gasteiz - A los 33 años -que cumple hoy-, esta periodista de Durango ha trabajado antes en CNN+ y Cuatro. Levantarse a la una de la madrugada es “vivir al revés”, pero ella está encantada de desayunar con la audiencia.
¿Ha sido el año como imaginaba?
-Informativamente hablando ha sido apasionante. El año de las caras nuevas, de los cambios. Muchos en poco tiempo. Un año que, además, va a terminar con elecciones. ¡En Navidad! Unos comicios que, pase lo que pase, van a suponer, seguro, un antes y un después. Ha sido también un 2015 que deja cifras alarmantes de violencia machista. ¿Qué está pasando para que haya casi una víctima por semana?
Y eso sin salir del Estado...
-Si miramos fuera hay una imagen que me ha impactado porque parece de otros tiempos: la de los miles de refugiados huyendo de guerras y colapsando nuestras fronteras pidiendo ayuda, mientras Europa mira para otro lado e, incluso, hay países que les han cerrado el paso construyendo muros que cuestan una millonada.
¿Sigue tomando sólo un café al día?
-Soy chica de costumbres. Un único café, cuando llego a la redacción sobre las 2 de la madrugada. Un café con leche y dos galletas de chocolate mientras leo los periódicos recién salidos del horno. Es uno de los mejores momentos de la jornada.
Algunas mañanas parece más apropiada la tila...
-Tilas, las justas. En esta profesión hace falta adrenalina... Sobre todo con este horario. ¡Si me tomara alguna, me dormiría!
¿Se pone más de un despertador?
-Con uno basta. El cuerpo es sabio y se acostumbra a todo. ¡Hasta a despertarse todos los días a la una y cuarto de la madrugada!
Si no es indiscreción, ¿se ha dormido algún día y ha tenido que volar?
-Dormir, dormir, no. Alguna vez que me ha costado conciliar el sueño de día -porque llevar una vida al revés no es fácil- se me han pegado unos minutillos las sábanas. Pero, como mucho, me he retrasado media hora.
¿Es muy difícil mantener las amistades con un horario monacal?
-Es un horario complicado. Trabajas de noche y duermes de día. Pero soy joven y hay oportunidades que no se pueden dejar escapar. El peor momento es el de salir de la cama pero una vez que me levanto, ya está hecho y voy contenta a trabajar porque soy una privilegiada y soy feliz contando historias. Me gusta que me digan que “desayunan conmigo”. La sensación de ser lo primero que ven muchos, cuando encienden la tele. Y sobre las amistades... ¡puff!, entre semana es prácticamente imposible coincidir con alguien. ¡Menos mal que existe el teléfono! Para sobrevivir en este horario hay que llevar una vida tranquila y disciplinada. Y eso hago.
De otras relaciones, las románticas, si quiere puede contar algo...
-Hago lo que puedo (se ríe).
Mariló Montero confesó que una vez se quedó dormida en directo, y un presentador de la Fox y muchos más... ¿Sería su peor pesadilla?
-La verdad es que me parece muy complicado, por no decir imposible.
Los días que no trabaja, ¿mantiene el reflejo de despertarse a la 1 de la madrugada?
-Es raro. Cuando llega el viernes, intento aguantar sin dormir hasta las 9 (desde la 1 de la madrugada) para pegar ojo como cualquier ser humano por la noche y hacer vida relativamente normal el fin de semana. Pero llegan las 8 de la tarde y estoy destrozada. Entonces me acuesto y el sábado a las 7 ya estoy despierta. En fin...
Usted siempre ha sido feliz cubriendo noticias y haciendo reportajes en la calle. ¿Ha tenido síndrome de abstinencia en algún momento?
-¡Muchas veces este año! La más reciente, con los atentados de París. Una matanza brutal de la que hemos ido conociendo, minuto a minuto, todas las novedades de la investigación y el sentir de los parisinos gracias al fantástico trabajo que realizan los periodistas sobre el terreno. Una cobertura de estas características no es fácil ni agradable, pero me habría encantado estar.
Además de los temas de sociedad, le gustan los internacionales. ¿El panorama es muy amenazador?
-Se presenta complicado, ya no sólo en el ámbito internacional. Nos afecta a todos directamente. Son días de reuniones al más alto nivel, de tomar decisiones. Los políticos se la juegan. Y los ciudadanos, que no queremos vivir con miedo. Esperemos que lo de París no vuelva a ocurrir nunca más. Y que se acaben las guerras, que no llevan a ningún sitio y que siempre pagan los más débiles.
Parte de la audiencia rechaza tantas malas noticias y dice que no lee periódicos ni ve informativos. ¿Dónde está la línea roja entre informar y saturar o incluso amedrentar?
-Ante situaciones tan graves, la gente demanda información. Quiere saber, vivir informada..., aunque no le guste lo que está escuchando.
¿Al abrir los ojos cada mañana se pregunta qué nueva barbaridad puede haber sucedido?
-Al abrir los ojos, más bien cada noche, confío en que el ser humano no haya cometido ninguna atrocidad. Y si, desgraciadamente no ha sido así, mi trabajo consiste en informarme al máximo y en trasladar a la gente lo que ha ocurrido de la mejor forma posible, sin dañar sensibilidades.
A usted le interesa mucho Oriente Medio. En vez de arreglar conflictos enquistados, ¿vamos a peor?
-Sí, vuelven a abrirse viejas heridas que no se curaron en el pasado. Vuelve a estallar, por ejemplo, la violencia entre palestinos e israelíes y es difícil de frenar porque no son grupos organizados. Ahora son lobos solitarios que actúan violentamente, movidos por la rabia. Incluso chavales que no llegan a quince años. Se tensa el mapa de las relaciones internacionales.
En 2014 lo que más le afectó fue el atentado contra el avión de Malaysia Airlines en Ucrania. ¿Y en 2015?
-Unas cuantas cosas, pero sobre todo los atentados del Estado Islámico en París. Me han dejado sin palabras.
¿Dónde encuentra un presentador el matiz exacto entre demostrar que está afectado o que sólo es un narrador objetivo?
-En la naturalidad. La clave del éxito para llegar al espectador está en no dejar nunca de ser uno mismo. Y lo que parece más sencillo, ser uno mismo, es muchas veces lo más complicado, y más cuando hay una pantalla por medio. Eso es, al menos, lo que intento siempre. Ser yo. Sin dobleces. Sin interpretar ningún papel. Y transmitir eso. Hablarle a la cámara, como si estuviera charlando con mi madre o con una amiga.
Cada año asesinan, secuestran y amenazan a más periodistas, las redes sociales ganan terreno, la profesión se precariza... ¿El periodista es una especie en extinción?
-Más que en extinción, es una profesión de riesgo, sobre todo en zonas de conflicto, en países gobernados por dictadores,... pero es una profesión necesaria porque sin información no hay libertad.