dicen que una persona sólo muere cuando se la deja de recordar. En Álava existen 21 vecinos contabilizados que aún no pueden salir del olvido. Yacen sin una placa que les identifique y que permita honrar su memoria a sus allegados porque permanecen ocultos, sepultados a dos metro bajo tierra en cerca de 14 tumbas repletas de represaliados del franquismo. Un trágico final que se repite en 51 enclaves distribuidos por la geografía vasca, según los datos del Mapa de Fosas de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV). Son parte del capítulo más oscuro de la historia de la Guerra Civil, que se esconde aún, 74 años después, en cunetas, montes o en el lado más marginal del cementerio.

En estos tétricos lugares acabaron después de que les dieran un paseo en medio de la noche. Un tiro de gracia les condenó a la peor de las muertes por oponerse a los sublevados. El citado mapa, elaborado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi y la Dirección de Derechos Humanos del Gobierno Vasco, conoce con exactitud la existencia de una fosa en Untza, dos en Kuartango, otra en La Tejera (con tres individuos ya exhumados), una en Maeztu (con un individuo), otra en Azazeta (con 13 personas) y dos fosas en Etxagüen y Murua. Además, habría tres individuos en el camposanto de Laguardia, otra fosa en Zestafe con un cadáver y otro enterramiento en Luko. Mientras, en los cementerio de Amurrio y Legutiano o en la localidad de Salinas de Añana están aún por determinar el número de sepulturas.

De todas estas sepulturas, en Álava sólo se ha removido la tierra en una: la de La Tejera, cuyos trabajos concluyeron el miércoles pasado con la entrega de los restos de los tres desaparecidos. Abandonados en una curva de la A-2622, entre Pobes y Espejo, se encontraba lo que quedaba de los cuerpos de Primitivo Fernández de Labastida, un labrador de Santa Gadea del Cid, oriundo de una localidad burgalesa muy próxima a la de los que junto a él compartieron el trágico fusilamiento un 4 de septiembre de 1936: el matrimonio de Villanueva-Soportilla, formado por los campesinos Mónica Barrón del Val y Florentino García Valencia.

Llama la atención que esta excavación sea la única de las realizadas en Álava. Ocurre lo mismo que en Bizkaia, donde tan sólo se ha intervenido en una ocasión, frente a las diez de Gipuzkoa. Y eso a pesar de que existen 44 peticiones para dar con los restos de las fosas. "Muchas de las solicitudes no llegan a la apertura de la fosa, porque en el menor de los casos, no hemos dado con ellas", explica Paco Etxeberria, presidente de Aranzadi, asociación que lleva diez años trabajando por la recuperación de la memoria colectiva.

Después de participar en cientos de exhumaciones en todo el Estado, Etxeberria tiene dos explicaciones para no dar con la tumba. "A veces no se tiene ninguna pista de donde ocurrió la muerte y, otras veces, hallamos donde pudo ser pero no se conserva la fosa", añade el profesor de Medicina Forense de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). Ésas son desapariciones que se deben al "contexto", como así lo denomina el presidente de Aranzadi. "Es lo que pasa con los enterrados alrededor de los cementerios. En estos lugares se pierde la fosa porque se tuvo que alargar el camposanto en las localidades que crecieron mucho". Un motivo que explicaría que todavía quede por determinar el número de sepulturas en los cementerios de Amurrio, Legutiano y Salinas de Añana. "Tampoco se conoce el número de personas enterradas porque había municipios con registros del cementerio diferentes. Se anotaban los muertos de forma anónima, sin identificar. De modo que en algunos sabemos que hay gente, pero no la exactitud de cuántos ni quiénes. Y, en otros casos, sabemos que los caídos en el frente se trasladaban al cementerio más cercano", matiza.

El rastro de los fusilados en la cuneta de la N-I también es más débil 74 años después de la ejecución. "Es más difícil encontrar a todos los alaveses que se fusilaron a su vuelta de la cárcel de Pancorbo. El eje de la autovía ha experimentado muchas transformaciones cuando se produjo el ensanche de la carretera".

La importancia de los testigos Las llamadas son claves tanto a la hora de localizar los enteramientos, como para concretar el número de desaparecidos en estos lares. "El mapa de fosas establece que hay catorce, pero eso no significa que haya alguna fosa más de gente que nos haya llamando comunicando que sabe su ubicación. Lo mimo pasa con las 44 peticiones para buscarles, porque ésas son las que nos constan", agrega el experto.

La inestimable ayuda de la persona que se decide a descolgar el teléfono para contar qué es lo que sabe puede ser de dos tipos. "Por un lado están los testimonios que recuerdan algo y, por otro, los familiares que quieren saber dónde está su desaparecido". Para que se inicie los trabajos de exhumación es necesario que haya una "hipótesis lógica" y un solicitante, ya que "no se abren nunca sin la petición de buscarlo".

Para localizar el punto exacto en el que se encuentra la tumba tiene que haber una "buena orientación" del caso. Algo que sólo se consigue con la recogida de testimonios y la investigación histórica para dar con la localización de la fosa y poder realizar el estudio óseo para identificar al desaparecido.

El final "feliz" de La Tejera constituye toda una excepción para determinar la ubicación del enterramiento. "Un testimonio contó que recordaba que en la A-2622 enterraron a tres personas. Y una familia se dirigió al Gobierno Vasco diciendo que tenía un desaparecido por esa misma zona. Todo cuadró", recuerda el presidente de Aranzadi. Un equipo de diez personas trabajó dos días sin interrupción para exhumar los restos. "Hay que hacer un control de todas las evidencias, así que se trabaja intensamente, sin parar esos días. Da igual que llueve o que caiga por medio un fin de semana".

Pero no siempre la recogida de declaraciones es fácil. "Hay veces que son dispares, así que si no hay coherencia no vamos bien encaminados. Siempre los grabamos con vídeo, como en el caso de La Tejera, que filmamos a los que en su día eran unos adolescentes que sabían que fue en esa zona, que fueron tres fusilados, aunque no sabían las identidades".

Información histórica La sociedad de ciencias Aranzadi también recurre a los historiadores para conocer más datos sobre lo que quedó escrito hace ya siete décadas sobre las ejecuciones. "Hay que destacar el esfuerzo de los investigadores. Sobre todo en el caso de Álava, porque se fueron de pueblo en pueblo y por comarcas. Por eso se sabe el listado de desaparecidos".

Unos documentos de inestimable valor también los componen las 23 misivas guardadas hasta diciembre del año pasado en uno de los armarios del Archivo Militar de Ávila, en una nueva publicación impulsada por Aranzadi. "Ni una venganza quiero para mi muerte. Valor y patriotismo. Patriotismo. Patriotismo. Ésa es la única venganza que solicito", escribió el alavés José María Azcarraga, republicano y nacionalista, antes de partir al lugar del fusilamiento.