Vitoria. Son las 5.30 horas y el aeropuerto de Foronda despierta helado por el frío y envuelto en una frondosa niebla. A pesar del gélido ambiente, el regreso de los vuelos de pasajeros a Gasteiz ha devuelto cierta esperanza a una terminal herida de muerte por los recortes horarios y de personal impuestos por el Gobierno central, la puntilla a una espiral de decadencia que viene de lejos. El renacer, de momento, ha sido tranquilo, gracias al enlace diario que desde el pasado 28 de octubre conecta la capital alavesa con Barcelona. La joven compañía Helitt ha apostado por Foronda para ofrecer este servicio después de largos meses de ostracismo sólo amortiguados por la actividad carguera: Vitoria tiene aeropuerto... y aerolínea, enfatiza con optimismo la página web de la firma andaluza.

Carmen Romero, jefa de escala de Helitt, arranca su jornada laboral y ejerce de anfitriona a este periódico. Ella es la responsable de que todo esté a punto cuando la tripulación llegue a Foronda al filo de las 6.15 horas, una antes de que el avión despegue rumbo a la ciudad condal. Apenas dos pasajeros esperan ya a la apertura del mostrador de facturación, un ritual que sirve para poner en marcha toda la maquinaria. El pasaje de hoy va al 50%, con 33 pasajeros. “Los lunes y los viernes son los días más fuertes. Entonces se supera el 75% de ocupación. Y también los domingos, con el viaje de vuelta a Vitoria”, desvela Romero.

Entre sus primeras funciones se encuentran controlar la lista de pasajeros, sus características y necesidades especiales -sin las hay-, distribuirlos en la cabina para lograr el centrado óptimo del avión o revisar las condiciones meteorológicas de los aeropuertos en los que hará escala. Después de Barcelona, la aeronave enfilará rumbo a Badajoz y Madrid, entre otros destinos, para regresar de nuevo a Gasteiz desde Barcelona pasadas las 22.00 horas. Pese a las condiciones climatológicas, hoy se prevé un vuelo tranquilo.

Axel, administrativo, se encarga de controlar la facturación, que se anima paulatinamente a medida que corren los minutos. Pocos pasajeros se decantan por llevar su equipaje en las bodegas. A la mayoría, viajeros de negocios, les basta con una pequeña maleta que también puede viajar en la cabina. El trabajo previo empieza a estar listo y la tripulación, compuesta por cinco personas, hace acto de presencia en Foronda. Tras revisar los primeros datos del vuelo en la terminal, pasan el control de seguridad y acceden a la pista para revisar el avión in situ, por dentro y por fuera, con el objetivo de proceder a su definitiva puesta a punto.

El visto bueno Paco Garijo, comandante, está acompañado por dos copilotos, Francisco y Luisma, para realizar las comprobaciones técnicas pertinentes. Cristian y Alin-Bogden, encargados de que la cabina esté en buen estado y de asistir a los pasajeros, completan el equipo. Cada uno desde su parcela, cuentan con cerca de 20 minutos para dar el visto bueno a la aeronave antes de comenzar el embarque. Garijo, primero, comprueba si debido al intenso frío el avión tiene escarcha para llamar, si el resultado es positivo, a un camión cargado de un fluido especial para el deshielo. No hace falta, aunque se trata de un procedimiento muy habitual durante los duros inviernos vitorianos. La niebla tampoco va a suponer un problema. “Tenemos 200 metros de visibilidad y lo mínimo para el despegue son 150. Estamos un poco al límite, pero dentro de lo exigible”, advierte el comandante.

Posteriormente, Garijo comprueba que el avión no tiene golpes, que los neumáticos y las sondas están en buen estado, que los registros del fuselaje se encuentran cerrados o que las alas y las hélices no presentan problemas, entre otros aspectos. Romero, también en la pista, no pierde en ningún momento el contacto con la torre de control, con el centro de operaciones de Helitt o con Axel, ya dispuesto para proceder al embarque. El resto de la tripulación, dentro de la aeronave, realiza los últimos chequeos de seguridad, decide la distribución del equipaje en la bodega para que no se produzcan desequilibrios y autoriza la entrada de los pasajeros. ¿Suele haber problemas? “No es habitual. Además, cuando el avión duerme en un aeropuerto un mecánico se encarga de revisarlo por la noche”, certifica Luisma. “Pasaje a bordo, por favor”, transmite Romero a través del walkie. Son las 6.45 horas, momento de cerrar la facturación e iniciar el embarque.

Cierre de puertas Jon, Isaac y Alex, operarios de rampa, entretanto proceden a cargar los equipajes en el avión. Al mismo tiempo, los pasajeros acceden a la aeronave y sus puertas cierran a las 7.00 horas. “A partir de ahora, no se admite a nadie más bajo ningún concepto”, explica Axel. En esta ocasión, tres de los 33 pasajeros se quedan en tierra, cifra poco habitual habida cuenta de la pequeña capacidad de este avión, 66 plazas. Antes del despegue, un pasajero avisa de que ha olvidado su ordenador portátil dentro de la terminal. Tras una intensa búsqueda por las salas del aeropuerto que no da resultados, éste finalmente se percata de que sí lo llevaba encima. No faltan las anécdotas de este tipo. “Sobre todo, que la gente llegue al límite. Aunque de momento no ha habido ningún percance grave aquí”, certifica Romero.

La excepción llegó durante los primeros días de operaciones de Helitt en Foronda, cuando un caza se estrelló en la pista del aeropuerto de Badajoz, una de las bases principales de la aerolínea, obligando a cancelar un vuelo con origen en Vitoria. “La gente aquí es muy educada y se lo tomó con deportividad”, certifica la jefa de escala. Tampoco faltan las alabanzas para el personal del aeropuerto. “Estamos muy contentos de trabajar aquí. Todo el mundo es muy amable y facilita todo. Eso es porque el aeropuerto es pequeñito”, concluye.

Con todo a punto, Romero se encarga de dar la salida al vuelo. El ruido de las hélices es ensordecedor. Tras realizar las maniobras pertinentes y con un mínimo retraso por la presencia de un avión de carga en la pista, el aparato inicia su marcha. En apenas una hora, aterrizará en El Prat. Pero el trabajo sigue en Foronda. Carmen y Axel envían vía e-mail un reporte a Aena y a la compañía con las características del vuelo que acaba de despegar para dar fe de que todo ha ido sin problemas. Es la oportunidad, también, de notificar cualquier incidencia en caso de que se produzca. Ya por la noche, cuando el avión regrese a Foronda, comprobarán los niveles de combustible, acompañarán a pasajeros y tripulación hasta la terminal y comenzarán a preparar el aparato para el vuelo del día siguiente. Y vuelta a empezar.