EN el décimo aniversario de los atentados del 11-S las miradas se vuelcan en Nueva York, en esa ciudad que muchos consideran la verdadera "capital del mundo". Ojos que además podrán ver cómo se estrena, en pleno Manhattan, la cátedra Bernardo Atxaga en el Graduate Center de la New York City University. Puede ser una noticia menor en el conjunto de la enorme actividad que genera aquella ciudad, peron es sin duda una excelente noticia para nuestra cultura. Nueva York será también el destino del viaje que dentro de un mes realizará Patxi López a tierras norteamericanas.
Silla ocupada. Contaba Bernardo Atxaga el pasado miércoles en Onda Vasca que la cátedra que lleva su nombre es "una silla que tenemos ahí de manera permanente y que podemos usar", y recordaba que el término "cátedra" proviene del griego y significa literalmente "asiento". Quería el escritor agradecer al Instituto Etxepare del Gobierno Vasco el impulso que ha dado para que esa silla lleve su nombre.
Atxaga toma con cierta relatividad la importancia de que la cultura en euskera "esté en el mundo" y parece que esa permanente preocupación que han tenido durante decenios tanto escritores como los rectores institucionales puede empezar a considerarse una cosa del pasado. Cuando le pregunté por ello, puso un ejemplo muy ilustrativo; Obabakoak acaba de traducirse al coreano y el autor se preguntaba si eso es "estar en el mundo" y si a alguien más allá de su familia le importa que el coreano ya tenga acceso en su idioma a la celebrada novela.
Quizás, lo importante de la cátedra no es que sea un trampolín para la cultura vasca, sino que ésta se pueda hacer allá donde hay interés independientemente de la limitación de los espacios geográficos. Y puesto a derribar esos mitos y esos límites, Nueva York es un excelente escaparate. Sólo cabría ponerle un pero al arranque de la cátedra: el protagonismo que se han arrogado para sí mismas las primeras figuras de la consejería de Cultura y del propio Instituto Etxepare. Pero si ese es el peaje, bienvenido sea y esperemos que este arranque intenso tenga posteriormente continuidad.
Silla vacía. El esfuerzo del Instituto Etxepare contrasta con la desidia con la que el Ejecutivo de López está manejando la presencia institucional vasca en Norteamérica. El lehendakari va de visita oficial junto con empresarios a un país donde apenas mantiene la luz de la oficina encendida. No hay delegado vasco en Estados Unidos, ni en Méjico, ni en Canadá.
La llegada de López supuso poner patas arriba la estructura que durante años había levantado el Gobierno Vasco con mucho esfuerzo. La versión oficial es que esas delegaciones iban a quedar reducidas a oficinas comerciales despojándolas del carácter político (aunque en realidad se quería decir "nacionalista vasco") que le atribuían.
Los hechos no han podido ser más evidentes. Guillermo Echenique cerró la delegación de México y anunció el nombramiento de un delegado en Nueva York como representante para EEUU y Canadá que a su vez llevaría también los asuntos de los que hasta entonces se ocupaba la oficina mejicana. Pero dos años y medio después, la silla sigue vacía y para el resto de delegaciones que han seguido abiertas, el Gobierno socialista ha escogido a políticos profesionales que no destacan ni por sus especiales habilidades diplomáticas ni por su relación con el sector de los negocios. Eso sin contar a Ana Urchueguía, por supuesto.
Los integrantes de las misiones comerciales suelen agradecer el apoyo institucional que supone el acompañamiento del gobernante en esos viajes. Es difícil calibrar el efecto que tiene ese sostén institucional, pero recuerdo que un alto directivo del Grupo Mondragón me dijo hace años en Méjico: "nunca viene mal, pero la verdadera labor no se hace en una semana, sino que se necesita tener presencia todos los días". Son ya demasiados días los que ha dejado pasar el Gobierno Vasco para un área geográfica tan importante.