El i30 es el primer gran producto Hyundai de la era moderna, el trampolín que ha impulsado su considerable saldo de calidad. La generación actual del ejemplar modelo compacto vuelve a dar la talla con el estreno de una singular y esbelta versión Fastback. La nueva interpretación, sin apenas rivales en su categoría, pega un pequeño estirón que procura un plus de prestancia y habitabilidad. Debuta con mecánicas de gasolina de 120 y 140 CV a las que en verano unirá dos o tres diésel. Reclama entre 22.565 y 30.080 euros, aunque el precio final puede descender hasta 16.165 euros si se acumulan todos los descuentos posibles (por lanzamiento, financiación y entrega de un vehículo usado).
Puesta al lado de un i30 convencional, la interpretación Fastback podría pasar fácilmente por un modelo distinto, con identidad propia. Es, en cualquier caso, un producto de tamaño y entidad algo superiores. La nueva alternativa formal prolonga ligeramente la longitud del compacto -agrega 11,5 centímetros, para alcanzar 4,45 metros- y reduce la altura de la popa -cede 2,5 cm. y deja el techo a 1,42 del suelo-; la anchura (1,79 m.) y la distancia entre ejes (2,65 m.) permanecen invariables. La capacidad del portaequipajes aumenta de 395 a 450 litros.
Además de un leve incremento del espacio interior, esta hechura propicia un ascenso en la escala social al procurar una buena dosis de empaque. El Fastback parece más coche que el i30 de formato escueto, quizá porque las siluetas como la suya, con una sutil inspiración cupé, revisten connotaciones deportivas y comportan un plus de distinción. Su propuesta estética entra bien por los ojos y se suma a otras recientes creaciones (Tucson y Kona, sobre todo) que acrecientan el prestigio de Hyundai.
En el caso del Fastback, esa consideración tiene mucho que ver con la exclusividad inherente a ser un ejemplar prácticamente único en su especie. En la actualidad no existe otro constructor, no entre los considerados generalistas, que disponga de un producto de talla media y carrocería de cinco puertas con rasgos tan estilizados. Este Hyundai puede considerar rivales más o menos equiparables al Honda Civic y al Mazda3. También a su propio hermano el IONIQ, más tecnológico que suntuoso. En la categoría Premium sí aparece competencia: el Lexus CT, los Audi A3 Sportback y Sedan o el Mercedes-Benz CLA.
Para reafirmar esa querencia deportiva que se asocia con los diseños de corte cupé, el Fastback enfatiza sus rasgos por medio del maquillaje (parrilla con lamas en cascada, faldón frontal, spoiler perfilado en la zaga, cromados, etc.) y adopta algunos reajustes técnicos. Uno de ellos afecta a la suspensión, que acentúa un 15% su firmeza respecto al i30 conocido. Esta modificación consigue el objetivo de acentuar las buenas sensaciones dinámicas, fundamentalmente de aplomo y precisión, sin comprometer en absoluto el bienestar de marcha.
Hyundai asigna a esta creación motorizaciones de la gama i30. En principio, el Fastback va animado por dos propulsores de gasolina de la serie T-GDi. Son el 1.0 de tres cilindros con 120 CV y el 1.4 litros de cuatro cilindros con 140 CV. Más adelante, justo a tiempo para la campaña de verano, engrosarán el repertorio las habituales alternativas diésel. Habrá, con seguridad, variantes CRDi de 110 y 136 CV; los responsables de la firma sopesan incorporar a la oferta la alternativa a gasóleo menos solvente (95 CV), a priori poco acorde a la deportividad que sugiere esta silueta.
La variante motriz más sencilla de las dos de gasolina ya disponibles se combina con caja de cambios manual de seis velocidades y deja como opción el automatismo. Acredita reacciones bastante ágiles y agradables (188 km/h de punta y un 0-100 en 11,5 segundos), además de una estimable frugalidad (5,2 litros a los cien). Cumple adecuadamente los cometidos habituales de un amplio espectro de usuarios, sean o no proclives a viajar.
La clientela algo más temperamental y sensible al confort disfrutará con la combinación del propulsor de 140 caballos y la eficaz transmisión automática de doble embrague con siete marchas. Depara una velocidad (203 km/h) y una capacidad de aceleración (9,5 segundos) superiores, sin penalizar los costes teóricos de utilización (5,6 litros de gasto medio oficial).