bilbao. Es un hombre hecho a sí mismo, un autodidacta de la vida y la política. Desde niño empezó a trabajar como aprendiz en una fundición de Donostia y allí progresó hasta convertirse en oficial industrial. Mientras trabajaba, de noche, estudiaba y se licenció en ingeniería primero y derecho después. Luego vino la afiliación política al PSOE, partido en el que ha militado en los últimos 37 años. Pocos políticos vascos presentan un bagaje como el suyo: presidente del PSE, delegado del Gobierno español en Euskadi (1982-1987), vicelehendakari del Gobierno Vasco en la primera legislatura del lehendakari Ardanza, eurodiputado y ahora, a sus 62 años, Zapatero le ha llamado para reflotar un gobierno muy tocado.

Usted y Rubalcaba han sido llamados para intentar dar la vuelta a la sensación de agotamiento. ¿Se ha remontado la situación?

El Gobierno fue muy bien recibido por la opinión pública y su objetivo principal efectivamente era dar un impulso político a la última fase de la legislatura y buscar una mejor conexión con la ciudadanía, pero la clave de remontar no está en comunicar solo, sino en acertar y colocar a España en una situación económica solvente, que crezca y que pueda empezar a crear empleo.

No se ha sentido segundo plato al ser llamado cuando prácticamente toda la legislatura está servida.

Pero también es un orgullo que me llamen cuando las cosas están más difíciles, de manera que no puede tener más que una sensación de agradecimiento a quienes han pensado que soy útil en estos momentos.

La impresión más extendida es que fue llamado para intentar encauzar la cuestión de la pacificación y resolución del problema vasco.

No, sinceramente no tengo ninguna misión en relación con el final de la violencia, más que el conocimiento que tengo de esta materia y la capacidad de opinar que pueda tener. El vicepresidente primero y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, lleva este asunto de una manera muy directa con el presidente del Gobierno español, con Rodolfo Ares y con Patxi López. Esas personas nucléan la estrategia en relación con ETA.

¿Cuál es la hoja de ruta del Gobierno español para este asunto?

Observar, mirar con atención cómo evolucionan las cosas y mantenerse prudentes, no variar la estrategia, manteniendo las patas de una política que ha sido acertada en los últimos años. Colaboración con Francia, acción policial intensa, mantenimiento del principio de que con violencia no es posible la política y esperar a ver, sabiendo que efectivamente están pasando cosas.

¿Esperar a qué?

A que ETA lo deje, o Batasuna y su mundo rompan con ETA de una manera fehaciente e irreversible.

¿Y eso va a venir solo, o desde la política y las instituciones habría que facilitarlo?

Eso es discutible, pero nosotros no vamos a hacer nada que ponga en duda una evolución que tiene que darse en ese mundo y que cuando se estimula acaba produciendo efectos contrarios. Nuestra impresión es que en estos momentos no hay que precipitarse y hay que esperar. Tenemos tiempo. La experiencia nos demuestra que siempre estas dialécticas entre el mundo que quiere que la violencia desagüe a la política y la violencia que quiere imponer su vía fáctica ha acabado siendo resuelta por los violentos. La experiencia demuestra que Batasuna nunca ha sido capaz de arrastrar a ETA a la política y aunque ahora probablemente están ocurriendo cosas distintas y que cabe deducir que hay más fuerza en favor del fin de la violencia, no estamos seguros de que esto se produzca y somos partidarios de tener prudencia y esperar.

Ha dicho que tienen tiempo... ¿hasta las elecciones de 2012?

No sé hasta cuándo. Pienso que hace falta saber cuál es la actitud de la banda. Creo que la banda está haciendo movimientos tácticos que pretenden legitimar la estrategia de legalización de su brazo político, pero no sabemos hasta qué punto todo eso es táctico. Si ETA sigue pidiendo el impuesto terrorista a los empresarios y un día decide poner una bomba en la puerta de un taller a uno que no ha pagado, ¿qué hará Batasuna? Los lazos históricos de Batasuna con ETA son demasiado fuertes como para que pensemos que una ruptura total se va a producir solo por el cambio de estatutos de la formación. La democracia vasca y española tienen que tener una constatación fehaciente de que esa ruptura se ha producido si es que no consiguen previamente que ETA lo deje.

