jerusalén. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lo soñó en sus pesadillas. El público aplaudía emocionado el discurso, pero no era él quien lo pronunciaba ante el Congreso de Estados Unidos, era el presidente palestino, Mahmud Abbas, frente a representantes de los países de todo el mundo. Las doce ovaciones que la Asamblea General dedicó a Abbas contrastaron con los tímidos aplausos que la grada de seguidores israelíes y las arrinconadas bancadas estadounidense y alemana le brindaron a Netanyahu.
Cada una de las ovaciones que recibió el presidente palestino fueron repetidas a su vez con gritos de júbilo al otro lado del océano por los palestinos que se habían reunido en las plazas de las principales ciudades frente a pantallas gigantes. El Abbas templado que siempre optaba por el camino del medio, que evitaba las declaraciones incendiarias y que trataba de contentar a Estados Unidos a toda costa se transformó el viernes, a la vista de su gente, en un líder a la altura de las circunstancias y de las demandas de su pueblo.
Duro, crítico y directo, y con un inteligente y emotivo discurso dedicado a palestinos, a israelíes (que no a su Gobierno) y a los votantes indecisos del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, solo mencionó a Estados Unidos una vez, dejándole claro que ya forma parte del pasado y que las reglas del juego han cambiado; ahora el árbitro es una comunidad internacional que le apoya.
El clímax llegó con el anuncio de la entrega a Ban Ki-moon de la petición palestina de convertirse en el estado 194 de Naciones Unidas. La Asamblea General se puso en pie y en Ramala se empezó a corear en masa el nombre de pila de Abbas -Abu Mazen- por primera vez desde que tomó su cargo. En Belén, las inglesas hicieron replicar sus campanas y los muecines de las mezquitas cantaron a una hora que no era la del rezo. En Nablús, los más jóvenes ayudaban a sus familiares a subir a los tejados para agitar banderas palestinas, y en Jerusalén Este la puerta de Damasco de la antigua ciudad amurallada contemplaba la celebración de varias centenas de palestinos que salían a expresar su alegría.
discurso de Netanyahu Quien no demostró tanta pericia diplomática fue Netanyahu, que con innumerables referencias bíblicas pareció dedicar su discurso a un público que ya tiene asegurado: los judíos religiosos, el Gobierno americano y los cristianos evangelistas. El primer ministro israelí optó por una extraña estrategia para ganarse a su audiencia, diciendo que "una organización terrorista preside el Consejo de Seguridad", en referencia al Gobierno libanés formado por Hezbolá. Tras ello, vinieron todos los tópicos victimistas utilizados una y otra vez por la diplomacia israelí y desafortunadas referencias como las "llaves de Gaza" que Israel entregó a Abbas, cuando la población de la franja lleva sin ver puertas abiertas al bloqueo de Israel desde hace cuatro años.
Pero a los palestinos no les interesaba nada lo que Netanyahu tuviese que decir. En Ramala, tanto la gente como los coches de policía se habían desplazado entre cánticos y bocinazos a la plaza central de Al Manara, donde cantaban a coro: "Adiós Netanyahu, nos vemos en La Haya". Los palestinos saben que queda un largo recorrido por delante: Ban Ki-moon envió la solicitud rápidamente al Consejo de Seguridad, pero es probable que este, a partir del lunes, decida fundar un comité que evalúe si la petición palestina cumple con todos los requisitos formales. La de Sudán del Sur se aceptó en cinco días, pero otros países como Taiwán llevan esperando años. Sin embargo, y a pesar de las dificultades del proceso, ayer, los palestinos estaban felices porque al fin tienen algo que celebrar.
La diplomacia se mueve Los movimientos diplomáticos no se han hecho esperar y, en la misma noche del viernes, el Cuarteto para Oriente Medio propuso a las partes reanudar las negociaciones directas dentro de un mes para alcanzar un acuerdo definitivo a finales de 2012. Según el plan, las conversaciones se retomarían en el plazo de un mes; al cabo de seis meses se firmarían los acuerdos sobre fronteras y asentamientos, y tras un año se sellaría un pacto definitivo. Sin embargo, la nueva y reforzada Autoridad Palestina no va a ceder a la primera de cambio. Sabiéndose con la sartén por el mango, ha rechazado la propuesta del Cuarteto porque, en palabras de su ministro de Exteriores, Riad al-Maliki, "no satisface las expectativas palestinas, ya que no menciona las fronteras del 67 ni el cese de la construcción de asentamientos".
Y no sólo eso: "El debate en el Consejo de Seguridad sobre la creación de un Estado palestino solo deber retrasarse semanas, no meses", avisa el presidente Abbas. Mientras, el oficial de Al Fatah Azzam al Ahmed se permite exigir más: "Solo esperaremos dos semanas".
A pie de calle, los palestinos amanecían ayer exultantes. Y, por primera vez, en mucho tiempo sonreían al ojear las portadas de los periódicos. "Es el momento de la primavera palestina", titulaba el periódico Al Quds. Al Ayam y Al Hayat subrayaban el giro de los acontecimientos. "Palestina renace de nuevo", rezaban sus portadas. Hani, contable en Belén, prepara los papeles para mudarse de país, pero reconoce que "el discurso de Abbas me emocionó hasta el punto de llorar. Se ha ganado mi respeto. Realmente me hizo sentir orgulloso de ser palestino". A su lado, Zuzu, dueño de una tienda de bebidas, agradece que el presidente palestino dijese ante el mundo que "la gran concesión la hicimos en el 88, renunciado al 78% de la histórica palestina. Antes era poco partidario de conformarme, pero estoy dispuesto a apoyar esta nueva línea de Abbas". El día del discurso fue el cumpleaños de Samir, estudiante universitario de Ramala. "No tenía pensado celebrarlo, porque hace poco murió un familiar, pero ver a Estados Unidos y a Israel por fin aislados en el mundo fue el mejor regalo. Aunque Estados Unidos utilice su derecho a veto, estoy con Mahmud Abbas", señala el joven.
Rami, profesor en un colegio de la localidad de Hebrón, trata de no dejarse llevar por la euforia. "Si conseguimos el estado no miembro, la Autoridad Palestina se tiene que comprometer con la resistencia no violenta, con la transparencia de su Gobierno y con la reconciliación de las facciones. Es una simple batalla ganada. La guerra no ha hecho más que empezar", apunta.