Empezó el año con los estrenos de la serie Galgos y de la obra de teatro La casa de Bernarda Alba. Todo eso le coincidió con su segunda nominación a los Goya como mejor actriz, esta vez por su papel en 20.000 especies de abejas. Ahora, mientras sigue de gira escénica, Patricia López Arnaiz acompaña la llegada a los cines de Nina, de Andrea Jaurrieta. Lo hace, por supuesto, también volviendo a su ciudad, a Vitoria.

Cansa ver su agenda. ¿Cómo es vivirla? 

–Llevo un año que está siendo una locura. Pero es que de aquí a verano no veo la luz. Lo que intento es estar en el momento día a día. Si no, me entra el agobio. Todo el tema del teatro me ha supuesto no poder moverme de Madrid. Ha sido muy intenso y sin la posibilidad de volver aquí, de hacer un poco casa y de estar con la gente. Estoy que no paro.

Con ‘La casa de Bernarda Alba’ está volviendo al origen, a sus principios en el teatro. 

–Es que esa era la intención. Llevaba mucho tiempo queriendo hacer teatro porque para mí era la vuelta al origen, como dices. En cualquier dinámica de la vida, a veces se nos olvida por qué estamos en los sitios, cuál es el principio de las cosas. Tenía la necesidad de redescubrirme y ver qué me trajo aquí. Pero ahora creo que tengo que volver a rodar para asimilar el teatro. 

La actriz vitoriana en el papel de Nina Cedida

Puede parecer una contradicción pero no lo es. 

–Es que haciendo cine sentí que necesitaba hacer teatro para saber dónde estaba haciendo cine y ahora estoy en el camino contrario. La experiencia me está encantando, además porque he tenido la suerte de estar muy bien acompañada.

"Sería interesante que 'Nina' haga reflexionar sobre el tema de los abusos en la adolescencia"

Mire que ha hecho papeles, pero hasta ahora no se había visto una Patricia López Arnaiz con escopeta. Da vida una Nina dura. 

–Dura, en todos los sentidos además. Ha sido uno de los trabajos que más coste me ha supuesto. El rollo de la escopeta, cuando me dijeron, me resultó muy atractivo (risas). Cuando me presentaron el proyecto como un western, pensé en esos códigos que son tan casa, por lo menos para mí, porque a mi padre le encantan este tipo de películas y en mi casa siempre se han visto. Y la escopeta me parecía muy atractiva. Pero apuntar a alguien con un arma no es gratuito. No hemos jugado a un código John Wayne. Que la protagonista tenga el impulso de llegar a una venganza de ese nivel es proporcional a la herida que tiene. Imagina por dónde me he tenido que meter para llegar a empuñar la escopeta y desear de verdad matar a alguien.  

Patricia López Arnaiz y Andrea Jaurrieta en Vitoria Josu Chavarri Erralde

Claro, es que Nina es una mujer herida desde joven. 

–Totalmente. Es una mujer en carne viva. Es un animal herido, una vida perdida. 

¿Es Patricia López Arnaiz una mujer vengativa? 

–No, no (risas). Bueno, quién sabe, que todavía me queda mucho por vivir y por descubrir de mí misma. De joven, cuando alguien me hacía daño, siempre estaba intentando comprender al otro, así que... Vamos, un desastre. Una tiene que poner límites en la vida, no puede ser todo barra libre. Así que, en principio, creo que la venganza no está en mi naturaleza. 

Ahora es el momento del público. ¿Qué le gustaría que pasase cuando la gente vea ‘Nina’? 

–En lo primero que pienso es en Andrea, que es una jabata que se ha pegado un curro increíble. Tiene toda mi admiración. Se merece que, para empezar, la gente vaya a ver Nina. A partir de ahí, creo que es una película que se puede apreciar desde distintos puntos. Es un filme en el que hay muchas referencias cinematográficas, por ejemplo. Y sería interesante que haga reflexionar sobre el tema de los abusos en la adolescencia. Si pone más luz al tema, si hace que la gente se sensibilice más y tenga una visión más cercana a la vivencia de esta persona, ideal.