lA crisis hipotecaria en la que vive sumido el Estado español, y a la que no es ajena la capital alavesa, tiene rostros concretos. Los de Eva e Izaskun son sólo dos de los muchos casos que cada semana le llegan a Kaleratzeak Stop Araba, cuyos voluntarios, la mayoría de ellos con un empleo al que atender, trabajan ya al borde de sus posibilidades. No hay tiempo ni dinero para asesorar a todas las personas que en Álava están a punto de perder su casa.

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Víctima del paro

"He tenido que trabajar un montón, pasar 18 horas trabajando para pagarlo y ahora no quiero venderlo. No puedo pagar por no tener trabajo, no es por otra cosa", lamenta Eva, una mujer que en cuanto empezó a deber dinero al banco acudió a Kaleratzeak Stop en busca de ayuda. Ella compró un piso en Oñati en 2006, encontró una pareja y tuvo una hija. Nunca dejó a deber ninguna cuota de la hipoteca, pese a que en su trabajo como vigilante de seguridad pasaba varios meses al año en el paro, pero este otoño el dinero se ha acabado. "Trabajo tres meses y al paro, y eso es lo que me ha hundido, porque yo tenía ahorros y me los he comido", lamenta Eva, que terminó separándose de su pareja, con la que estuvo viviendo en Zigoitia, donde estuvo empadronada, donde sigue teniendo a su médico, y donde estudia su hija, pese a que la mujer vive en Oñati. Eso le ha condenado.

La Diputación de Gipuzkoa ha rebuscado en sus papeles y asegura que la de la localidad guipuzcoana es su segunda residencia, que Eva vive en Álava. Por ello, le reclama más de 11.000 euros por desgravaciones presuntamente irregulares, pese a que la única casa que Eva tiene a su nombre es la de Oñati. Cuando recibió el finiquito por su última temporada de trabajo, y se disponía a ingresarlo en la Caja Vital, veinticuatro horas antes de hablar con DNA, la institución foral le embargó parte de esa liquidación. "Ayer intenté ponerme al día, pero me ha embargado algo la Diputación del finiquito que he recibido, y todavía debo 300 euros de este mes a Kutxabank".

Su situación es desesperada. Trabajaba a turnos y no podía cuidar de su hija, y por ello la niña vive con su padre en Murua. "Sí, la niña va a Gopegi al colegio. A ella no la voy a empadronar en Oñati, tiene seis añitos, ¿con quién se va a quedar allí? No puedo pagar a una persona para que la cuide mientras estoy trabajando", afirma. Para colmo, su expareja le avaló cuando compró la vivienda. "Igual también le van a fastidiar a él, nos vamos a quedar todos en la calle", augura Eva, que no entiende por qué la Diputación la ha investigado tan a fondo, para llegar además a una conclusión errónea. "La gente decía que con Bildu todo iba a ser mejor, pero en cuanto entraron me empezaron a mandar una carta detrás de otra para que pagara", afirma.

Conchi Palencia, de Kaleratzeak Stop Araba, se sorprende al escuchar lo que le acaba de suceder a Eva. "Estas inspecciones son instrumentos que las diputaciones utilizan para evitar fraudes, para que no te desgraves tu casa si vives en otro sitio, pero es evidente que le han dado muchas vueltas para ir a por una persona indefensa y con bastantes problemas económicos", critica.

El hecho de haber acudido pronto en busca de ayuda le va a proporcionar a Eva un buen y prematuro asesoramiento legal, además de una mayor capacidad de presión ante el banco de la que pudiera ejercer ella sola, pero lo que realmente quiere es ponerse al día cuanto antes. "Yo no pierdo la esperanza de conseguir trabajo, porque sin trabajo no vivo, me siento mal", asegura.

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El paso de entregar las llaves

Izaskun no se llama Izaskun. Es un nombre ficticio porque esta mujer no quiere que nadie conozca su situación, como tantas de las familias que recurren a Kaleratzeak Stop. "Teníamos un negocio que iba muy bien, empezó la crisis, dejamos de vender y había que pagar un montón de cosas. Hablamos con el banco, me dijeron que me quitarían el piso y llegamos a esto". Esto significa que un día Izaskun fue al banco, entregó las llaves de su casa y se fue a otro sitio con su familia y con la deuda aún pendiente.

Durante dos años y medio, Izaskun trató de negociar sin éxito. "Yo llamaba y me daban largas, preguntaba cómo estaba la subasta y no me decían nada" . Todo eso hasta que se puso en contacto con Kaleratzeak Stop y así se lo comunicó al banco. "A las pocas horas ya sabían por cuánto había sido tasado y vendido, todo, en un momento". La pasada semana se dio un nuevo paso, quizás el definitivo. "Parece que el problema se va a solucionar, he estado hoy mismo hablando con ellos y, como no me he resistido a entregar las llaves y tengo más deudas, están estudiando la condonación, además no es una deuda muy grande y no tienen por dónde cogerme, porque hay más gente pendiente de cobrar", explica.

Ahora Izaskun duda de cosas que antes tenía, como tanta otra gente, muy claras. "Es preferible vivir de alquiler que en un piso en propiedad, te viene IBI, te viene nosequé, y luego tienes que ver cómo echan a la gente a la calle como perros. ¿Qué ha hecho falta, que se mate una persona para que se pare todo esto? No hay derecho, no es normal que te quedes sin tu piso y sigas teniendo una deuda", lamenta.