EL informe sobre los damnificados por la violencia de motivación política que presentó el pasado 1 de diciembre en el Parlamento la directora de Atención a las Víctimas del Gobierno Vasco, Maixabel Lasa, eludía citar con nombres y apellidos a las personas que murieron o resultaron heridas en circunstancias tan diversas como lo fueron esas propias víctimas. Argumenta el Ejecutivo que la inclusión de esa relación podría hacer suponer que acarrea consecuencias jurídicas cuando no es así, que esas víctimas podrían reclamar una reparación que aún no les corresponde. Así, el Gobierno Vasco prefiere que quien se considere víctima de motivación política acuda a las instituciones y que sean éstas las que evalúen si encaja en los supuestos previstos en el informe. En todo caso, el propio estudio toma como referencia el listado elaborado por el anterior director de Derechos Humanos Jon Landa, una relación que levanta ampollas en ciertos sectores, porque en ella aparecen varios miembros de ETA torturados o asesinados por los aparatos del Estado.

bajo custodia policial

El caso Zabalza

El conductor de autobuses de Orbaizta Mikel Zabalza Garate fue detenido por la Guardia Civil hace ahora 25 años y trasladado al cuartel de Intxaurrondo, de donde, según los agentes, se escapó, para aparecer muerto veinte días después en aguas del Bidasoa, en una zona que ya había sido rastreada en anteriores ocasiones. Según el informe de Landa, el agente Pedro Gómez Nieto aseguró al coronel del Cesid Alberto Perote que Zabalza "se les quedó en el interrogatorio". Fue uno de los casos más sonados de violencia policial de los años ochenta, pero desde la Transición hubo muchos más incidentes en los que murieron varias personas, la mayoría inocentes de cualquier delito. El 23 de mayo de 1975, el joven ondarrutarra de 18 años Koldo Arriola venía de cenar con sus compañeros de clase cantando canciones en euskera cuando fue llamado por un guardia civil que la ordenó entrar al cuartel. Sus acompañantes escucharon un tiro y, varias horas después, se dio aviso a la familia de que su hijo había muerto. Casi veinte años después, el 26 de septiembre de 1993, el miembro de ETA Xabier Kalparsoro, Anuk, cayó desde una ventana de la comisaría de Indautxu y murió dos días después. Cuatro policías fueron procesados siete años después y a dos de ellos se les impuso una condena de seis meses.

en la carretera

El lugar y momento equivocados

La ciudadana alemana Alexandra Leckett viajaba el 27 de mayo de 1975 con su nuera por la autopista Bilbao-Behobia cuando se topó con un control que no llegó a detectar a tiempo. La Policía armada le disparó un tiro en la cabeza y falleció el 2 de junio. Medio año después, el beasaindarra Kepa Tolosa estaba junto a su novia en su coche cuando ambos notaron que se acercaba alguien. Asustados, trataron de abandonar el lugar y los dos guardias civiles de paisano que estaban junto al vehículo abrieron fuego, matando al joven de 28 años, que no tenía ninguna vinculación con grupos terroristas. Los agentes afirmaron haber dado el alto, la novia de Kepa dijo que el ruido del motor les impidió oír nada. Ya en 1979, el 22 de junio, el viajante de Orihuela afincado en Sevilla Diego Alfaro conducía por la autopista A-8 cuando recibió un disparo mortal a la altura del cuartel de la Policía Nacional de Basauri.

por confusión

Comandos que no lo eran

El 21 de noviembre de 1973, el madrileño Pedro Barrios González fue confundido por la Policía con el poli-mili Iñaki Mujika, Ezkerra, enemigo número uno del Estado por su participación en el atentado que acabó con la vida del almirante Carrero Blanco. Los disparos efectuados contra él acabaron con su vida quince días después. Idéntica suerte corrieron en mayo de 1981 los cántabros Luis Montero, Luis Cobo y Juan Mañas, que viajaban por la provincia de Almería cuando fueron confundidos por la Guardia Civil con miembros de un comando de ETA. También fruto de la confusión fue la muerte, un mes después, de la joven de 20 años María Encarnación Ayúcar. Un policía embriagado disparó sobre ella en una discoteca de Deusto. El informe de Landa recoge varios casos más de agresiones a punta de pistola a altas horas de la noche, aunque en la mayor parte de los casos el alcohol tuvo más que ver con estos sucesos que la confusión. En el caso de María Encarnación, el policía que abrió fuego contra ella se suicidó. Ya en 2004, dos días después de los atentados del 11-M, un policía y su hijo, incitados por la esposa y madre de los mismos, asesinaron al panadero Ángel Berrueta, conocido miembro de Gurasoak al que querían obligar a colocar un cartel que atribuía a ETA los atentados de Madrid.

