La toma de posesión de Javier Milei como nuevo presidente de Argentina sirve para analizar el nuevo pensamiento ultraliberal que fomenta una polarización sociopolítica y económica en las sociedades desarrolladas comparable a la vivida hace medio siglo, en pleno antagonismo entre bloques. Milei no es Thatcher ni Reagan, fundamentalmente porque aún no ha definido un proyecto equiparable al sistema de privatizaciones de la primera ni al proteccionismo del segundo. De momento, el suyo es solo el enunciado de una estrategia populista para la que eligió el baño de masas en lugar de la presentación de su programa a un Parlamento en el que no dispone de mayoría y fue aclamado por una ciudadanía afín que recibió al grito de “libertad” su augurio de pobreza y desmantelamiento de los servicios públicos. El Estado social, entendido en los parámetros de equilibrio y prestación de protección a la ciudadanía para amparar sus derechos, va a ser sacrificado en ese modelo como fórmula para detener un deterioro económico al que las fórmulas del populismo de izquierda tampoco han sabido poner freno. Argentina es un Estado en quiebra y la percepción de que la calidad de los servicios no puede ir a peor con su desaparición facilita el enfoque ultraliberal populista que aplauden también amplios sectores de la opinión pública en Europa. El señalamiento de las estructuras de intervención del Estado como causa del deterioro de la calidad de vida las condena en el nuevo imaginario que abrazan incluso quienes más dependen de ellas. Es el mensaje del dinero en el bolsillo de los contribuyentes, elevado a caricatura en el discurso de Isabel Díaz Ayuso sobre el derecho a salir de cañas que, no obstante, le aportó una mayoría absoluta en Madrid. La polarización social que consiguen estas recetas está en su contraposición a un discurso opuesto, no más resolutivo, de hiperestatalización, de subsidio y extracción de recursos de la actividad privada que, sin la derivada de la creación y mantenimiento de riqueza, ha acreditado también su fracaso. Pero la receta de Milei es la del abandono de una parte de la sociedad, del sálvese quien pueda por sus propios medios y confiesa su voluntad de reprimir por la fuerza el rechazo social a las medidas más traumáticas, ampliando el riesgo de estallido y confrontación civil.