¿Una eventual legalización de Batasuna ayudaría al final de ETA?

No, porque probablemente aprovecharían la presencia política de Batasuna y las ventajas que de esto se derivan para seguir manteniendo una presencia más o menos activa de ETA. Eso sería un nuevo engaño. La prueba del nueve de que la voluntad de Batasuna estará en un proceso de hechos, de realidades, que todos podamos constatar.

¿Los planteamientos de Eguiguren suponen que hay dos almas dentro del Partido Socialista?

En todos los partidos hay muchas almas sobre todas las cosas. Almas identitarias, almas ideológicas... almas en relación con el fin de la violencia también las hay en nuestro partido, en todos. Jesús es una persona enormemente apreciada y querida en nuestro partido y es un hombre cuyo conocimiento en la materia es un valor imprescindible para nosotros. Pero en este caso quien marca la estrategia del gobierno es la opinión del lehendakari y la de Zapatero.

Urkullu decía que mientras se van aclarando las cosas en el mundo de la izquierda abertzale oficial se podían ir avanzando algunas medidas de distensión, por ejemplo en política penitenciaria. ¿Lo ve posible?

Política penitenciaria ya la hay, es discreta pero existe. Hay una política que favorece dentro de los presos de ETA las actitudes de reconocimiento de la culpa, de la compensación a las víctimas y de reinserción social. Se conocen ya casos muy notables de presos que están avanzando en esa dirección. Forma parte de una cultura de política penitenciaria que inspira nuestra Constitución y de un sentido humanitario que tenemos en relación con las cárceles. Urkullu sabe que el gobierno está haciendo la política que es posible hacer en ese terreno. No creo que tengamos que hacer nada más de lo que hacemos, porque también en esto hay que ser prudentes y nos movemos con pasos muy pequeños.

¿Le parece humanitaria la política de dispersión?

Entiendo que esa reclamación forma parte del mundo más próximo a las familias y a las personas con familiares en las cárceles, pero la política de dispersión viene planteándose en gran parte como consecuencia de que los presos separados están mejor y es al gobierno español al que le corresponde adoptar la mejor estrategia. Nosotros eso no lo vamos a variar y, por tanto, entiendo el consejo que nos da Urkullu pero quiero decir que no contemplamos ninguna variación en esa cuestión.

¿Las víctimas del terrorismo tienen un plus a la hora de tomar decisiones políticas?

Las víctimas tienen derecho a expresar sus puntos de vista e incluso a ser vigilantes sobre las consecuencias de un proceso de fin de la violencia. Tienen una legitimación para eso, pero admitiendo que es el conjunto de la democracia y las instituciones representativas las que tienen la última palabra.

Usted fue gobernador civil de Bizkaia durante el mandato de Felipe González. ¿A qué le sonaron las palabras del ex presidente sobre que tuvo dudas sobre si acabar con la cúpula de ETA de Bidart?

A una cosa más imaginativa que de recuerdo, sinceramente. Me pareció más imaginación que recuerdo real. En todo caso, me alegro de que en su propia reflexión personal optara siempre por la ley. Yo siempre he dicho que mis conversaciones con él respecto a mi presencia aquí en esos años siempre estuvo impregnada de un doble mandato que yo recibí de él: por un lado, me dijo que lo importante era representar bien al Estado, al Gobierno español en Euskadi, porque estaba muy solo, porque existía una gran distancia entre ciudadanía vasca y Gobierno español y de hecho mi trabajo estuvo dedicado a eso; y, por otra parte, me dijo que somos los responsables de cumplir la ley y de hacerla cumplir. En mi recuerdo no cabe otra concepción de aquel pasado que no fuera guiado por esos principios.

Desde una perspectiva ética, sus palabras no han sido nada afortunadas.

No, pero insisto en que creo que fue una especie de recuerdo imaginado más que otra cosa.