madrid - José Manuel Seda se ríe cuando define a su personaje. Político, empresario al que no le tiembla el pulso para hacer negocios de dudable legalidad, infiel y machista. Así es Armando Ordóñez uno de los protagonistas de la nueva temporada de Amar es para siempre. El actor sevillano comenta que para hacer un enfoque correcto de este hombre hay que situarlo en una época, los 70, mucho más permisiva, exclusivamente para los hombres, que la actual. Pecados públicos y privados es la esencia de este nuevo personaje.
Un personaje un poco canalla el que le han dado.
-Armando Ordóñez es un empresario de éxito, un infiel y un canalla. Todo le va bien. Y como todo buen empresario de éxito, no todo lo que ha alcanzado en la vida lo ha conseguido de una manera más o menos legal.
Aunque la trama es de finales de los años 70, es como si estuviéramos hablando de algunos casos de ahora.
-Está claro que la corrupción no se inventó ayer, ya existía anteayer. Armando es muy competitivo, es alguien a quien le gusta ganar y está siempre dispuesto a luchar por superar a la competencia.
Un pájaro de cuidado, ¿no?
-Sí. Y tanto. De hecho, empieza la temporada, habiendo absorbido El hotel Estrella. La vida le sonríe, pero bueno, tiene también sus luces y sombras. En una celebración, la boda de su hija, surge la bomba, su mujer dice que sabe que es infiel y que le deja. Él lo ve como injusto, es algo que no se espera. Tiene una fuerte carga emocional y comienzan los momentos turbulentos para Armando.
¿Injusto? Su personaje parece estar creado a base de muchos pecados. Ja, ja, ja? Era la época, la política y los negocios estaban tan unidos? Más o menos como hoy, ¿no le parece?
-Más o menos, pero ahora estáis vosotros ahí para tirar del hilo desde los medios y entonces no. Armando Ordoñez es un hombre que ha hecho fortuna en la dictadura, aunque el momento que se narra va camino de la Transición. Es una época en la que no hay ningún tipo de sonrojo.
Ahora tampoco.
-Sí, eso también es cierto. Era muy habitual. Todos los empresarios iban a los ministerios a decir: Hola, ¿qué tal? ¿Qué hay de lo mío? Esa relación entre la política del antiguo régimen franquista y los empresarios creo que era mayor que ahora. Muchos de los que se dedicaban a los negocios también eran políticos. En la serie también soy político.
En 1976 la política española estaba en manos de la derecha.
-Y ahí está Armando, también es un fuente para ampliar sus beneficios. Estoy en un partido que está empezando a formarse; vamos, para continuar con todo lo que había antes.
Vamos, que la trama podía tener una traslación en el tiempo e instalarse en la actualidad.
-No digo que no. Lo que ocurre es que ahora todo es más sutil y antes no. Antes, no lo era tanto. La sociedad de Amar es para siempre en el tiempo en el que entro yo venía de la dictadura, era una sociedad muy domada.
Político para hacer negocios, empresario que usa y abusa del poder y la política, un hombre infiel? ¿Le queda a su personaje alguna ‘virtud’ más?
-Era un hombre de su tiempo. En esa época, aunque defiende mucho a su familia y quiere a su mujer, se lo demuestra ?
¿Siendo infiel?
-Pero para esos tíos de esa época era algo normal tener una querida.
Supongo que todos los tíos de esa época no lo verían normal.
Lo supongo yo también, tampoco yo lo veo normal. Pero en determinadas clases, todos lo sabemos, lo normal era tener una amante, para algunos era casi natural. No lo comparto, pero era así. Armando Ordóñez es de los que ven esas costumbres como naturales y es infiel, también machista. Le ha tocado.
También le vamos a ver en otra serie, ‘Toy boy’.
-Pues mira qué casualidad, también soy un político y mi familia está relacionada con el mundo de la empresa y los negocios. La acción se desarrolla en Marbella y, por supuesto, está claramente unido el poder político y económico.
¿Le han visto cara de político?
-Me gustan mucho los personajes de político. Tienen muchos matices, muchas caras?
Mire en lo de que tienen muchas caras los políticos va a haber mucha gente de acuerdo.
Ja, ja, ja?Puede ser verdad, ellos tienen una cara pública y una privada. Esta última puede ser interesante, muy interesante. De hecho, todo lo que se relacione con ciertos políticos está en el punto de mira de la opinión pública.
