EL Clubman es el MINI que menos responde al apellido. No es por falta de cualidades, es porque su tamaño difiere un poco del significado de su denominación. La firma de cuna británica y tutela alemana prosigue su renovación de existencias poniendo en el mercado la reedición de esta variante formal con hechura expandida. Una cuarta más largo que sus parientes, el Clubman da la talla entre los compactos refinados sin renunciar al toque de distinción de la familia. Asume definiciones y mecánicas (gasolina y diésel de 102 a 192 CV) del envase clásico, cuyo precio supera holgadamente (está disponible desde 23.800 euros). Esta propuesta es, por consiguiente, la alternativa idónea para personas partidarias del estilo MINI con necesidades de transporte superiores a las que satisface el envase tradicional. Visto de frente nada denota la atípica naturaleza del Clubman. Esta variante planta la misma cara que distingue a sus congéneres contemporáneos. La sorpresa surge cuando comienza a girar para mostrar un perfil dilatado y con dos puertas traseras; el asombro aumenta al volverse de espaldas y desvelar una zaga con cierre horizontal de doble hoja (puede tener apertura eléctrica, incluso remota).

Su fisonomía resulta bastante armoniosa, por más que a los encendidos defensiones del diseño original (el de tres puertas) les recuerde a la estampa algo desgarbada de los adolescentes en pleno crecimiento. Ahí, precisamente, radica la clave de este modelo: en el estirón. El Clubman crece con el afán inequívoco de emular la habitabilidad de algunos turismos compactos. Un objetivo que, en buena medida, alcanza. Prolonga la eslora hasta los 425 centímetros, 27 más que el ejemplar de 5 puertas, 10 de los cuales amplían la batalla. Ese incremento de separación de los ejes que sustenta la cabina, se suma al ensanchamiento de 9 centímetros y a la leve elevación del techo (mide 1,80 de ancho y 1,44 de alto) para procurar un grato desahogo interior. El cofre trasero, cuya doble puerta requiere un cierto margen de maniobra para poder embarcar bultos con comodidad, admite 360 litros de carga (82 más), volumen ampliable a 1.250 suprimiendo las plazas posteriores.

Hay competidores más holgados, claro está. Desde luego, su aportación no es comparable a la de las versiones station wagon de los contrincantes de talla media, que sacan partido a su mayor hechura (rondan los 4,5 metros). Pero el Clubman es una propuesta razonablemente práctica y versátil. De entrada, procura una coartada perfecta a incondicionales de MINI con pequeñas cargas familiares, que así no se ven obligados a buscar soluciones fuera de la marca.

Tanto en esta remesa como en la precedente, lanzada el 2011, el constructor pone énfasis en la genuina naturaleza MINI de la variante. Asegura que el Clubman reúne las mismas características dinámicas que forjan el talante deportivo de los demás miembros del clan. Así pues, quien se ponga a su volante percibirá sensaciones que evocan las reacciones de un kart. Esa percepción depende también del estilo de conducción más o menos vehemente que se aplique, además del propulsor que se elija.

El Clubman tiene a su disposición el sistema dinámico de control de conducción, que adapta los parámetros del vehículo (respuesta del acelerador, la dirección e incluso el climatizador) a tres modalidades de respuesta seleccionables (Mid, Sport y Green). Igualmente propone un dispositivo que permite gestionar el tacto de la amortiguación. MINI plantea una tarifa que parte de 23.800 euros, importe de la versión One con motor gasolina de 102 CV, y culmina por ahora en los 31.200 que reclama el motor gasóleo más solvente (190 CV).