Y tú, ¿de qué equipo eres?
la lluvia y las cuestas dominan mi llegada a euskadi, marcada por la visita a la ikastola alkartu de barakaldo
guillermo nagore
@gnagore
Caminar por Bizkaia esta semana ha sido sencillo, solo había que seguir las flechas a Bucarest. Bueno, en realidad, las flechas a Bucarest empezaban en Castro Urdiales, territorio Athletic. Creo que había más banderas rojiblancas en el puerto castreño que en la Gran Vía. Por eso, no es de extrañar la primera pregunta a la que tuve que hacer frente en la ikastola Alkartu de Barakaldo, un centro de 437 críos que quiso sumarse al apoyo a las gentes con Alzheimer y sus cuidadores con un inolvidable recibimiento al tipo que va andando camino de Jerusalén, al que regalaron una camiseta solidaria que se paseará por 14 países y un cuaderno con dedicatorias en castellano y en euskera con la frescura e ingenio propio de la edad. "Espero que te guste el paisaje", me deseaba Maialen.
En el salón de actos, con críos de Infantil y Primaria, frente a la chavalería, decenas de manos levantadas, que ya se sabe que las criaturas lo preguntan todo, y un crío, nervioso por lo que se jugaba su equipo al día siguiente y enfundado con su camiseta del alma, rompe el fuego de las preguntas: "Oye, tú, ¿de qué equipo eres?". Ya se sabe, las cosas claras y el chocolate espeso. Había que ubicar al extraño con la mochila grande, situarlo, ver si se le daba el plácet o no. Un par de circunloquios para explicarle a la criatura que yo soy de Pamplona, que había nacido allá, que hay un equipo que va de rojo, que yo soy de esos sin solución y tal pero que al día siguiente le iban a ganar al Sporting de Portugal. Prueba superada. El chaval me dio pasaporte. "Podía haber sido mejor pero bueno, no es lo peor que podía haber pasado?", pensó por el gesto el pequeño rojiblanco.
Después, una lección magistral de los docentes baracaldeses de la ikastola, empeñados en elevar la educación al grado de compromiso, de experiencias, de sensaciones y emociones que es lo que, al final, guardan los críos en los recuerdos. Esta vez le tocó al Alzheimer encarnado en mi persona, pero antes han sido otros temas. Y otros que seguirán.
Fue sin duda la mejor experiencia de una semana por tierras vizcainas, en las que el camino empieza a hacerse vasco, muy vasco, demasiado vasco. Para arriba, para abajo, con agua, sin descanso, duro pero con mucha historia, como el paso por la ruta juradera o la visita al monasterio de Zenarruza, y el entusiasmo de los amigos del Camino de Santiago de Bizkaia, empeñados en darle al tramo del territorio la importancia en la historia que merecen. Así que con la compañía de las gentes del Alzheimer vizcainas, de las alavesas, que se sumaron en una etapa para apoyar el proyecto, y de los amigos del Camino vizcainos la dureza se ha suavizado varios enteros
Y para que nada faltase en el trayecto, la casualidad, o tal vez no, hizo que el jueves 26 el viaje entrara en Gernika dos horas antes de que sonaran las sirenas para no olvidar jamás lo que nunca debió suceder hace 75 años. Ana Vozmediano me escribía en ese momento en el Twitter, "para que no se repita el Alzheimer social". Pues eso, Ana, para que no se repita.
El viaje entró en Gernika dos horas antes de que sonaran las sirenas para no olvidar lo que nunca debió suceder
Alberto Cantera y Maitane Kortazar contemplan el claustro del Monasterio de Zenarruza. Foto: dna