madrid - Le gusta más el entretenimiento en televisión que las series, aunque maneja ambos formatos a la perfección, todos los días escribe en La información.com y también colabora en el programa de Julia Otero.

¿Qué modelo de televisión prefiere?

-La radio no mató a la prensa, la televisión no mató a la radio, pero de repente, internet lo ha engullido todo. Creo que vivimos una revolución de contenidos y a pesar de ello, pienso que no es cuestión de elegir, sino que hay una tele para cada momento. Tenemos la televisión tradicional, la que conocemos de siempre y en abierto, y después la televisión a la carta que es la que nos hace romper con la rutina.

¿Qué supone esa revolución?

-Pienso que la revolución de la televisión es que tengamos a nuestra disposición historias con miradas propias. Da lo mismo que lo veamos en el móvil, en la pantalla del ordenador o en una más convencional. Da igual que lo veamos en diferido o dentro del horario de programación, lo importante es la autenticidad de las historias que nos cuentan.

¿Entretenimiento o series?

-Entretenimiento. Veo muchas series, pero lo que me gusta es la televisión viva, la imprevisible, la del directo, la que no te permite adivinar lo que va a suceder.

Hay ciertos programas que parecen atentar contra la inteligencia del espectador.

-La televisión es un retrato de lo que somos, siempre lo ha sido?

Pues según los índices de audiencia lo que nos gusta ni es inteligente ni es elegante.

-Es posible. La televisión, de eso se habla también en el libro, tiene mucho que ver con los momentos creativos de nuestra sociedad. Por ejemplo, en los años 80, los programas fueron más creativos; pero en los momentos más mediocres, también se ha retratado esa mediocridad.

¿Quiere decir que tenemos la televisión que nos merecemos? Eso también se dice de la política y de los políticos, tenemos lo que merecemos.

-Ja, ja, ja? No estoy diciendo eso exactamente. Lo que digo es que la televisión es un reflejo de lo que somos. También tenemos esa televisión más morbosa que resulta menos cómplice con el espectador.

¿Somos morbosos?

-Claro. Unos lo son más y otros menos, pero todos tenemos un punto de morbo dentro.

¿Le parece injusto el término telebasura?

-Es un término que se ha lanzado desde los medios tradicionales, no desde todos, con un cierto esnobismo. Digamos que hay telebasura, pero también prensa basura. Para mí la telebasura son aquellos programas que engañan al espectador y a los invitados. Se puede hacer un programa de corazón en el que haya cierta complicidad con el que está al otro lado de la pantalla y también con sentido del humor.

No hay muchos programas de corazón así.

-Alguno hay. El problema es cuando se venden cosas que son mentira, que no existen y crean juguetes rotos. A mí el término telebasura no me gusta, pero tampoco me gusta esa televisión que engaña y crea falsas ilusiones. La televisión es mejor cuando hay imaginación, el morbo es el camino fácil para conseguir la audiencia fácil. A mí, me interesa mucho más la audiencia que se consigue a base de creatividad.

Habla de que la televisión es un reflejo de la sociedad. ¿Cree que las distintas versiones de ‘Gran hermano’ o ‘Supervivientes’ son reflejos de la sociedad?

-En el libro explico que el éxito de Gran hermano vino motivado porque el espectador sintió que tenía el control. Lo sintió, lo cual no quiere decir que lo tuviera realmente.

Pasado el tiempo, por crédulo que fuera el espectador tendría que haberse dado cuenta que el mando lo tenía la cadena.

-Cierto. Pero a muchos les gusta el formato y se divierten viendo a la gente encerrada en una casa. Lo que sí es verdad es que en los primeros casting del programa se intentó buscar un reflejo de lo que era la sociedad.

¿Y ahora?

-Todo aquello se fue desvirtuando?

Y solo están aquellos personajes que dan audiencia, ¿no?

-No deja de ser un micromundo de gente que juega a hacer show y que busca la fama. Los concursantes de ahora son los nuevos famosos, los que triunfan jugando hábilmente con sus miserias.

De creernos los índices de audiencia, varios millones de personas están enganchados al relato de unas miserias y unas vidas que no tendrían que interesar a nadie.

-Pero lo cierto que estos programas son seguidos por la gente, saltan a las redes y juegan con temas que pueden ser muy poco atractivos para unos, pero que a otros muchos les atrae en exceso. Quizá ofrecen una desconexión de las miserias de la gente que los ve. El morbo es un motor televisivo.

¿Cómo juzga usted la televisión actual?

