bilbao - Carmen Sarmiento (Madrid, 1944) es un icono de TVE y, aunque lleva jubilada desde 2002, sus reportajes continúan en la memoria de los espectadores, sigue recibiendo premios (el último ha sido el Especial Manos Unidas, que reconoce la trayectoria de un profesional por su compromiso con los más desfavorecidos) y no ha perdido un ápice de beligerancia en su defensa de las mujeres, de los pobres de la Tierra y, juntando ambas causas, de las mujeres pobres de este planeta. No sólo es la primera periodista que pidió a su jefe cubrir una guerra, sino que su trayectoria fue siempre coherente y de ello dan fe los títulos de sus series: Los marginados (en antena desde 1982 hasta 1991) y Los excluidos I y II (entre 2000 y 2003). En medio, el trabajo del que se siente más orgullosa, Mujeres de América Latina, que le gustó tan poco al Gobierno socialista de 1992 que lo congeló un año y ella tuvo que hacer pasillos más de siete porque se negó a variar su contenido o a tirarlo a la basura.

¿Un Gobierno de izquierdas no quiso emitir un espacio que mostraba desigualdad e injusticia... y encima en otros países?

-Con los fastos del 92, yo propuse una idea que no se le ocurrió a nadie. El desprecio de sexo, nuevamente. Era una serie para contar la realidad de América Latina con las mujeres como protagonistas. Los jefes acogieron la idea gustosamente: primero porque no lo había propuesto nadie más y después porque pensaron que no iba a tener importancia. Pero algunos capítulos, como el de Guatemala (Guatemala silenciada), eran revolucionarios. En él salía Rigoberta Menchú antes de que le dieran el Nobel y se hablaba de la URNG (Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca). Cuando vieron los programas en TVE se quedaron atónitos y decidieron no emitirlos, los tuvieron un año en la nevera. Yo estaba fuera de la casa porque me obligaron a pedir una excedencia para hacer ese trabajo y no me dejaban reintegrarme. Empecé a dar conferencias y en cada rueda de prensa decía lo mismo, que no querían emitir la serie a pesar de todo el dinero que había costado.

¿Cómo se resolvió?

-Tras un año y pico logré que se diera, pero mis series siempre habían ido en TVE-1 y en prime time y Mujeres de América Latina fue los domingos en La 2 y un poco más tarde, así lograron que se viera menos. Yo pienso que es mi mejor trabajo. Quise hacer una segunda parte con los países que faltaban, pero....

¿Fue muy difícil hacer esos trece capítulos, que están en rtve.es/alacarta para quienes no los vieron?

La principal dificultad es que llegas a cualquier país y siempre son los hombres quienes están en los órganos de poder. Intentar contar un país exclusivamente a través de las mujeres no era fácil porque no se trataba de hablar sólo con las ingenieras del lago Maracaibo en Venezuela, sino de contar lo que me ha interesado siempre: la discriminación, la marginación, la pobreza de las mujeres...

¿Lo consiguió?

Puse toda mi ilusión y coincidían mis tres grandes pasiones: la televisión, América Latina y las mujeres. El feminismo en la televisión. En mis reportajes anteriores también puse toda la carne en el asador y siempre había un hueco para las mujeres, pero estaban dedicados a denunciar la pobreza y la discriminación en general. Mujeres de América Latina fue la culminación de mi trabajo y de todo aquello en lo que yo creía.

Pagó un precio muy alto: el trabajo de hacerla, el sufrimiento de verla censurada y las represalias...

Había jefes que decían, mitad ofensa, mitad broma, como perdonándome la vida: “Es que Carmen Sarmiento vaya donde vaya siempre encontrará una mujer o una niña discriminada”. Y es verdad, yo puse el acento durante toda mi vida en encontrar las situaciones de discriminación de la mujer.

¿Quién era el director general de RTVE cuando se hizo ‘Mujeres’?

-Jordi García Candau (de 1990 al 96). Pero la responsabilidad de que no se emitiera la tuvo la ministra Matilde Fernández.

¿Algún país de América Latina podía presionar a España en 1992 porque no salía favorecido? ¿Y cómo lo sabía antes de emitirse?

