gasteiz - El actor y modelo bilbaino habla en exclusiva para DNA de sus próximos proyectos en el mundo del cine, mientras despliega su lado más solidario junto a los refugiados climáticos neozelandeses, los primeros que están sufriendo las consecuencias del cambio climático y a los que Greenpeace ha decidido dar voz.
¿Qué proyectos tiene en este momento?
-He terminado la segunda temporada de Quantico, que ha sido una experiencia muy interesante. Hacer una serie en Nueva York y rodar en inglés, con solo dos días para aprenderte el papel, era un reto importante y cuando lo resolví me sentí orgulloso, porque creo que lo hice bien. Acaban de confirmar que continúa, con una tercera temporada, y me gustaría volver porque fue una experiencia muy bonita. Allí salió el niño actor que llevo dentro. Esta serie me permitió vivir esta sensación y además, convivir durante cuatro meses con unos actores que hacían piña. Hacer una serie es muy duro, pero si hay buen ambiente, ese tiempo está bien invertido.
¿Y en castellano, tiene algún estreno en las próximas fechas?
-La primera semana de junio estrenamos Pieles, una película de Eduardo Casanova producida por Alex De la Iglesia, que se presentó en el festival FANT 2017. Narra varias historias conectadas entre sí, que protagonizan ocho personas que no son normales. Habla de algo muy profundo desde un lugar surrealista, no va a dejar indiferente a nadie.
¿Cómo ha sido el rodaje?
-Rodar con Candela Peña ha sido un regalo, ella es honesta, divertida y muy buena compañera. Teníamos días muy duros, con seis horas de maquillaje diarios y unas prótesis que te limitaban los movimientos. Cuando no podía más, ella siempre me animaba diciendo: “Venga que ya solo quedan tres días y estamos haciendo algo muy importante”.
Tiene también un proyecto en Mediaset.
-Creo que emitirán La verdad, a la vuelta de verano, una serie que he rodado en Santander, para Telecinco, con Elena Rivero, Irene Montalaz, Lidia Bosch y José Luis García Pérez. Narra la historia de una chica desaparecida. A ver qué respuesta tiene por parte de la gente, pero pienso que es una serie entretenida y con una identidad un poco oscura, que gustará al público.
¿Le llenan los papeles profundos?
-Sí. Siento que en la moda hay menos espacio para llegar a la profundidad de los proyectos en los que trabajas. Como actor, me apetece contar historias o entender a personajes que tienen inquietudes, secretos, una mochila en la que puedo entrar, descubrir el fondo del tema y empatizar con el papel del otro al que represento, para darle vida de la forma que más se acerca a la autenticidad del mismo. La vida de actor es algo muy presente en mi vida, lo hago porque me gusta y es un deseo que he tenido desde la adolescencia.
¿Qué le pide a un personaje?
-Como actor me interesa hablar de sentimientos, de momentos reveladores, transformadores para el personaje. Por ese motivo, es importante saber en qué proyectos te involucras, porque tienes que entender, querer y defender siempre a tu personaje.
¿De qué manera ha conseguido profundizar en estos roles?
-Tengo la suerte de poder contar con maestros que me han ayudado en este camino, porque la formación como actor es constante. Cursos de voz, de dicción... Cuando estás trabajando hay una exigencia constante y es importante descubrir aspectos importantes para los personajes, desde el juego o desde la desinhibición. Susan Watson, con la que trabajé mientras hacía Quantico en Nueva York y Lorena García Bayonas en Madrid, han sido mis maestras.
¿Qué le ha dado la moda?
-La moda me ha dado un montón de experiencias a nivel profesional y personal y, sobre todo, una libertad que siempre he querido tener, pero después de Un hombre soltero me di cuenta de que si quería ser un buen actor tenía que formarme. Compagino perfectamente la actuación con mi vida de modelo, y creo que ambas facetas son compatibles.
¿Tiene algún sueño en el mundo de la interpretación?
-Hace años me ofrecieron una película de Fresnadillo y me emocioné tanto que pensé, quiero hacer este papel. Algo parecido a Mujercitas, aunque con rollo esotérico. Es la historia de tres niñas con una intensa vida familiar, Najwa Nimri era la madre en este filme.
¿Cómo surgió la idea de visitar las primeras consecuencias del cambio climático?
-Todo empezó cuando Elena Anaya me contó que había hecho una expedición al Ártico con Greenpeace. Este viaje, muy inspirador para ella, le puso en contacto con gran cantidad de acuciantes problemas medioambientales. Me habló muy bien del equipo, dijo que tratan el tema desde un punto de vista muy sano y constructivo y me recomendó que tuviese una experiencia con esta ONG. Después me llamó de nuevo para proponerme que hiciera una expedición a Vanuatu.
Y le convencieron.
-Tomé la decisión de una semana para otra y al principio pensé: ¡Qué lejos está esto! Cuando llegué a Nueva Zelanda me di cuenta de que el problema no estaba tan lejos, que es un problema global que avanza a gran velocidad. Los problemas se pueden tapar o disimular, pero esa actitud tiene el inconveniente de que cuando sea visible igual ya es tarde. Es un problema que ahora les afecta a ellos, pero en el que nosotros somos los responsables, porque se debe a nuestro modo de vida y pronto nos afectará a todos.
¿Cómo ha vivido esta situación?
-Cuando hablas con los refugiados climáticos y te cuentan desde cuándo viven esta situación dramática, ves la pena que sienten, cómo ha afectado esto a sus vidas, humanizas el problema. Te das cuenta de lo grande que es, de los paisajes maravillosos que vamos a perder y de cómo está subiendo el nivel del mar. Yo antes pensaba, si el nivel del mar sube dos centímetros, eso tampoco va a ningún sitio. Pero en realidad eso significa, desastres naturales, evacuar a una población de su lugar de origen, donde tienen su cultura y su modo de ganarse la vida.
¿Cómo viven los habitantes de la zona esta complicada situación?
-Lo viven con ánimo de superación y no se cansan de dar voz al problema, pero no actúan desde el victimismo, sino desde el activismo y el cuidado de su medio natural. Hay un montón de ecologistas locales, que difunden lo que está pasando a las organizaciones extranjeras, para que estas lo transmitan en sus países.