Para comenzar esta pequeña reflexión, me gustaría aportar una serie de pinceladas biográficas, en la confianza de que lo que quiero expresar pueda entenderse mejor. Soy el hijo de una familia inmigrante y obrera que se radicó en una ciudad vasca principalmente castellanohablante. No era mal alumno y para mí el euskera era únicamente el idioma que escuchaba en el colegio, teniendo un conocimiento de este idioma manifiestamente mejorable. En este contexto, llego a la universidad, a la Universidad del País Vasco, más concretamente.

¿Qué sería de mí sin la Universidad del País Vasco?

Tal y como bien sabemos, la Universidad del País Vasco es la universidad pública, la de todas y todos, la que se paga con los impuestos de toda la ciudadanía, con los impuestos de aquellas personas que acudimos o trabajamos en la universidad, pero también con la de aquellas otras que no lo hacen y que nunca lo harán. Siendo así, toda la población vasca paga contenta, tal y como subrayan las encuestas sobre confianza con las instituciones, esos impuestos que sirven para tener una universidad de calidad. Teniendo en cuenta que actualmente formo parte de la comunidad de la UPV/EHU, ello es una responsabilidad, pero también, y principalmente, un orgullo.

Si no hubiera existido la universidad pública, no habría obtenido el nivel de estudios que tengo en la actualidad, ni habría tenido las oportunidades laborales y vitales de que he podido disponer. Si no existieran las becas, no tendría estudios universitarios y creo que mi ejemplo no es una excepción. Las personas que hemos nacido en familias con recursos económicos limitados hemos tenido las oportunidades que hemos tenido gracias a la universidad pública. En este caso, también, es una responsabilidad, pero sobre todo un orgullo.

Tal y como he apuntado al principio de este artículo, mi nivel de euskera antes de llegar a la universidad no era bueno, porque no lo practicaba y porque era muy ajeno a mi cotidianeidad. Fue en la universidad donde empecé a utilizarlo más y más, tanto en clase como fuera de ella y es en la universidad donde realmente he podido disfrutar de este idioma nuestro que es el euskera.

En los espacios de la UPV/EHU se escucha el euskera, bastante más que en el resto de nuestra sociedad, un hecho que creo que frecuentemente se nos olvida. Hoy en día componemos la UPV/EHU unas 50.000 personas. ¿Hay alguna otra organización en la que en su consejo de administración –el nuestro se denomina Consejo de Gobierno– el idioma vehicular sea el euskera? En el nuestro es así.

Así como en el caso de mi nivel de estudios, en el caso del euskera también es imposible entenderme sin tener en cuenta la universidad. Es obvio que mi conocimiento del idioma no es un logro únicamente de la universidad; pero una gran parte del mismo sí que lo es, tanto de la propia institución como de su entorno. Una vez más, una responsabilidad, pero principalmente un orgullo.

Por ir acabando, no puedo entender mi identidad y mi ser sin la UPV/EHU. Sin ella no sería lo que soy actualmente. Gracias a la universidad he tenido oportunidades y estas oportunidades las he podido disfrutar en euskera. No creo que mi ejemplo sea único: somos muchos y muchas las personas que gracias a la UPV/EHU hemos podido progresar y tener más oportunidades que nuestros padres y madres. ¿Qué hubiera sido de mí sin la UPV/EHU? ¿Qué hubiera sido de ti, lector o lectora, si estudiaste en la UPV/EHU, de no haber existido? Vale la pena intentar responder a esta pregunta.

Y en este contexto, me surge una última pregunta. ¿Qué pasaría si la UPV/EHU desapareciera? Aunque parece obvia la respuesta, a veces pienso que valdría la pena que dejase de existir, aunque fuera durante dos meses, para que así pusiésemos realmente en valor todo lo que hace. Me siento en deuda con la UPV/EHU y me siento orgulloso de ella. Por todo ello, tal y como dice la famosa canción: zaindu maite duzun hori, cuidemos aquello que amamos.

Vicerrector del Campus de Bizkaia de la UPV/EHU