Damasco. Los enfrentamientos entre los rebeldes y las fuerzas leales al presidente Bachar al Asad se aproximan cada vez más al corazón de Damasco, pese a que el régimen aún mantiene su superioridad dos años después del inicio del levantamiento, que ha causado entre los dos bandos unos 60.000 muertos y más de 300.000 refugiados, según la ONU.

Los ciudadanos de a pie temen lo que los insurgentes anticipan que será la batalla decisiva por el control de la ciudad, donde los puestos militares, los carros blindados y la presencia de soldados en puntos estratégicos se han convertido en parte cotidiana del paisaje urbano.

Por el momento, el casco viejo de Damasco ha permanecido lejos de los choques, lo que le ha librado de la destrucción que ha vivido el histórico zoco de la segunda ciudad del país, Alepo (norte), una joya de la época medieval devastada durante los combates de septiembre pasado.

Muchos temen que el destino de Damasco sea el mismo que el del bazar de Alepo. De hecho, en octubre pasado la Unesco recordó a todas las partes del conflicto las obligaciones de Siria con su patrimonio.

En el último mes, los insurgentes intentaron penetrar en la capital por el noreste y tomaron el control de varios puestos militares en la carretera que une la ciudad con las regiones septentrionales, pero el régimen respondió a los ataques y consiguió recuperar esos puntos.

Las operaciones de los rebeldes se concentran, sobre todo, en la periferia de Damasco, que englobaría el territorio que queda al este y al sur de "Al Mutahaleq al Yanubi", la carretera de circunvalación que separa la capital de las zonas rurales de alrededor.

Hace tres semanas, los insurgentes se hicieron con el control del suburbio de Yobar, desde donde ahora tratan de avanzar hacia el centro, al igual que desde las áreas de Zamalka, Qabún y Barze, en las afueras.

Esas zonas están a una distancia de uno a tres kilómetros de la plaza de los Abasíes y a unos seis de la de los Omeyas, símbolos del régimen de Al Asad. Del mismo modo, el Palacio Presidencial no está muy lejos de este último enclave.

En los últimos días se han registrado choques y ataques contra edificios gubernamentales cerca de la plaza de los Abasíes y contra el Complejo de Seguridad 8 de Marzo, uno de los principales centros de operaciones de las fuerzas del régimen. Además, doce personas murieron esta semana y otras cincuenta resultaron heridas por el impacto de proyectiles de mortero en varios distritos residenciales de la capital.

En el frente sureño, los distritos de Daraya, Muadamiya al Sham y Al Qadam suelen ser escenario de ataques con proyectiles y de escaramuzas entre los miembros de ambos bandos, aunque las autoridades mantienen el control.

Esas zonas sufren bombardeos a diario desde hace dos meses y en ellas se concentra un gran número de efectivos del régimen, ya que están próximas a la estratégica base aérea de Al Mezeh, a Kfar Suseh, barrio con numerosas sedes gubernamentales y embajadas, y al Palacio Presidencia de Tishrin.

En las cercanías de la capital operan varios grupos rebeldes, en paralelo al Consejo Militar de Damasco, vinculado al Ejército Libre Sirio (ELS), y al radical Frente al Nusra, el más activo de todos. El Frente al Nusra, incluido por EEUU en su lista de organizaciones terroristas, tiene una fuerte presencia en el distrito de Yobar, y prefiere las emboscadas y ataques con explosivos y coches bomba a las grandes operaciones coordinadas con otros grupos.

De hecho, parece que cada facción rebelde trabaja de forma independiente y por el momento no hay indicios de que estén colaborando entre sí, algo que en caso de ocurrir podría dar un vuelco al equilibrio de poder en la capital.

Sea como sea, es probable que los habitantes de Damasco, pieza clave en el tablero del conflicto, vean próximamente combates y bombardeos en lugares de la ciudad que hasta ahora han escapado de la violencia.