La noche de Halloween fue larga para numerosos gasteiztarras, pero ayer, Día de Todos los Santos, otros muchos cumplieron con la tradición de acercarse a los cementerios de la ciudad para rendir tributo a sus difuntos. La noche y el día, una fiesta importada pero con los años cada vez más popular en la capital alavesa frente a una celebración arraigada e histórica, marcada en rojo para los católicos. El Salvador y Santa Isabel se tiñeron del color de las flores desde primeras horas de la mañana en una jornada de sentimientos, recuerdos, silencio, oraciones en voz baja y hermanamiento. Como si los muertos quisiesen dejarse oír, las fuertes rachas de viento y -por momentos- la lluvia marcaron también el día desde el plano climatológico.
Los accesos a El Salvador, el camposanto nuevo y más grande de la ciudad, volvieron a quedarse pequeños debido al incesante tránsito de vehículos, pese a los esfuerzos de la Policía Local por regular el tráfico. Las largas colas para acceder al cementerio hacían presagiar una gran afluencia en su interior, algo que quedó patente al traspasar sus imponentes puertas y adentrarse en sus largas y laberínticas calles.
Fuera, las colas se repetían para comprar flores con las que decorar las tumbas de los ausentes. La crisis ha hecho daño a las floristerías locales, que viven su particular agosto durante este puente, y la gente opta por adquirir ejemplares más económicos y sencillos. Las coronas, si las hay, prácticamente han pasado a ser coto cerrado para los funerales. Pese a todo, el optimismo invadía a Conchi, apostada frente al cementerio de Santa Isabel desde las 9.00 horas. "La cosa va bien, hoy es el día clave para nosotros. Ayer -por el miércoles- también fue bueno", aseguraba. Claveles, margaritas y gladiolos son algunas de las flores favoritas para los vitorianos durante este señalado día, en conjuntos que oscilan, en su caso, entre los 10 y los 25 euros. "Se nota la crisis. Ahora van a por lo más económico", certificaba Conchi.
a pie... o en autobús Pasado el mediodía, arrancaron las horas punta en los dos cementerios, los momentos de mayor afluencia. Al margen de los gasteiztarras que se acercaron a pie, visitantes de localidades cercanas como Miranda de Ebro lo hicieron también en autobús o tren, que llegaron a la ciudad inundados de flores y recuerdos. En el histórico camposanto de Zaramaga fue de nuevo un día especial, donde parejas jóvenes, niños, ancianos y familias enteras compartieron espacio y añoranzas por los que ya no están. "Se nos tumba todo hoy -por ayer-. Hace un viento que es increíble", lamentaba Jesús Mendizabal, escoba en mano, sobre el panteón de su familia, intentando mantener en pie varias macetas con flores. Muchos también aprovechan esta jornada para adecentar unas tumbas que el paso del tiempo y la espesa vegetación estropean. Otros tantos son unos habituales de Santa Isabel, no sólo el 1 de noviembre. "Me gusta venir muchos días a visitar a mis familiares. Este día es fijo, pero llevo viniendo más de 60 años", explicaba Maite Cendoya. Muy cerca, el panteón de la familia Pérez de Arenaza Cortés volvía a convertirse como otros muchos años en uno de los más admirados por los visitantes, por la gran cantidad de flores que lo decoraban.
Tampoco faltan los curiosos, aquellos que visitan Santa Isabel para empaparse de un gran trozo de historia de la capital alavesa. Varios inmensos panteones de familias nobles de finales del siglo XIX y comienzos del XX se erigen en el centro del camposanto despertando la fascinación de quienes los contemplan. Lástima que las manos de algunos vándalos hayan hecho de las suyas durante los últimos años destrozando vidrieras y llenando de suciedad el interior de estos monumentos. "A quien haya hecho esto habría que meterlo en la cárcel", lamentaba Paqui, observando con tristeza la manera en que "se ha destrozado parte de la historia".