laguardia. Aunque es imposible saber cifras, entre sindicatos y bodegueros se sabe que en época de vendimias hay trabajadores irregulares en Rioja Alavesa, principalmente senegaleses y marroquíes. Y hasta cuadrillas de portugueses que llegan desde la comunidad vecina de La Rioja y, sin pasar por el centro de contratación del sindicato UAGA, apalabran con viticultores unos precios por debajo de los que marca el mercado para ocuparse de la recogida de la uva en las viñas más apartadas de las carreteras. Evitan así ser pillados por los inspectores de trabajo. Esta es, por tanto, una historia para observadores, en la que una parte de ella se desarrolla sobre caminos rurales y, en menor medida, por algunas carreteras.
La ciudad riojana de Nájera es, desde hace muchos años, uno de los puntos neurálgicos de llegada de subsaharianos -los senegaleses los llaman allí-. Desde hace más de veinte años allí van llegando y desde allí van saliendo hacia diferentes lugares. Suelen arribar durante los primeros diez días de septiembre y utilizan la estación de autobuses como cuartel general. Unos caen en manos de las mafias o redes, que se quedan con una parte de su salario y no les facilitan alojamiento ni manutención. Esas mafias están constituidas por portugueses o marroquíes y si hay algún conflicto durante las vendimias es porque han chocado los intereses de unos y otros. Las autoridades hacen la vista gorda y se limitan a pasear de vez en cuando para que no haya alteraciones en el orden público. La consigna es que pase cuanto antes la vendimia para que se vayan a otro lugar, por eso, desde el Ayuntamiento de la ciudad de Nájera ni siquiera se les facilita alguna prestación, al margen de enviarles a organizaciones como Cáritas o a la Cruz Roja.
Y aquí es donde nació la leyenda de Mamá África, una joven de esta ciudad, propietaria de un bar que, desde hace 15 años, en solitario, les lleva comida al mediodía a un solar en las afueras de la ciudad y, por la noche, la cena debajo del puente sobre el río Najerilla. Fueron los propios senegaleses quienes la bautizaron con ese apelativo y quienes, además, la defienden de los insultos e intentos de agresión de los marroquíes, que prefieren que las personas de color pasen hambre para que no les quede más remedio que entrar en sus redes.
Y estos son los que de madrugada hacen los diez o doce kilómetros que los separan de tierras alavesas. Muchos van en grupos de tres o de cuatro personas y, evidentemente, procuran ser vistos lo menos posible. Otros marchan en solitario y sólo recurren a la carretera de Nájera a Elciego para cruzar el puente sobre el río Ebro, en Cenicero. A alguno de ellos es frecuente verlos en la cuneta buscando caracochas, los pequeños caracoles de las zonas secas. No se trata de una afición, ni mucho menos. Serán su comida durante el día.
Atravesado el Ebro, el objetivo de unos y otros es buscar cuadrillas que estén vendimiando lo más lejos posible de las carreteras y allí mismo se ofrecen a los agricultores por diez o quince euros por jornada. Y muchos de ellos tienen suerte: lo logran y su paso por Rioja Alavesa queda inadvertido por la altura de los viñedos, que los ocultan de cualquier mirada externa.
de albergues a guardaviñas Oficialmente, el número total de temporeros que son contratados para la vendimia asciende a unos 1.600 o 1.700. Pero en realidad son unos cuantos más. Algunos empresarios estiman que en torno a unos 400 más. Los que tienen papeles dormirán en los albergues de las bodegas, en lonjas o en pisos. Otros, los que pasan caminando, si se quedan porque encuentran una cuadrilla de vendimiadores que los acepte, con precios irrisorios, no tendrán más remedio que dormir en los guardaviñas (casetas de piedra a los pies de las viñas), gastar lo ganado para comer y reservar alguna moneda para un billete de ida a otro lugar donde también trabajarán de braceros.
No obstante, el temporerismo en Rioja Alavesa tiene una larga tradición y está mejor organizado que en las otras zonas de la Denominación de Origen Calificada Rioja. Por un lado están las bodegas que disponen hasta de albergues con todas las comodidades para sus trabajadores de temporada. Normalmente son cuadrillas que regresan un año tras otro gracias a la confianza mutua que se genera entre empleados y empleadores. Estos albergues son su techo y cobijo, y no les supone ninguna reducción en el salario, ya que el empresario los pone a su disposición con el objetivo de que se encuentren en las mejores condiciones posibles de descanso, ya que ello también repercute en una mejora del rendimiento laboral. Torre de Oña, Luis Cañas, Marqués de Riscal y Ostatu son algunas de estas bodegas que han logrado consolidar buenos equipos de trabajo gracias a las infraestructuras que ofrecen a sus temporeros.
La otra forma de ser contratados es a través de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Álava (UAGA). La explanada de su sede de Laguardia se ha convertido en el lugar de espera para una gran cantidad de estas personas, ya que cada vez son más los agricultores y bodegueros que acuden a la UAGA en busca de trabajadores. Allí, tanto unos como otros son informados de sus derechos y obligaciones, se les asesora sobre cómo debe ser el contrato de trabajo y se les dan instrucciones de lo que establece la normativa y legislación para que la relación sea legal a todos los efectos. Hasta el año pasado, en Elciego se establecía una oficina que gestionaba contratos y altas y bajas en la Seguridad Social, además de información general. Este año, sin embargo, se ha suprimido esa oficina y, en su lugar, se ha ubicado en las oficinas de la Cuadrilla de Rioja Alavesa un despacho con información e impresos.
Aunque esa reducción del servicio público parece un ajuste presupuestario puro y duro, en esa oficina, que está en un primer piso y que no gestiona nada, la única persona que la lleva argumenta que "como todos los trámites se pueden hacer por Internet, ya no es necesaria la infraestructura que había en Elciego y además aquella oficina estaba peor comunicada que Laguardia".
Lo cierto es que está al otro lado de la carretera, enfrente de la explanada de la UAGA donde se amontona en estas fechas una gran multitud de personas de distintas razas, aunque principalmente subsaharianos y marroquíes.
Ellos sí tendrán la suerte de contar con el asesoramiento, igual que los agricultores, del sindicato agrario, y cuando vayan a trabajar lo harán bajo las condiciones que exige la actual ley. Una normativa vigilada de cerca tanto por los inspecciones de Trabajo, como por la Ertzaintza. Ambos organismos ejercen un control muy duro, hasta el punto incluso de dedicarse a sobrevolar las zonas donde se concentran los temporeros con helicóptero. ¿Su objetivo? Aterrizar en el momento en que tengan la sospecha de haberse topado con trabajadores irregulares.