EL Katrina sacó la porquería que se escondía debajo de la alfombra del sueño americano y hoy, cinco años más tarde, todavía están barriendo. Un lustro después, en esta tierra de nadie, se han construido 55.000 casas, se ha disparado el coste de la vivienda pero cerca del 30% de sus habitantes continúa sin regresar. La recuperación es visible en las áreas menos anegadas, el barrio francés, la zona de hoteles y atractivos turísticos. Sin embargo, para el distrito 9, un barrio negro que sufrió un verdadero tsunami cuando las barreras se rompieron y el agua borró del mapa Nueva Orleans, la recuperación quizá nunca llegue. Porque la ciudad lleva dos velocidades, una para blancos y otra para negros.

El mejor ejemplo, la barriada del Lower Ninth Ward. En ningún lugar como aquí se cebó la monstruosa tormenta que se abatió sobre toda la costa del Golfo. Casi la mitad de los más de 1.800 muertos contabilizados vivía en el Lower Ninth, con un vecindario afroamericano y pobre. El lugar resulta tan desolador que sólo una cuarta parte de sus residentes han vuelto a habitarlo. Muchas de las imágenes que estremecieron al mundo fueron tomadas aquí, cuando el ciclón dejó bajo el agua al 80% de la ciudad, obligó a evacuar a 1,3 millón de personas y destrozó 134.000 viviendas.

Por eso el relajado estilo de vida -que hizo que Nueva Orleans se ganara el sobrenombre de The Big Easy- ya no es posible. Faltan muchas casas y entre las hileras se abren huecos porque, a menudo, la naturaleza ha reconquistado su terreno con una densa maleza. Sobre las puertas, muros y ventanas tapiadas se siguen viendo los restos de señales y fechas escritas con spray y que recuerdan que en esos lugares se buscó a supervivientes o se alertó de dónde había muertos. El Lower Ninth Ward está a apenas unos minutos de distancia en coche del bullicioso centro de Nueva Orleans pero, a cinco años del devastador paso del huracán Katrina, sigue siendo un mundo aparte. Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, visite hoy la metrópolis del jazz, le esperan una mezcla de titánicos esfuerzos de reconstrucción, trágicos recuerdos y muchas heridas sin cicatrizar.

una cruz a la espalda "Es como si nos hubieran marcado con una cruz en la espalda", se lamenta Brittanie Bryant, que gestiona una de las numerosas tiendas de souvenirs. Aun así, "Nueva Orleans ha vuelto a levantarse", sostiene Kim Amoss, redactor jefe del diario local Times-Picayune. "Hace cinco años nadie hubiera pensado que la ciudad volvería a estar como ahora", asegura. Con un censo actual de 355.000 residentes, Nueva Orleans ha recuperado apenas el 80% de sus antiguos habitantes. Es la cruz de la moneda: "Todavía no hemos regresado a la normalidad porque algunos barrios siguen sin estar tan habitados como antes", explica Amos.

Cuando Katrina tocó tierra, a las 6.10 de la mañana del 29 de agosto y con vientos de más de 200 kilómetros por hora, Nueva Orleans estaba terriblemente mal preparada para una amenaza de tal magnitud. La metrópolis del jazz, rodeada de agua y, en buena parte, por debajo del nivel de mar, necesita los diques de contención para sobrevivir. Pero los diques, con graves fallos de construcción, resultaron una trampa mortal cuando la urbe pasó a llenarse como una gigantesca bañera.

Se contabilizaron más de cincuenta roturas. Y eso que años antes, los expertos habían advertido de que los diques no resistirían un huracán de categoría 3 o mayor. "El sistema de diques sólo lo era de nombre. Había toda una serie de problemas que nunca fueron corregidos", denuncia el periodista medioambiental Mark Schleifstein.

A ello se unió la tardanza con que las autoridades implementaron los planes de evacuación. Washington, y sobre todo la entidad encargada de administrar y prevenir catástrofes, FEMA, actuaron de forma lenta y caótica.

un poZo de desechos El estadio de la ciudad, el Superdome, se convirtió en un refugio improvisado para 30.000 personas y en un símbolo de la vergüenza. La coordinación de la ayuda tardó días y los primeros alimentos no llegaron hasta la tercera o cuarta jornada, mientras que las condiciones higiénicas se volvían infrahumanas. Un auténtico pozo de desechos, con violaciones, vandalismo y trapicheo de drogas. Aunque las autoridades escurrieran el bulto. Y es que a esas alturas, la catástrofe, la más cara y más mortífera en los últimos 75 años, le estallaba en la cara al entonces presidente George W. Bush y se erigía como uno de sus mayores desastres políticos.

La gran pregunta es si la ciudad ha aprendido la lección y está ahora mejor preparada, tras invertir 15 billones de dólares en un nuevo sistema de diques que debería estar listo para junio del año próximo. "La ciudad está ahora mejor protegida. Pero no atendiendo a los riesgos a los que está sometida", concluye Schleifstein.

Además el huracán ha provocado una auténtica era post-Katrina que ha reordenado el equilibrio de poder de la ciudad y ha profundizado en la división racial. La mayoría negra, que sufrió la retirada forzada tras la inundación ocurrida después del huracán, ha visto cómo el dominio sobre la política local que había tenido en las últimas décadas se ha desvanecido hasta que casi todos los órganos electivos están en manos de blancos.

Este año fue elegido el primer alcalde blanco desde 1978. Su nombre es Mitch Landrieu. En la Asamblea Municipal sólo hay un negro. Hasta el consejo de educación tiene mayoría blanca. Y hoy no existe ningún político negro que agrupe a la comunidad. Un dato: antes del Katrina, sin embargo, todas las instituciones de la ciudad tenían mayoría de ciudadanos de color.

El ciclón dejó bajo el agua a un 80% de Nueva Orleans. Foto: efe

La herida del "Katrina" sigue abierta; el 30% de los vecinos de Nueva Orleans no ha vuelto

La reconstrucción

es visible en las zonas turísticas pero no en los barrios pobres y negros

Cinco años después de la tragedia, aún se rehabilitan viviendas y se está ejecutando un ambicioso programa de construcción de diques valorado en 15 billones de dólares. Foto: efe