El 14 de abril de 1931, hace hoy 80 años, la bandera tricolor de la Segunda República ascendía por primera vez a los cielos de Eibar iniciando una cascada imparable, que apenas unas horas después alcanzó a Vitoria y el resto de Álava. La proclamación de la República comenzó a fraguarse bastante antes, en enero de 1930, tras la dimisión del general Miguel Primo de Rivera, que con el visto bueno del rey Alfonso XIII y el soporte de la Iglesia católica, el Ejército y las fuerzas conservadoras había concentrado los poderes del Estado durante siete largos años de dictadura. Sometido a una ferviente oposición desde las clases obreras, el catalanismo, destacados intelectuales y, en última instancia, buena parte del Ejército, Primo de Rivera acabó por perder también el apoyo del propio Alfonso XIII, y éste no fue capaz después de devolver a la debilitada y desprestigiada monarquía, tal y como deseaba, a la senda constitucional y parlamentaria. Lo intentó de la mano de Dámaso Berenguer y después, Juan Bautista Aznar-Cabañas, otro dos militares a los que encomendó la normalización de la vida política, como jefes de Gobierno, mediante la convocatoria de sucesivas elecciones.

Los comicios municipales del 12 de abril de 1931, tomados como un plebiscito entre monarquía o república, encumbraron a la conjunción republicano-socialista en las grandes ciudades del Estado dando carpetazo a este corto periodo de un año y tres meses conocido como dictablanda. Se abría así una etapa tan ilusionante por el cambio político como turbulenta, que concluiría con el conflicto armado más cruento de su historia y el triunfo de las fuerzas franquistas, el 1 de abril de 1939.

Pese a que, tal y como recuerda el catedrático de Historia Contemporánea de la UPV, Santiago de Pablo, la coalición monárquica ganó estas elecciones en Gasteiz "por estrecho margen", la ciudad pronto se contagió de la "epidemia republicana". Empujados por el exilio del rey Borbón, que abandonó el país el mismo día 14 para evitar una Guerra Civil, los dirigentes alaveses afines a la República se dirigieron al Gobierno Civil para pedir que se entregara el mando de la provincia a Gabriel Martínez de Aragón, antiguo líder liberal convertido al republicanismo. Ante la negativa del gobernador monárquico, César Medina Bocos, una manifestación popular organizada por la llamada comisión de izquierdas se dirigió de nuevo al Gobierno Civil y, una vez allí, Martínez de Aragón recibió el cargo de mano de las autoridades monárquicas pese a que éstas aún no habían recibido órdenes desde Madrid. "Sin duda, ante el temor de que una nueva negativa provocara problemas de orden público", sintetiza De Pablo.

La marcha se dirigió después al Ayuntamiento, ubicado como ahora en la Plaza de España, donde se izó por primera vez la enseña republicana. Así relató el periódico local La libertad, afín al nuevo tiempo político, la proclamación de la Segunda República en la capital alavesa. Lo hizo en su edición del 16 de abril, porque en la jornada anterior no hubo periódicos tras decretarse festivo el día 14: "Vitoria festejó la fecha con regocijo y complacencia, tomando la ciudad el aspecto de las grandes solemnidades. Sin estridencias, con la sana alegría del que logra una bien ganada reparación tras la ofensa nacional de siete y pico de años sin ley y de mordaza insoportable, Vitoria se expansionó tranquila y cortésmente, cual corresponde a su cultura y a su educación ciudadana. Y en la calle se confundieron el señorito y el obrero, la modistilla y la obrerita. Camaradería y estrecha unión de criterio. ¡Bien por Vitoria!" Incluso el católico Heraldo alavés ensalzaba la "insospechada normalidad" con que se desarrollaron los acontecimientos. "En nada amengua la seriedad y cordura del pueblo los hechos censurables que por excepción han ocurrido. Ciertamente que la mayoría, la casi totalidad de las gentes, han observado una conducta ejemplar.

Los traspasos de poderes prosiguieron en el Ayuntamiento de la ciudad, donde el todavía alcalde José Gabriel Guinea, integrista, entregó sin oposición la vara al republicano Teodoro González de Zárate. Poco después, en mayo, las elecciones se repitieron parcialmente y la izquierda triunfó con claridad frente a los monárquicos, lo que permitió a González de Zárate obtener la mayoría necesaria para gobernar en los años sucesivos. El también republicano Teodoro Olarte, primero elegido concejal, sería designado poco después presidente de la Diputación alavesa, un cargo que ostentaría en dos etapas hasta su asesinato a manos franquistas el 18 de septiembre de 1936. El Ayuntamiento fue engalanado también con la ikurriña y las banderas socialista y de la Federación de Sociedades Obreras. Los pueblos de la provincia, muchos abrazados al carlismo -a pesar de ello-, también recibieron el nuevo tiempo con "normalidad", según De Pablo.

Ésta fue, a su juicio, "la nota predominante en el tránsito de la Monarquía a la República" en Álava. "A pesar de que la provincia se había manifestado mayoritariamente favorable a las opciones monárquicas, la reacción de la opinión pública fue en un principio favorable al nuevo régimen", sintetiza. El único incidente de la jornada, "sin excesiva importancia", tuvo lugar cuando el director de la cárcel de Vitoria se negó en un principio a liberar, tal y como pedían los republicanos, a los siete presos políticos ahí encerrados.

Auge... y caída La noche concluyó con más celebraciones una vez soltados, y la fiesta prosiguió también el día siguiente cuando varios ministros, entre ellos Indalecio Prieto, pasaron en tren por la estación gasteiztarra mientras regresaban a Madrid tras su obligado exilio en París. "La noche fue larga, con bailables de la banda municipal hasta bien entrada la noche y vivas a la República por boca de la gente joven que continuaba la fiesta", relataba en sus páginas El Heraldo alavés. Pese a todo, los errores cometidos por el régimen en lo sucesivo lo condenaron, poco a poco, a su propia caída, circunstacia a la que se unió la grave crisis económica de la época.

"El periodo de entusiasmo republicano, palpable todavía en las elecciones a Cortes Constituyentes de junio, comenzó a resquebrajarse a partir del verano de 1931", certifica De Pablo. Después, "la escasa base del régimen, que ha sido calificada como una República sin republicanos o incluso como una democracia sin (apenas) demócratas", así como "sus grandes problemas estructurales" y "sus errores propios, algunos de ellos reconocidos a posteriori por los mismos dirigentes republicanos, como sucedió con la forma de abordar la cuestión religiosa", explican "el difícil camino que el régimen tuvo que recorrer, tal y como sucedió en Vitoria", relata De Pablo. El "constante acoso a que la República fue sometida muy pronto por sus enemigos" hizo el resto y Álava, cuando llegó el alzamiento militar de 1936, cayó en manos franquistas prácticamente a las primeras de cambio. González de Zárate, uno de los grandes emblemas de la República en Gasteiz, sería asesinado en Azazeta en marzo de 1937.