Estamos a punto de ir a otras elecciones generales, con tanta experiencia no va a tener ni que fingir, ya se sabe el papel.
¿Me está sugiriendo que me presente de verdad? Ja, ja, ja? En cine, teatro y televisión siempre me tocan los políticos y los empresarios de derechas. No sé qué me verán. No me planteo nada similar en la vida real y me tocan políticos de derechas.
¿Algún paralelismo con la vida real?
-No, para nada. En serio, nada que ver. Pero bueno, interpretando a estos personajes tan alejados de mí, políticos y empresarios de derechas, la vida me da la oportunidad de entender al otro bando.
¿Incluidos a infieles y machistas?
-A los machistas no, en absoluto. No tengo nada que ver con ellos más allá de lo que está escrito en un guion y que describe cómo eran la mayoría de los hombres de una época concreta. Lo de ser infiel o no es algo más privado, más personal y allá cada uno. No estoy diciendo que esté de acuerdo.
Está teniendo muchos proyectos seguidos. ¿Han cambiado los tiempos para la profesión?
-No. Sigue siendo tan complicada como lo ha sido siempre y como seguramente lo será en el futuro. Pero yo no me puedo quejar de cómo me están yendo las cosas. Entre una cosa y otra no he parado en ningún momento en los últimos años.
‘Amar es para siempre’ garantiza el trabajo al menos durante un año.
-Cierto. Pero a la hora de evaluar un trabajo, no solo cuenta el tiempo que va durar, también la calidad. Es algo importante.
Una serie diaria, ¿no da pereza?
-Para nada. Después de Yo soy Bea, lo que me echen. Fíjate, en esa serie hice cuatrocientos y pico capítulos.
También podríamos hablar de otras series de larga duración.
-Siete temporadas de Física o química. He hecho también muchas series capitulares. En Arrayan estuve un par de años. Tengo experiencia en las semanales y en las diarias. Lo importante es cuánto te convence el personaje que vas a hacer.
Y Armando Ordóñez le convence mucho como personaje aunque difiera de usted, ¿no?
-Es un tipo con el que no tengo nada en común, pero es bueno hacer personajes contrarios a tu personalidad. He hecho muchos personajes muy distintos a lo que yo soy, sirven para enriquecerme personalmente. No quiero parecerme a Ordóñez en la vida real, un tío que no es agradable, no tiene nada que ver conmigo, pero no me importa hacerlo en ficción y mostrar cómo era la vida en los 70.
¿Qué fue lo que le llevó a meterse en la piel de sus personajes?
-La vida. Yo solo hice caso a la vida, me fui dejando conducir. No es que tuviera una vocación desde pequeñito. Nunca dije de niño que quisiera ser actor. La vida me fue conduciendo por aquí y por allí. Empiezo a tomar clases de danza, luego te enteras de que hay unas pruebas de que había unas pruebas para un teatro en Sevilla y a partir de ahí empiezo a avanzar y me encuentro en esta entrevista contigo hablando de 28 años como profesional. Me iban viniendo las cosas y yo decía: Venga, lo hago; venga, esto también.
¿Dejó algo por el camino?
-Cada decisión que tomas te obliga a dejar otros caminos. Cuando decides, no sabes si estás tomando el camino acertado, aunque pasado el tiempo creo que sí, que tomé la dirección acertada. Empecé a trabajar a los dieciséis años en todo los que me salía, bares, supermercados, etcétera. Pero siempre tuve el gusanillo de que algo creativo tenía dentro.
Nadie le advirtió que era un mundo difícil, duro y que a veces no daba ni para un plato de patatas.
-Todos me lo dijeron. Empezando por mis padres. Ellos me decían: Niño, primero estudia y luego haz lo otro. Yo no les hice mucho caso.
Supongo que tuvieron que reconciliarse con que su hijo no les hiciera caso.
-Claro. Pero los primeros años fueron duros. Al teatro parece que no se le da importancia como un sustento permanente?
La televisión se ha convertido en el medio ideal para poder comer y pagar facturas.
-La verdad es que sí, ojalá funcionara tan bien en salarios el teatro. Es más un placer, un encontrarte con lo que tú crees que es la esencia de esta profesión.
Son muchos los que dicen que del teatro no se puede vivir.
-Antes sí, ahora ya no. Al principio yo no decía: Soy actor.
¿Qué decía?
-Bueno, estoy haciendo teatro. Hasta que un día me di cuenta que llevaba ocho años haciendo teatro y me atreví a decir que era actor.