-Si hablamos de las cadenas en abierto, diría que es una televisión un tanto perdida, una televisión que quiere seguir siendo lo que fue. Es homogénea, no hay diversidad de contenidos. La televisión pública tendría que atreverse con la creatividad, sin tener miedo al qué dirán. En los 80 se consiguió. Ahora, las cadenas quieren ser más vistas y tienen miedo de que haya programas que no se entiendan. Las televisiones no arriesgan como deberían.

¿Sería imposible ahora plantearse ‘La bola de cristal?

-Es posible que nadie la pusiera en marcha. La bola de cristal fue interesante porque incluso se atrevió a criticar a la propia televisión que la emitía. No era un programa, otros siguieron el mismo camino, que criticara por criticar, daba herramientas al espectador para que pudieran ver la televisión de forma crítica. Los chavales no solo aprendían con la bola de cristal, también desaprendían. La bola de cristal nos enseñó que en la sociedad no siempre ganan los buenos, que muchas veces son los malos los que ganan.

Por el camino han quedado programas que también a su manera marcaron tendencia: ‘1, 2, 3?’; ‘Caiga quien caiga’ y otros de los que casi nos hemos olvidado. ¿Era más cara esa televisión?

-Sí, claro que lo era. El programa de Chicho Ibáñez Serrador se grababa durante toda la semana, se cuidaban mucho los detalles, tenía muchos decorados, tenía muchos personajes. Fue un programa muy articulado en el guion. Ibáñez Serrador sabía muy bien cómo hacer las cosas, llegaba a la televisión del mundo del teatro y del cine. ¿Qué ocurre ahora? Que vamos tan rápido a ver los datos de audiencia del día después que se nos olvida planificar un buen guion. Los programas de entretenimiento de ahora necesitan historias mejor articuladas con un principio y un final.

¿Cuestión de dinero?

-Y de que pensamos muy rápido. Las redes sociales pueden ir con mayor rapidez, pero la televisión tiene que pararse a pensar. Pero hay programas que lo hacen muy bien, Salvados de Jordi Évole es de los que se paran a pensar. No se queda en una entrevista al uso, tiene guiños de complicidad con el entrevistado. La mejor improvisación en televisión es aquella que está muy bien ensayada y en la televisión de hoy no da tiempo a ensayar demasiado y resulta menos creativa.

¿Cómo cree que han revolucionado las plataformas la televisión?

-Aún estamos todos, los que las vemos y los que las producen, aprendiendo a utilizar las plataformas. Pienso que lo importante es que dan una nueva opción. Dan segundas oportunidades, mira La casa de papel. Es una serie que ha tenido dos vidas, una en Antena 3 y otra a nivel mundial en Netflix, esa segunda vida es un punto muy interesante en las plataformas. Otra ventaja es no esperar a la contraprogramación.

Eso sí que es revolucionario.

-La contraprogramación y cómo se han estirados los programas y las series en el prime time. Ambos factores han conseguido que los espectadores no aguanten las series hasta el final y que no se enganchen a ellas. En las nuevas plataformas el espectador es el que dice cómo y cuándo quiere verlo. Es un valor añadido para el usuario, pero también sirve para que las televisiones tradicionales se pongan las pilas para que dejen ciertos vicios para conseguir cuota de pantalla y dejen de pensar en el frío número de la audiencia y vuelvan a pensar en el espectador.

¿Cree que hay una burbuja de contenidos?

-Hemos visto el gran éxito del final de Juego de Tronos, pero en España no es la serie más vista. En estos momentos, lo más visto sigue estando en la televisión en abierto. Pero las redes sociales, son importante para las series, amplifican el éxito de determinadas ficciones. Lo que ocurre ahora es que se está cambiando el éxito numérico por la percepción de éxito.

¿Se producen demasiadas series?

-No hay una burbuja, en realidad, no se produce tanto como creemos. Hay mucho ruido en la redes, eso sí. Pero no se producen muchas más ficciones que en los 90. Se producían más capítulos y más temporadas.

¿Qué le llevó a escribir ‘Tele’? ¿No está cansado de escribir todos los días de televisión?

-Escribo en un medio digital, La información.com, y estoy en el programa de radio de Julia Otero. Pero quería escribir con tranquilidad, pensar más a la hora de escribir y eso lo he podido hacer en el libro. Quería ver otras perspectivas y aprender de la historia de nuestra televisión.

En su libro está ‘Paquita Salas’, Broncano, Évole?, habla de programas muy actuales.

-Cierto. Pero a la vez es bueno volver la vista atrás y saber por qué aquella televisión de décadas pasadas nos dejó huella y nos sigue atrapando. Me he emocionado investigando y recordando sobre algunos programas y sobre las personas que hicieron posible en cada momento una televisión diferente.