Opel alcanza los 120, por ahora. No es velocidad, sino edad. Todo un récord considerando su convulsa trayectoria, jalonada de grandes éxitos y de momentos críticos que amenazaron seriamente su existencia. La alemana es una de esas marcas pioneras, surgidas en los albores de la automoción, que han conseguido pervivir manteniéndose casi siempre en vanguardia. Tras cerca de un siglo de vinculación a la americana General Motors, su destino depende hoy del de Peugeot SA, que la considera pieza clave en sus planes de expansión internacional.
El grupo francés, en el que Opel se une a Peugeot, Citroën y DS, representa un oportuno colchón financiero y tecnológico para la casa alemana. Esta ofrece a cambio un cierto conocimiento en el ámbito de la electrificación obtenido de GM, además de una buena implantación en los mercados británico y alemán, donde PSA no pisa con tanto garbo.
Eso sí, el ingreso no está saliendo gratis a Opel, obligada a someterse a una estricta reconversión por los cost killers que rigen los destinos de la compañía gala. Los lidera Carlos Tavares, directivo de origen portugués y espíritu espartano que postula métodos expeditivos -predica la reducción de costes y la simplificación de la oferta- para obtener beneficios. Es justo lo que ha conseguido en apenas un año, algo que no sucedía desde 1999. Ahora bien, su táctica de ir apretando las tuercas activa las alarmas en una red de concesionarios preocupada por la rentabilidad de sus inversiones.
MARCA HISTÓRICA. Opel nació antes de que lo hicieran los automóviles. De hecho, su fundador, Adam Opel, dejó este mundo cuando los coches aún no habían comenzado a invadir las calles. Se dedicaba a la fabricación de máquinas de coser, negocio al que posteriormente sumó el ensamblaje de bicicletas, una ampliación de horizontes comerciales semejante a la que afrontaron los colegas británicos. Tras su muerte, la caída del mercado de las dos ruedas indujo a sus herederos a refundar la empresa, reorientándola hacia la producción de vehículos a motor de cuatro ruedas. Corría 1899, año en el que varias compañías pioneras (Renault, Peugeot, Tatra, Buick y Fiat) echaron simultáneamente a andar tras los pasos de la que hoy es Daimler Benz.
La biografía de Opel arranca en un garaje de Rüsselsheim am Main, pequeña capital (65.000 habitantes) de una región vinícola e industrial del suroeste alemán. De aquella modesta instalación salieron once vehículos en los primeros meses de actividad. En los comienzos su producción consistió en automóviles confeccionados bajo patente, a los que se sumaron unidades Darraq ensambladas in situ con licencia de esta marca francesa y también algunos Renault importados. Así que no parece fácil determinar cuál es el primer producto íntegramente Opel de la historia.
De lo que no cabe duda es de que uno de los más genuinos es el 4/8 CV Doktorwagen, presentado en 1909. Este modelo compacto y asequible -costaba entre 4.000 y 5.000 marcos, la cuarta parte que los modelos coetáneos- contribuyó a que el automóvil dejase de ser patrimonio exclusivo de los más pudientes. Opel lo publicitaba como el vehículo ideal para “médicos, veterinarios y abogados”, propiciando así el sobrenombre de Doktorwagen o coche del doctor.
La entonces emergente marca alemana fue pionera también en apostar por grandes volúmenes de producción que permitieran ajustar los precios y, en consecuencia, popularizar el invento. A tal fin adoptó en los años veinte la fabricación en cadena ideada por Ford. El éxito de ventas conseguido por Opel despertó el interés de General Motors, que se hizo con su control en 1929. Para ese momento ya era líder indiscutible del mercado alemán.
Entre aquellos primeros productos y el moderno Corsa listo para asomar al mercado hay una distancia de ciento y pico años. También media un abismo tecnológico. Lo contrario, claro está, sería anómalo. Pero es que, además, Opel se ha distinguido, desde sus comienzos, por acercar al gran público recursos en un principio reservados a automóviles más costosos. Es algo que continúa haciendo en su gama actual, que populariza innovaciones como los faros matriciales, los asientos ergonómicos, el WiFi a bordo, etc. Adelantos como esos se han ido incorporando en distintas épocas a los modelos, algunos tremendamente populares por aquí y otros menos conocidos por ser anteriores a la llegada de la marca al mercado español (1982).
Integran esa nómina productos como el P4, un coche de gran difusión desarrollado bajo los auspicios de GM. Le dio el relevo en los años treinta el primer Kadett, un modelo asequible e innovador: incorporaba carrocería autoportante de acero, suspensión delantera independiente, motor de cuatro tiempos con cuatro cilindros y frenos hidráulicos de tambor.
El paréntesis de la II Guerra Mundial, en la que Opel se vio involucrada en la maquinaria bélica alemana, termina con el lanzamiento del Olympia Rekord en 1947. Esta berlina de inspiración norteamericana utilizaba carrocería monocasco y se reconocía por su parrilla cromada con forma de fauces de tiburón. El modelo, que tuvo una versión familiar Caravan, motorizó a la renacida clase media germana. En dicha misión lo acompañaron creaciones posteriores como el Kapitan de 1948, reeditado en el 53 y en el 59.
De esa época data el Rekord, que acabaría siendo exportado a EE.UU. Disponible en formatos cupé, familiar y berlina, este vehículo de talla media se convirtió en objeto de deseo del gran público de la joven República Federal Alemana. Opel produjo 882.433 ejemplares hasta 1965.
Entre tanto resurge el Kadett y van apareciendo modelos de talla superior: Admiral, Diplomat y Commodore. También nace el espectacular cupé GT. Los 70 deparan los estrenos del Ascona y de su derivado deportivo Manta. Opel repite estrategia la década siguiente al fabricar la berlina Vectra y su declinación deportiva Calibra, que llegó a tener una variante con tracción integral y 204 CV.
Los años ochenta habían comenzado con el estreno de una revolucionaria generación del Kadett, primer modelo de Opel en adoptar tracción delantera (luego lo imitaría el Ascona). Sin embargo, la gran estrella de la época, además de principal baluarte comercial de la marca, es el Corsa. Para su lanzamiento al mercado internacional, la firma decidió instalarse en suelo español, en Figueruelas (Zaragoza), donde emprende la producción en exclusiva del popular utilitario. Ese modelo marcó el salto a una era moderna que ha deparado creaciones como los Astra, Zafira, Meriva, Insignia, etc.; sin olvidar la saga de propuestas SUV que incluye al Mokka, al Crossland y al Grandland.
A lo largo de su vida, Opel ha vendido sus creaciones por medio mundo. No siempre lo ha hecho con su propio nombre. En el Reino Unido utiliza la denominación Vauxhall, mientras que en Australia y en ciertos mercados asiáticos es conocida como Holden. Mientras estuvo vinculada a General Motors, algunos de sus productos se vendieron en mercados de americanos luciendo emblemas de Chevrolet, Buick, Saturn y Cadillac. Daewoo y Subaru han versionado determinados modelos de Opel que, a su vez, también adoptó creaciones de Isuzu.