Porto Santo Stefano. El naufragio en el mar Tirreno frente a la isla de Giglio (centro de Italia) del mayor crucero italiano, el Costa Concordia, con 4.229 ocupantes a bordo, se saldó ayer con al menos 3 fallecidos, 40 heridos, 70 desaparecidos y con la detención del comandante del barco.
Los muertos son un peruano, miembro de la tripulación, y dos turistas franceses cuyos cadáveres fueron recuperados en el mar por los socorristas que trabajaban en las tareas de búsqueda en torno al casco del barco, de 114.500 toneladas y casi 300 metros de eslora. Además de los tres fallecidos, 40 pasajeros sufrían heridas de diversa consideración y dos de ellos se encontraban graves, uno con un traumatismo craneal y otro en la espina dorsal.
Por su parte, el comandante del crucero, Francesco Schettino, fue detenido, según el fiscal jefe de Grosseto (centro de Italia), Francesco Verusio, quien le interrogó durante varias horas. Otro miembro de la tripulación, cuya identidad no fue desvelada, también está siendo investigado, según medios italianos.
En el barco viajaban 177 españoles, 107 latinoamericanos (de Brasil, Argentina, Perú, Venezuela, Chile, Cuba, México, Ecuador, Colombia, República Dominicana y Uruguay) y un andorrano, además de casi un millar de italianos, 569 alemanes y 462 franceses, los tres países con mayor número de pasajeros por delante de España.
Un grupo de nueve españoles de Mallorca que viajaba en el crucero buscaba ayer en Porto Santo Stefano (frente a Giglio) a uno de sus familiares, del que no tenía noticias desde el naufragio. Otro joven de la misma isla, alojado en un hotel de Roma, tampoco tenía noticias desde el viernes por la noche de los dos amigos que le acompañaban.
El naufragio se produjo a las 21.40 hora local del viernes (la misma hora peninsular española) cuando el barco se dirigía desde el puerto de Civitavecchia, a 70 kilómetros al norte de Roma, hacia Savona (noroeste de Italia), etapa de un crucero por el Mediterráneo que tenía escalas en Barcelona y Palma de Mallorca (España), así como Palermo y Cagliari (Italia) y Marsella (Francia).
Hasta el momento se desconocen las causas del suceso, aunque se baraja la posibilidad de que el capitán siguiera una ruta equivocada, ya que el buque no debería encontrarse en el punto donde recibió el impacto contra las rocas a ambos lados del barco, que ha quedado escorado a 80 grados y encallado en un banco de arena de 30 metros de profundidad.
Según contaron los supervivientes de la tragedia, cuando la mayoría de los pasajeros estaba cenando se escuchó un fuerte golpe y a la vez se fue la luz, tras lo que el comandante del barco llamó a la calma, asegurando que se trataba de una avería eléctrica. "Ha sido una pesadilla, parecía el Titanic, pensábamos morir", afirmaron los italianos Silvana Caddeo, Ignazio Deidda y Mirella Corda, quienes precisaron que cuando tuvo lugar el accidente estaban cenando y se produjo el golpe, que propició la caída de botellas y vasos de las mesas, tras lo cual se oyeron las sirenas de emergencia.
"La gente gritaba y los niños lloraban, en medio de la total oscuridad", agregaron, a la vez que aseguraron que inmediatamente se dieron cuenta de que la cosa era más grave porque el barco comenzó a escorarse y vieron a muchas personas arrojarse a las frías aguas del Tirreno.
Rescate muy lento Varios turistas españoles y latinoamericanos, que se alojan en un hotel próximo al aeropuerto romano de Fiumicino a la espera de ser repatridos, expresaron su indignación por el trato recibido por parte de los responsables del crucero y el "caos" que se vivió durante la evacuación. "La tripulación no tenía ni idea de cómo evacuar el barco y el capitán nos mintió. Dijo hasta el último minuto que todo estaba controlado y que solo era un fallo eléctrico", comentó la chilena Claudia Fehlandt. En este sentido, algunos viajeros denunciaron que las tareas de socorro fueron muy lentas, que antes de abandonar el barco pasó una hora y media y que el capitán sabía de la gravedad de la situación y "no hizo lo que debía".
Los viajeros fueron traslados en botes salvavidas a Giglio. Después, la mayor parte de ellos fueron trasladados a Roma y a Savona para ser alojados temporalmente en hoteles y repatriados posteriomente a sus países, entre ellos España, hacia donde la compañía responsable del crucero se plantea fletar un vuelo chárter hoy mismo.
El Ministerio italiano de Transportes ha abierto una investigación oficial sobre el suceso, así como la Fiscalía de Grosseto (centro de Italia).