VA uno de Zalduondo y pone patas arriba el Tribunal Supremo. Si es que éstos de Zalduondo son así. El pueblo natal de Celedón no se anda con chiquitas, y lo mismo te organiza unos carnavales de muchos kilates que de pronto te pone en solfa la independencia del Poder Judicial. Con un par.

Viene la cosa a cuento de que llevamos una semana de sala en sala por culpa del affaire Bildu. Entre la del Supremo y la del Constitucional, esto ha sido más bien una sala de espera. Al final, parece que Bildu ha ganado el pulso, aunque el resultado haya sido 6 a 5, casi un tie-break en la pista central de Wimbledon. Pero el origen de la resolución judicial, por mucho que su incomprensible jerga nos haga creer que procede del lejano universo de los togados, está en Zalduondo. Como casi todo en la vida. Pues sí. La cosa tiene su origen en Gustavo Fernando Fernández Villate, uno de Zalduondo, que además es el único integrante de la candidatura de la Agrupación Electoral Independiente de Zalduondo. El tío, eso sí, presentó nada menos que 39 avales, que representan la cuarta parte del censo del pueblo.

Hasta aquí todos íbamos bien. Pero resulta que el bueno de Gustavo se había presentado en anteriores comicios como candidato en varias agrupaciones electorales impulsadas por la izquierda abertzale. Y eso, con la que estaba cayendo y según la doctrina del Tribunal Supremo y de la Abogacía del Estado, significaba que presentaba "intensas vinculaciones con los partidos ilegalizados". O sea, que el Tribunal Supremo anuló su lista.

Ninguna de las 11 otras candidaturas anuladas por el Supremo recurrió la sentencia. Al fin y al cabo, ¿qué puede hacer una insignificante agrupación electoral frente a la poderosa maquinaria judicial de un Estado?

Pero los de Zalduondo no entienden de dificultades. Así que Gustavo se lió la manta a la cabeza y envió a Madrid una carta firmada de su puño y letra. En la declaración, expresaba su compromiso exclusivo con las vías políticas y democráticas, y rechazaba el uso de la violencia en general y la de ETA en particular. Y ahora si queréis me ilegalizáis, le faltó decir.

Ante semejantes argumentos, el Tribunal Constitucional no tuvo más remedio que aceptar la participación de Gustavo en las elecciones. Y ya después vino lo de Bildu. No sé cómo recogerán los libros de historia el ridículo que está haciendo estos días el Poder Judicial. Pero siempre sabremos que todo lo empezó uno de Zalduondo.

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