-Hay una historia previa. Me llamó esta ministra y me pidió que preparara una selección de la serie porque se celebraba en Sevilla un congreso de mujeres de América Latina. En el resumen había una secuencia del capítulo Perú. La cólera del hambre, que incluía la problemática tremenda que tuvieron las mujeres con Sendero Luminoso. Eran denuncias de cómo llegaban a sus pueblos, se las llevaban y las violaban; y después venía el Ejército y hacía lo mismo. En la reunión había unas representantes peruanas, feministas además, que se enfurecieron y me echaron en cara que hubiera hecho ese reportaje cuando acababan de pactar con Fujimori unas subvenciones. Sólo les pude decir “¡qué pena me dais!” Pero la ministra se asustó y me dijo que teníamos que hablar. Llamé varias veces al Ministerio y nunca me recibió. Lo que hizo directamente fue prohibir la emisión de la serie.

¿Cómo se desbloqueó esta historia provocada por Matilde Fernández, a quien siempre le gustaba recordar que era “la hija de una humilde portera”?

Gracias a las grandes presiones que ejercí. Después me readmitieron y me tuvieron siete años en los pasillos sin hacer absolutamente nada.

Tener a una profesional como usted siete años ‘castigada’ es malversación de fondos, algo que una televisión pública no se puede permitir. Como la censura previa...

¡Me propusieron hacer un programa con Laura Valenzuela! Para humillarme, con todos mis respetos para esta presentadora, pero yo hacía un periodismo de otro tipo. A los dos años fui a hablar con la jefa de personal y le dije que me tenían que dar un trabajo de lo que yo sabía hacer y que a partir de ese momento no volvía por TVE hasta que no me dieran algo digno. Dejé de ir porque me parecía un desprecio lo que estaban haciendo, una injusticia brutal, un machismo absoluto... ¡Y me pasé seis años sin fichar! Me podían haber echado, pero no se atrevieron.

¿Cómo consiguió regresar a TVE?

-Un día me encontré en un acto con Candau y le pregunté si no pensaba dejarme entrar en la vida en TVE. “No, por Dios. Es un error”, respondió. Enseguida me llamó María Antonia Iglesias, directora de Informativos; y me nombró corresponsal en Colombia, a ver si se deshacían de mí (se ríe) porque en aquel momento el país estaba como estaba... Pasé allí sólo un par de meses, fue una fórmula que se inventaron para darme el reingreso tras la excedencia... Y después me dejaron siete años en pasillos.

¿En ese tiempo en los pasillos de TVE -o en el de su casa-, tuvo tentaciones de ir a otra cadena?

No. Y me llamaron de Antena 3. Querían contratarme para hacer una serie sobre África, pero “sobre los rituales, nada de niños con moscas en el ojo y hambrientos”. Querían el morbo de la magia, del esoterismo y demás pero no programas de denuncia implacable. Yo sabía que realmente no tenía alternativa.

Pero TVE acabó dándole otro trabajo y usted hizo ‘Los excluidos’.

-Bueno..., cuando por fin me permitieron volver me dejaron claro que si quería hacer una serie, tenía que encontrar un coproductor. “¿Quién va a querer coproducir series como las mías?”, pensé. Y se me ocurrió presentarme en Manos Unidas, donde me acogieron con los brazos abiertos porque estaba en la línea de las cosas que ellos hacían.

¿En los tiempos boyantes de TVE tuvo que recurrir a una ONG?

-Así fue. Y Manos Unidas lo acaba de recordar diecisiete años después y por eso me ha dado un premio. Los premios y el reconocimiento de la sociedad no me han faltado. Eso ha sido mi gran riqueza y satisfacción. Aunque han pasado más de quince años desde que me retiré, raro es el día que alguien no me reconoce por la calle y me dice que le encantaban mis programas, que se hizo feminista por mis trabajos o que se hizo periodista porque veía mis programas. Eso sí lo he tenido. Y sin buscarlo, porque yo empecé a hacer lo que hacía por un gran convencimiento ideológico. Pero me sigue llegando la gratificación de la sociedad, de gente que vio esos programas y fueron un aldabonazo en sus conciencias.

Franco llevaba muerto 17 años...

