LA renovación pone punto y seguido en la trayectoria del exitoso Sportage. Leal a los cánones estéticos vigentes, que tan transgresores resultaron en su momento, el popular SUV va a más con una cuarta entrega que adquiere elocuencia, precisión y refinamiento. Kia lo pertrecha con las últimas tecnologías de seguridad y conectividad. También mejora algo la capacidad y fomenta los progresos dinámicos al intensificar aplomo y agilidad. El repertorio Sportage contempla esta temporada cinco motorizaciones; son unidades de gasolina con 132 y 177 CV y turbodiésel de 115, 136 y 185; Kia promete una futura variante con propulsión híbrida. El modelo, que aumenta a cinco sus puestas en escena, reclama un desembolso mínimo de 17.302 euros, precio con asterisco que resulta de aplicar todos los descuentos posibles (promoción, Pive y financiación); sin ellos, un diésel de potencia media, con tracción delantera y coqueto acabado GT Line, ronda los treinta mil euros.

Una de cada tres personas que eligen Kia se decanta por el Sportage. El año pasado fueron exactamente 14.000. Ese volumen de clientela convierte al vehículo en uno de los pesos pesados de la categoría de moda; también en el principal sostén comercial de la firma euroasiática, que lo colma de atenciones. Ese mimo se constata en la generación que acaba de irrumpir en el mercado. Kia ha asumido la difícil misión de actualizar un producto que ya funcionaba con la exactitud de un reloj de cuarzo; la operación es medicina preventiva orientada a preservar la frescura del Sportage. Por eso, la reforma elude riesgos y se dedica a lustrar la imagen y a mejorar los contenidos de un proyecto que vuelve a estar perfectamente afinado.

El público ha asimilado ya el lenguaje de diseño de Kia, cuyo primer embajador fue el Sportage de tercera generación (2010), marcado por un comienzo titubeante debido a su figura discordante. Esa audacia inicial es hoy una de las señas de identidad en el haber de una gama que comparece ante el cliente con el aval de siete años de garantía. La remesa actual del modelo sigue deshilando el mismo ovillo estético, pero incorpora aportaciones de los centros de estilo que la marca posee en Alemania, Corea y California. Esa concepción global respeta la silueta conocida, pero aconseja expandir algo su hechura: añade 4 centímetros a la eslora (4,48 metros), 3 de los cuales amplían la batalla (2,67 m.). Además, añade un spoiler más largo y aerodinámico, pasos de rueda prominentes y rasgos afilados. El singular frontal con facciones de nariz de tigre y unos paragolpes rediseñados confieren al vehículo un mejor coeficiente aerodinámico. El conjunto transmite una clara sensación de esbelta robustez.

La entrega que llega a los concesionarios exhibe una nueva concepción interior. La configuración actual orienta los principales controles hacia el puesto de conducción y enriquece tanto los materiales como el empaque general a bordo. Hay un poco más de espacio para los pasajeros de todas las plazas, con lo que el vehículo se reivindica como alternativa idónea para las necesidades habituales de cualquier familia media. La capacidad del portaequipajes aumenta hasta 503 litros y la del depósito de carburante hasta 62 litros. Ese mayor volumen del tanque, unido a la creciente eficiencia de los motores, propicia un interesante incremento en la autonomía del vehículo.