Durante mucho tiempo era habitual ver en las alacenas de las casas, en la cocina, un bote de azul y blanco de bicarbonato sódico. Se guardaba junto al aceite, la sal y otros indispensables de la cocina. Pero poco se usaba para recetas más allá de gasificante en pasteles y bizcochos. Lo habitual es que después de una comida algo pesada, algún comensal echara una cucharadita en un vaso de agua y se la bebiera. Servía para evitar el ardor de estómago durante la digestión

Pero no era su único uso medicinal.

En caso de resfriados, ronqueras y otras afecciones leves de garganta, unos enjuagues, las clásicas gárgaras de bicarbonato y agua resultan particularmente eficaces contra la irritación. Eso sí, se trata de alivio sintomático, no de curación. Por eso se considera un coadyudante y no hay que dejar el tratamiento que el médico haya determinado. Y es que aunque las molestias por irritación sean las mismas, las causas no lo son y eso es lo que hay que curar para que no haya más picor en la garganta.

Cómo usarlo

La receta es sencilla. Echar 5 gramos de bicarbonato de sodio en 200 mililitros de agua tibia, lo que viene a ser una cucharadita en un vaso de agua. Hay quien le añade un poco de zumo de limón. Algunos expertos no lo recomiendan aunque sirva para mejorar un poco el sabor.

Cuando hayamos conseguido disolver todo el bicarbonato, dar un sorbo y llevando la mezcla hasta el fondo de la garganta sin tragarlo y comenzar tandas de gárgaras de 30 segundos. Escupir la mezcla y repetir el proceso hasta que se acabe la mezcla del vaso.

Además del alivio que se logra al calmar la irritación, también ayuda a limpiar la mucosidad y a desinflamar la garganta.

Pero aún hay más. Estos enjuagues también ayudan a mantener una correcta higiene bucal combatiendo la placa dental y las infecciones en las encías. También ayudan a refrescar previniendo el mal aliento. De la misma manera, dentro de esta cualidad desinfectante ayuda a curar las pequeñas llagas, aftas y placas que de vez en cuando aparecen dentro de la boca, en el paladar, interior de los labios y las encías.

Es en este punto donde los expertos dentistas no son partidarios de usar también limón. Si ya el bicarbonato hay que usarlo con prudencia porque en exceso puede dañar el esmalte dental. La combinación con el ácido del limón multiplica esta posibilidad.

Pero hay que ser cauto

Este no es el único motivo por el que hay que ser cuidadoso en el uso de este remedio y no caer en la tentación de, por tenerlo cerca y a mano, abusar de él.

Si bien el bicarbonato no es tóxico en pequeñas cantidades y de ello su uso en algunas recetas de pastelería (que dicho sea de paso se ha ido sustituyendo por otros productos). A partir de cierto punto puede producir algunas reacciones adversas como pueden ser vómitos, náuseas, flatulencias, acidez estomacal (aunque esta sea una de las razones de beberlo), debilidad muscular y hasta dificultades respiratorias.

Esta es la razón por la que no conviene hacer uso de este remedio más de dos veces al día y alargarlo más allá de una semana sin pasar por el médico.

De hecho, se desaconseja este remedio a personas que estén siguiendo algún tratamiento diurético o dietas pobres en sodio y se desaconseja a personas que sufran hipertensión, problemas renales o cardíacos. Tampoco es para mujeres embarazadas y menores de 12 años.