Vitoria. Nuclenor, la empresa que explota la central nuclear de Garoña, modificó un tubo hasta obtener el diámetro que necesitaba para encajarlo en el sistema de refrigeración del reactor, según han explicado a DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA fuentes conocedoras de la operación. El alto coste de fabricar una nueva pieza a medida, de varias decenas de miles de euros, llevó a los responsables de la central a encargar a una empresa de Vitoria que ensanchara el calibre de un tubo de hierro del que ya disponían, mediante su relleno con carbón y la posterior aplicación de calor hasta alcanzar la anchura que permitiera acoplarlo al sistema de refrigeración.
Este periódico trató ayer de ponerse en contacto con los responsables de la instalación nuclear, sin éxito, para conocer la versión de Nuclenor, que ya ha anunciado su intención de dejar de explotar la central a partir del próximo año.
Pese a que su idea inicial era continuar produciendo energía eléctrica hasta 2019, desde la firma participada a medias por Endesa e Iberdrola se asegura que la incertidumbre sobre los planes del Gobierno central con respecto a la energía nuclear le han llevado a reconsiderar su posición, y por ello dejó pasar el plazo que tenía para solicitar una prórroga que el Gobierno le había puesto en bandeja, eso sí, siempre que pasara antes por caja. El PP pretende aplicar nuevas tasas a las centrales nucleares, una carga impositiva con la que Nuclenor no contaba, y que se añadiría a la inversión de más de cien millones de euros necesaria para permitir que la instalación siga en funcionamiento siete años más en unas condiciones aceptables de seguridad.
A todas estas variables se ha sumado, por otro lado, la clausura el pasado mes del reactor 3 de la central nuclear de Doel, en Bélgica, cuyas vasijas están construidas con los mismos materiales que la de Garoña y por la misma empresa. Los expertos nucleares belgas detectaron alrededor de 8.000 fisuras en la vasija, e inmediatamente se convocó a Doel a las autoridades nucleares de los países donde se utilizó el mismo material. De forma paralela, el director general de la Agencia Federal Nuclear Belga, Willy De Roovere, instaba al cierre "permanente" de los veinte reactores de todo el mundo cuya vasija fue construida por el mismo fabricante, la extinta firma holandesa Rotterdam Droogdok Maatschappij.
Precisamente el de las grietas ha sido uno de los problemas históricos de la central burgalesa, que ya ha superado su vida útil de cuarenta años y que el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero se comprometió a cerrar el próximo año 2013.
El gravísimo accidente en la central de Fukushima, cuyo reactor es gemelo al de Garoña, como consecuencia del fuerte terremoto y posterior tsunami sufrido en Japón en marzo de 2011, elevó la presión social a favor del cierre de una instalación que se ha convertido en símbolo para los movimientos antinucleares a causa de su longevidad y de las múltiples incidencias sufridas a lo largo de los últimos años.
A pesar de ello, una de las primeras medidas del Gobierno del Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy fue la de permitir la prórroga de la actividad de la central, por lo que la decisión posterior de gravar a las nucleares cayó como un jarro de agua fría en Nuclenor.
El distanciamiento entre el Gobierno del PP y el lobby nuclear, y la propia renuncia de Nuclenor a seguir explotando Garoña ha dejado como únicos defensores de la continuidad de la instalación a sus propios trabajadores y a una Junta de Castilla y León que siempre ha defendido Garoña apelando a la variable económica.
En Euskadi, con dos grandes núcleos de población como Vitoria y Bilbao dentro del radio de sesenta kilómetros de la central, es la cuestión de la seguridad y no la económica la que ha preocupado históricamente, de forma muy singular en Álava.
De persistir Nuclenor en su idea de abandonar Garoña, el Ejecutivo de Rajoy deberá a hacer frente al costoso proceso de desmantelamiento de la instalación, como ya ocurrió con la central de Zorita, en Guadalajara.