Me adhiero a la solicitud de Saramago: "No podemos permitir que esta mujer, Aminetu Haidar, se muera. Vamos a ser moralmente más pobres si la dejamos morir". Y me uno al apoyo y protestas de miles de personas que asisten indignadas a la prepotencia del Gobierno de Rabat y a la incoherencia del Gobierno de España, incapaz de ponerse en su sitio ante Marruecos. Esta mujer, que tras su melfa y ojos negros hundidos por el hambre, nos recuerda por un lado la dignidad y la coherencia humana, capaz de decidir morir de hambre por defender el derecho a ir a su casa sintiéndose lo que ella verdaderamente se considera, ciudadana del Sahara Occidental, sin rendir pleitesía ni comprar su derecho a vivir a ningún rey. Por otro, la verdad del funcionamiento de este mundo hipócrita, que consiente que países como Marruecos se consideren con derecho a hacer lo que quieren con los pueblos y las personas, durante años y años, saltándose a la torera el derecho internacional, las resoluciones de la ONU y las directrices de la UE. Porque Marruecos, no sólo niega el derecho de autodeterminación al pueblo saharaui, niega también el derecho a ir a su casa una persona como Aminetu Haidar, controla a su familia, detiene a disidentes y tortura a quienes apoyan una solución no violenta a este problema que arrastra desde 1975. La verdad también, en cuanto a la palabrería de la UE y la ONU, que no reconocen a Marruecos como dueño y señor del Sahara Occidental, pero le siguen aprobando directrices y acuerdos económicos. "Te digo, NO, pero miro para otro lado cuando cometes injusticias". La verdad de un Gobierno español, éste y los anteriores, que guardan silencio ante el hecho de que Marruecos no permita un referéndum justo, libre y democrático. Un Gobierno que ha consentido que Marruecos le cree un problema terrible con Aminetu, antes de plantarse en su sitio, decirle basta y pedir a gritos en todos los espacios europeos y mundiales que se quiten los privilegios económicos y de relaciones internacionales a Marruecos. Un Gobierno que pretende culpar a la propia Aminetu de la situación, intentando forzarla de todas las maneras posibles a que coma, para que su muerte no sea como la espada acusadora del delito de colaboración en esta situación. La acción de Aminetu nos pone ante otros hechos importantes. El apoyo o rechazo a la resolución de conflictos por la resistencia pacifica. El papel de las mujeres en este tipo de resistencias. El valor de una madre, dispuesta a defender la dignidad para sus hijos aunque tenga que renunciar a ellos. Una mujer coraje, como lo fue Rosa Parks, que el 1 de diciembre de 1955, en Montgomery, Alabama (EEUU), se negó a obedecer a un conductor de autobuses y ceder su asiento a un pasajero blanco. Fue castigada por su acto, pero consiguió un gran avance para la dignidad del pueblo negro en EEUU. Mujeres que no bajan la cabeza ante las injusticias, el dolor y la vulneración de derechos humanos y que rompen una vez más el estereotipo de sexo débil. Quiero unir mi voz a Aminetu y decir: ¡Ya basta de hipocresía! Ambos gobiernos, el marroquí y el español, sois responsables de lo que le ocurra. Pero al igual que a ella, me duele más la actitud del Gobierno español, que de palabra dice una cosa y de obra, otra. ¡Qué decepción! No es verdad que no se pueda hacer nada. Hay que intentarlo todo. Todo lo que pueda salvarla con su dignidad intacta. En estos momentos, en los campos de refugiados saharauis muchas melfas con ojos negros están haciendo plegarias. En El Aaiún, dos niños esperan a su madre. Aquí, muchos ojos puestos en Lanzarote esperando la justicia y diciendo, "Aminetu, gracias".
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