-Sí, y mientras vivía varios jóvenes periodistas muy comprometidos, muy de izquierdas, le metimos algunos goles al sistema desde Informe Semanal. Cuando llegó UCD al poder, quiso ser progresista y nos respetaron a los llamados rojos de TVE. Yo tengo que reconocer que mi mejor época laboral fue con UCD, fue cuando me aprobaron Los marginados. Cuando llegaron los socialistas aprobaron Mujeres de América Latina, pero mira lo que sucedió. Son estas cosas curiosas de la política. ¿Cómo iba a pensar yo que el PSOE en el poder me iba a masacrar? Pues pasó. Antes, todavía con Los marginados, me habían suspendido un programa sobre los saharauis. Y la directora general era Pilar Miró, una mujer de izquierdas, progresista y que había hecho una película como El crimen de Cuenca. Me llamó a su despacho y me dijo que el programa no se iba a emitir por razones de Estado que no me podía explicar. Respondí que entonces ya se imaginaba que se iba a ver en los papeles. “Sí, lo sé”, contestó. “Eres capaz de manipularme”. “Pues no, yo no me he jugado la vida en el desierto para narrar el drama de los saharauis para que tú ahora no lo emitas. Está grabado cómo los marroquíes iban soltando obuses según nosotros avanzábamos con el Land Rover porque nos seguían con un radar desde detrás del muro. En esa secuencia podíamos haber muerto”, le respondí.

¿Cómo se resolvió aquella vez?

-Para que no le organizara un escándalo en la prensa, lo que hizo fue decirme que sí lo iba a emitir. Y lo hizo: un mes de julio a las once de la noche en La 2. No lo vio nadie. ¡Menos mal que los saharauis lo grabaron y lo enseñaron por toda España! Me han pasado muchas cosas de censura, muchas; y no digamos en la época franquista. Recuerdo que fui a Argentina cuando se creía que iban a dar un golpe de Estado contra Isabelita Perón y entrevisté motu proprio a Claudio Sánchez-Albornoz. Llevaba en el exilio desde el inicio de la Guerra Civil. Ya sabía que no iban a emitirla. La monté y llegó el típico censor para verla en la moviola y cortó un montón de trozos. Como en Informe Semanal ya conocíamos el sistema para enfrentarnos al poder, hice una copia y la envié a La Vanguardia, que la publicó íntegra, con lo que TVE se sintió obligada a darla entera. Treinta y cinco años en televisión dieron para mucho, fue una lucha tremenda pero apasionante. Los vi pasar a todos: franquistas, UCD, PSOE, PP... al final todos quieren lo mismo: controlar el medio para sus intereses políticos.

¿Por qué lo tituló ‘Los excluidos’ si ya había hecho ‘Los marginados’? ¿Hay diferencia?

-Los excluidos era una consecuencia lógica de todo por lo que yo había luchado porque muchos seres humanos ya no eran marginados, sino excluidos de la sociedad en la que vivían. La sociedad como una lavadora-trituradora de personas expeliéndolas hacia fuera porque ya no las podía explotar más. Con menos tiempo y menos dinero para hacer las dos partes de esta serie, tuvo mucha menos fuerza. ¡Y por si fuera poco se emitió los sábados a las 7 de la tarde en La 2!

Todos estos programas que hizo hace tres décadas en la televisión pública, ¿los podría hacer ahora?

-(Sonora carcajada) ¡Para nada! Tuve la suerte de vivir un momento mágico de la televisión, de entre diez y doce años, cuando acaba la censura del franquismo, la primera apertura de UCD y los socialistas.... hasta que empezaron otra vez a restringir y a querer controlar la televisión. En ese margen pude hacer aquello en lo que yo creía: Los marginados I y II y Mujeres de América Latina.

Tras ‘Los marginados’ y ‘Los excluidos’, ¿qué título tocaría rodar? ¿Hay un grado más allá?

-Sí, lo hay. El título de la serie podría ser Los desechados.

En tantos viajes, ¿sufrió enfermedades tropicales?

-Sí, claro. Me tocó dormir muchas veces en el suelo, he atravesado selvas... así que he tenido amebas en el hígado, disfunciones intestinales tremendas durante una década... pero afortunadamente no malaria. Y aquí me tienes, a punto de cumplir setenta y tres años. Sobreviviendo.