Vitoria. La mejor manera de que el Valle Salado perviva es recuperar su actividad, en todos sus sentidos. Bajo esta premisa, el año pasado la fundación que se encarga de proteger uno de los principales patrimonios históricos de Álava, junto con el Ayuntamiento de Salinas de Añana, decidió retomar la Feria de la Sal, una cita que trata de difundir el proyecto de recuperación iniciado en 2000.

Aquel año sólo quedaban 42 eras de hacer sal, frente a las 5.600 que componían la explotación en 1960. Este vertiginoso ritmo de degradación de una fábrica salinera con más de dos milenios documentados de antigüedad llevó a las instituciones públicas a impulsar la protección del conjunto. El plan director puesto en marcha entonces ha permitido convertir el lugar en un atractivo turístico y gastronómico. No en vano, desde el año 2010 se ha comenzado a comercializar su sal sin ánimo de lucro.

Las cocinas de Berasategui, Subijana o Aduriz ya utilizan sal de Añana. Así lo constatan las placas colocadas sobre las eras patrocinadas por los prestigiosos restauradores vascos. El detalle no pasó desapercibido entre las decenas de personas que ayer se adentraron en pleno Valle Salado, aunque de una forma diferente a la habitual. Con motivo de la Feria de la Sal, la visita guiada fue teatralizada, de ahí que no sólo los turistas aceptaran la invitación de conocer a fondo la historia de esta villa, la más antigua de Álava, a la que Alonso VII de Castilla convirtió en un auténtico mercado de la sal.

"Me ha encantado. Es otra manera de contar todo lo que ocurrió aquí", comentaba una vecina de Salinas de Añana, impresionada por la cantidad de gente que ayer se acercó hasta la localidad. Desde primera hora del día, la localidad fue tomada por los artesanos, que desplegaron por sus calles productos de primera calidad: miel, embutidos, txakoli, vino tinto o diferentes quesos, entre otros. Las inclinadas cuestas de este pequeño pueblo de no más de 200 habitantes no estaban acostumbradas a recibir a tanta gente, y es que en cualquier esquina ayer había actividad. En el frontón, donde se disputaron emocionantes partidos de pelota, en la bolera, o en la zona del graderío del Valle Salado, especialmente adaptada para los más pequeños, donde pudieron disfrutar de juegos.

Así ha sido a lo largo de todo el fin de semana gracias a un completo programa cuidadosamente diseñado por la Fundación Valle Salado de Añana, la sociedad de salineros Gatzaga y el Ayuntamiento de Añana, cuyo mayor reclamo ha sido el espectáculo de luz y sonido La memoria del Valle Salado, que empleó como escenario las propias eras. Sucedió el sábado, cuando la oscuridad se apoderó de las salinas. Fue una ocasión única para descubrir el lugar desde otro punto de vista, ya que la gran fábrica de la sal se llenó de vida con miles de voces y sonidos, y multitud de colores que iluminaron los entramados de madera. El acto, que duró aproximadamente una hora, narró la vida de los salineros desde el principio de la constitución del Valle Salado hasta la actualidad.

La iniciativa fue todo un "éxito", según explicaba ayer el director-gerente de la Fundación Valle Salado, Mikel Landa, ya que se vendieron todas las entradas de las 826 que había disponibles. "Calculamos que hubo más de un centenar de personas que se quedó fuera", explicaba. La organización ha notado durante todo el fin de semana una afluencia de gente mayor a la del año pasado, lo que permite a la Feria de la Sal cumplir cada vez mejor con su objetivo, que es dar a conocer el trabajo que se lleva a cabo en el enclave.

Hasta el momento se han conseguido recuperar 300 eras, y esperan que para el próximo año estén en funcionamiento otras 300. Sin embargo, reconocen que queda mucho por hacer para devolver a la vida las más de 5.000 eras con las que cuenta el Valle Salado. Asimismo, se acaban de poner a la venta dos nuevos productos dentro de la campaña de la sal, la flor de sal de vino, en colaboración con las bodegas Marqués de Riscal, así como la sal líquida.