Los cuidados familiares, cada vez más reñidos con la propia vida y las obligaciones laborales, llevan a muchas familias a planearse una crianza colectiva en la que distintas manos colaboren en la educación y en las actividades diarias de los más pequeños del hogar. Aunque por instinto, las hembras de la mangosta anillada, unos pequeños mamíferos endémicos de Madagascar, son las precursoras de esta tendencia en el reino animal.
Las hembras de mangosta que forman parte de un mismo grupo paren a la vez sus crías, lo que hace que no sepan cuáles son suyas y que todas se centren en sacar adelante a las más débiles, lo que llevaría a "una sociedad más justa" por igualar las oportunidades de supervivencia desde el comienzo de la vida.
Así lo confirma un estudio realizado por las universidades británicas de Exeter y Roehampton y publicado en la revista Nature Communications, que observó el comportamiento en la crianza en siete grupos diferentes de mangostas. En ellos, la mitad de las hembras recibió una ración de comida extra durante el embarazo, lo que marcó diferencias en el peso de la crías.
LAS MADRES BIEN ALIMENTADAS DIERON MÁS CUIDADOS A LAS CRÍAS
Las hembras de un mismo grupo paren a sus crías la misma noche, lo que, según los científicos crea "un velo de ignorancia" sobre de quién es cada una y son criadas en guarderías comunitarias. "En la mayor parte del mundo natural, los padres favorecen a sus propias crías", pero con las mangostas "la sincronía de los nacimientos" hace que las madres "no puedan optar por dar cuidados adicionales" a las suyas, explicó Harry Marshall, uno de los autores de la investigación de Roehampton.
El estudio demuestra, aseguró, que no saber de quién es cada cría "conduce a una asignación más justa de los recursos", es decir, a una sociedad más justa. El equipo realizó su estudio en Uganda, con siete grupos de mangostas anilladas y solo a la mitad de las hembras preñadas se les dio 50 gramos de huevo cocido al día.
Después de los nacimientos, las madres bien alimentadas dieron más cuidados a las crías más pequeñas nacidas de hembras no alimentadas, en lugar de a las suyas, con lo que las diferencias de tamaño desaparecieron rápidamente.
"Predijimos que un velo de ignorancia haría que las hembras centraran sus cuidados en las crías más necesitadas, y esto es lo que hemos encontrado", destacó otro de los autores Michael Cant, de la Universidad de Exeter.
Los más capaces de ayudar ofrecen esa ayuda a los más necesitados y "al hacerlo minimizan el riesgo de que su propia descendencia se enfrente a una desventaja". "Nuestros resultados sugieren -destacó- que el velo de ignorancia, una idea filosófica clásica para lograr la equidad en las sociedades humanas, también se aplica en esta sociedad no humana".