en manifestaciones

Vitoria, 3 de Marzo de 1976

Cinco personas murieron por disparos de la Policía en aquella jornada histórica en la que la situación política y social estalló como una olla a presión. El estudio de Landa recoge a los fallecidos en aquella jornada, al igual que hace al rememorar los sucesos de Montejurra y de los sanfermines de 1978. El 8 de julio de aquel año, la Policía cargó en la plaza de toros de Pamplona en plenas fiestas. Hubo 80 heridos y, en los incidentes posteriores, falleció Germán Rodríguez. Dos años antes, en Montejurra, el acto anual de los carlistas fue reventado por un grupo de ultras que pistola en mano asesinaron a dos personas e hirieron a varias más. Estos tres episodios han quedado grabados en el imaginario de la Transición, pero hubo muchos más casos, como el de la joven de 23 años Gladys del Estal, miembro de los Comités Antinucleares de Donostia que participaba en la celebración del Día Internacional contra la Energía Nuclear. Fue asesinada por un guardia civil que tras pasar 18 meses en prisión fue condecorado. Ya en 1995, la donostiarra Rosa Zarra murió a consecuencia de un pelotazo durante una carga de la Ertzaintza contra una manifestación que se celebraba en la capital guipuzcoana.

torturas

De Tasio Erkizia a Igor Portu

En mayo de 1975, el hoy dirigente de la izquierda abertzale Tasio Erkizia era cura en Santutxu. Fue detenido durante el estado de excepción y, tras un día en comisaría, pasó dos meses debatiéndose entre la vida y la muerte. Le habían roto el bazo, tenía graves lesiones anales y tuvo que ser sometido a diálisis para sobrevivir. Ya en 2001, la integrante de ETA Iratxe Sorzabal, a la que las fuerzas de seguridad ubican hoy día en la cúpula del aparato político de la banda, tuvo que ser ingresada tras su paso por comisaría. Denunció torturas y agresiones sexuales y las fotografías que sacaron de sus hematomas llenaron las paredes de Euskadi, al igual que las de Unai Romano, torturado aquel mismo año. Se le acusaba de haber colaborado en un intento de atentado contra Ramón Rabanera. Iñaki Uria y Martxelo Otamendi, detenidos en la operación que cerró Egunkaria, también denunciaron haber sido torturados por la Guardia Civil, al igual que Amaia Urizar, quien aseguró haber sido violada con un arma. El último caso recogido por Landa es el de Igor Portu, condenado por el atentado contra la T-4 que desbarató el último proceso de paz y acabó con la vida de dos personas. En enero de 2008, Portu tuvo que ser ingresado de urgencia en la UCI del Hospital Donostia. El juicio por estas supuestas torturas está pendiente de sentencia.

ultras y grupos parapoliciales

Delincuencia sexual

Llama la atención la cantidad de casos que recoge el informe de Jon Landa en los que chicas jóvenes, adolescentes incluso, fueron violadas y en algunos casos asesinadas con la situación política como excusa para liberar los peores y más sucios instintos. En enero de 1980, la joven de 17 años Ane Tere Barrueta, que daba clases de euskera a niños en Algorta, fue violada y asesinada a cien metros de su casa por miembros de los Grupos Armados Españoles, que protagonizaron delitos similares en aquella época en Pasaia y Errenteria. Cinco meses más tarde también fue violada y asesinada María José Bravo del Valle, donostiarra de 16 años, esta vez a manos del Batallón Vasco Español. También en 1980, en abril, dos amigas hacían autoestop para ir de Mundaka a Bermeo. El joven que las recogió violó a una de ellas en Matxitxako mientras amenazaba a la otra con su arma. Cuando las familias fueron a denunciar el delito se encontraron con el coche del violador aparcado en la casa cuartel. El autor de los hechos acabó suicidándose en Sevilla.

palizas

A punta de navaja

En los años ochenta era costumbre entre los grupúsculos ultras grabar cruces gamadas, o las siglas HB y GAL a quienes consideraban enemigos. El caso de Edurne Sampedro es especialmente sangrante. Esta militante de EA fue agredida hasta en cuatro ocasiones entre 1987 y 1989. Le grababan en el pecho y en la cara toda esta simbología, además de amenazar con agredir a su hijo.