiente de la Diputación y la Red de Semillas de Euskadi, gracias una dotación de 25.000 euros aportada por la Obra Social de La Caixa, emprendieron hace unos pocos años un plan para recuperar los árboles frutales en el Parque Natural de Izki, abandonados durante décadas, pero de gran interés agronómico y capaces de generar economía en la zona. La búsqueda de estos árboles se desarrolló por Apellaniz, Vírgala, Maeztu, Atauri, Corres, Antoñana y Bujanda, y arrojó el descubrimiento de más de una decena de especies. La investigación ha continuado en Arlucea, Markinez, Urarte, Urturi, Quintana y San Román de Campezo. De nuevo los más mayores de la zona han ejercido de zahoríes para la Diputación en la búsqueda del árbol de la manzana-pera, de la reineta verde, las boflas, el arganzón, los castaños o la pera de invierno. En Apellaniz, Atauri y Antoñana han aparecido antiguas plantaciones de manzanos de la época de la República. La idea es habilitar un vivero de alrededor de una hectárea donde crezcan las especies de mayor interés, y a largo plazo se prevé crear un banco de germoplasma para hacer de estas frutas un alimento inmortal.
Frutales en Valderejo En 2006, en Valderejo, se puso en marcha un proyecto de recuperación de árboles frutales que se saldó con la detección de 164 ejemplares cuyo valor se desconocía. 82 árboles de 15 especies diferentes -ciruelas blancas, manzanas, pera de invierno o cerezas pitorreras- se plantaron en Lalastra y, al ser propios de la zona, arraigan fácilmente, sin apenas tratamientos. De forma paralela, la Red de Semillas de Euskadi repartió en torno a 300 plantas, sobre todo manzanos, nogales y perales, entre los habitantes de la comarca, y por otro lado se están reproduciendo once especies de manzanos, una de membrillo y dos de arganzón. El aceite de oliva de Rioja Alavesa ha entrado con buen pie en el mercado. Su calidad ha permitido que el producto sea rentable y pueda arrebatarle algunas hectáreas a la omnipresente vid. En ese sentido, el proyecto Oleum convirtió el antiguo vertedero de Oion en un campo de experimentación donde casi 200 olivos luchan por crecer y recuperar el terreno perdido. Tanto valor tiene esta planta que, de hecho, hace una semana 65 ejemplares fueron arrancados de la tierra y robados con nocturnidad y alevosía.
Castaño y hongos La última de las iniciativas que persiguen recuperar la riqueza genética del agro alavés también llega de la mano de la Red de Semillas y de Bionekazaritza. La idea es recuperar el papel que en su día tuvo el castaño en Álava, fuente nutritiva en épocas de escasez y refugio del boletus edulis, el exquisito hongo que también se quiere multiplicar en el territorio mediante esta iniciativa. La recuperación del castaño permitiría regenerar el paisaje y generaría una economía en torno a la harina de castaña, libre de gluten; o a la castaña confitada. La Red de Semillas de Euskadi, señala su portavoz, Aurelio Robles, plantará estos castaños "en cuatro hectáreas divididas en tres parcelas ubicadas en diferentes localidades con condiciones climáticas y físicas diferenciadas, para poder determinar los mejores emplazamientos".