Madrid. El PSOE homenajeó ayer a Felipe González en un acto en el que reivindicó su fortaleza como partido y su contribución a la modernización del país y en el que el expresidente abogó por no enredarse en debates internos y aportar ya ideas para recuperar la vocación mayoritaria que ha perdido. Fue un acto al que acudieron en torno a 2.000 personas, entre ellas más de cuarenta ex ministros de los gobiernos del PSOE y entre los que se encontraban once del primer gabinete que González formó hace justo treinta años, como Alfonso Guerra, Miguel Boyer, José Barrionuevo o Carlos Solchaga.
Felipe González, que se ofreció a su partido para lo que necesite "mientras que el cuerpo aguante", protagonizó un diálogo con el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, moderado por la diputada María González y en el que hubo una breve participación del último expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.
Un acto que sirvió a los socialistas para enorgullecerse de su pasado y para reafirmarse en sus convicciones y en su fortaleza, una semana después de una nueva derrota electoral histórica, en este caso en Catalunya. Y en un momento también en el que algunos cuadros dirigentes y militantes de base están poniendo en entredicho la línea de dirección y de liderazgo de Rubalcaba y la gestión de Rodríguez Zapatero en la anterior legislatura.
Sin entrar en muchos detalles, porque sólo es un militante de base, González opinó que, si el PSOE va a realizar un debate interno para superar su propia crisis, que no lo haga diciendo que "hay que hacer un debate ideas". "Aprovechen el tiempo y pongan una sobre la mesa, porque si no, lo perderemos", espoleó a sus compañeros.
Rubalcaba apostó por un PSOE que lidere el cambio, con la vista puesta en ofrecer un proyecto de país que permita recuperar la mayoría electoral. "Vamos a dar el do de pecho", prometió, para hacer hincapié en que el suyo es un partido sólido y fuerte. "España va a cambiar radicalmente, y nosotros, como en 1982, hemos de pilotar ese cambio", sentenció Rubalcaba, en cuya opinión eso debe lograrse avanzando en un "radicalismo radical".
"Uno de los problemas es que no tenemos vocación mayoritaria", se quejó González, convencido de que no se puede conquistar a los electores si el propio partido piensa que no puede ofrecer un proyecto mayoritario.
Otra de las debilidades del PSOE, en su opinión, es que no tiene mucha memoria histórica, como tampoco la tiene la ciudadanía. La "hoja de servicios" del PSOE, su contribución a la universalización de la sanidad pública, la educación gratuita o la ley de dependencia fue puesta de relieve en el acto de ayer, en contraposición con las políticas de ajustes y el recorte de derecho sociales del Gobierno del PP.
Quien fuera el primer ministro de Sanidad con González, Ernest Lluch, asesinado por ETA en el año 2000, estuvo en boca de todos como impulsor de la sanidad pública e incluso había una silla vacía con una rosa en su honor.
Rubalcaba lamentó los recortes del Gobierno de Mariano Rajoy y aseveró que los socialistas van a defender "con uñas y dientes" el modelo sanitario, porque es justo, barato, productivo y cohesiona al conjunto del territorio.
lealtad y unidad José Luis Rodríguez Zapatero, sentado en primera fila, tomó la palabra para reclamar al PSOE que en momentos como éste se mantenga la lealtad, la unidad y el afecto, y aprovechó para subrayar que es necesaria "una España de más entendimiento", porque la democracia se legitima día a día. Durante el coloquio, González reclamó audacia a su partido para acercarse a la ciudadanía y promover listas abiertas, aunque esa medida tenga un riesgo, porque eso forma parte de "la aventura democrática". Ante esa propuesta, Rubalcaba convino en la necesidad de cambiar la ley electoral para que haya "una democracia de 24 horas", lo que implica rendir cuentas todos los días y no cada cuatro años. Y fue más allá al apuntar que el PSOE no debe limitarse a hacer un mero programa electoral más, sino que ha de abanderar un proyecto para España, del que -según dijo- carece la derecha.
González rememoró algunos sentimientos y anécdotas de su pasado y, por ejemplo, confesó que llegó "acojonado" a Moncloa. Luego, quiso dar las gracias a todos los que le siguieron votando incluso cuando él ya estaba harto de sí mismo.