bilbao - Carlos Areces está muy contento con su personaje de consejero. Esta ficción la ha dirigido Borja Cobeaga y el guion es de Diego San José.

¿Cómo es su personaje, Josu?

-Josu es un consejero de agricultura vasco de mediana edad, algo mezquino pero entrañable, con cierta avidez por medrar, pero no las suficientes habilidades para hacerlo. Su torpeza le vuelve cercano. Es un perdedor integral, y eso siempre favorece que el personaje caiga bien.

¿Le costó meterse en la piel de un consejero vasco?

-No especialmente. Lo más complicado hubiera sido marcar el acento, pero Borja me prohibió expresamente tratar siquiera de insinuarlo. Hubiera quedado muy raro, porque la mayoría de los actores vascos que trabajaron en Aúpa Josu tampoco lo tienen muy pronunciado.

¿Es humor descarnado o blanco?

-Creo que tira más al blanco, pero al centrarlo en el Parlamento Vasco es inevitable que se oscurezca un poco. Para tratar de escalar puestos, Josu intenta abrir una nueva vía de diálogo con ETA, utilizando medios poco lícitos. Eso sí, nos hemos centrado más en la incomodidad de las situaciones que en los chistes explícitos, que fueron eliminados de raíz.

¿Ha buscado algún referente para interpretar a Josu?

-Yo siempre tenía en la cabeza a otros grandes patéticos del audiovisual, como el David Brent de Ricky Gervais en The office o, aunque resulte más lejano, el Cliff Clavin de Cheers, aquel cartero de bigote y aire ausente habitual del local de Boston.

¿Le sorprendió que Diego San José le eligiera a usted de protagonista?

-Aunque creo que ambos estaban de acuerdo en el cásting, la elección final era responsabilidad de Borja, como director del capítulo piloto. Me sorprendió que me eligieran para hacer de vasco, pero sé que el aire de patetismo ya lo llevo implícito en los genes, ahí apostaron sobre seguro.

Han hecho la película. ¿Habrá serie?

-Lo que hicimos fue precisamente el piloto para una serie. La idea era que tuviera una continuidad, pero éramos conscientes de que podía haber falta de presupuesto para llevarla a cabo, así que se trató de presentar un primer episodio autoconclusivo que funcionara como pieza única.

¿Qué otros proyectos tiene?

-Para el año que viene tengo varias películas pendientes de estreno: Sexo fácil, películas tristes, con Quim Gutiérrez y Marta Etura; Negociador, otro proyecto en el que repito con Borja y de vasco, esta vez como etarra; Anacleto, en la que soy el mismísimo villano del mítico cómic de Vázquez; Incidencias, dirigida por José Corbacho y Juan Cruz; e incluso una de animación titulada Pos eso. Y en marzo me pongo a las órdenes de Álex de la Iglesia en uno de los proyectos que más ilusión me hace: Mi gran noche, en el que soy el representante del mismo Raphael.

Parece que los géneros de ficción que se hacen ahora son dos: series históricas y de humor. ¿Cuál de los dos prefiere?

-Actualmente no sigo ninguna ficción televisiva.

¿Por qué gustan al espectador los tópicos?

-Los tópicos son un terreno seguro, reflejan un costumbrismo que le es familiar al espectador medio, son la parodia de los elementos comunes al grueso de la población y se necesita cierto grado de identificación con los personajes para lograr la empatía. Para mí, el problema viene cuando esos tópicos se tratan siempre de la misma manera mascada.

¿Cómo ve la televisión?

-En cuanto a entretenimiento, creo que se arriesga poco. La máxima “que lo entienda mi abuela” se ha hecho obligatoria en las grandes cadenas, y esto conduce a un cierto clonismo y estancamiento en la ficción nacional. Me llama la atención que, mientras la ficción es más conservadora que nunca, la telerrealidad sea cada vez más descarnada. Por fortuna, la bochornosa utilización de los canales públicos como propaganda del gobierno resulta tan evidente que sus programas de contenido político se convierten en las mejores comedias actuales.

¿Qué haría usted sin el humor?

-El humor es parte de mi defensa contra el mundo. Sería como ir a esquiar desnudo.

Siempre preguntamos por la ‘Hora Chanante’ y ‘Muchachada Nui’. ¿Le aburrimos?

-Para nada. A ambos programas les debo todo lo que soy profesionalmente. A veces pienso en la inmensa suerte que tuvimos al llegar a Paramount Comedy en el momento en el que lo hicimos. Hoy sería impensable aguantar en antena un programa con la audiencia tan baja que tuvimos durante los dos primeros años.

¿Mejor humorista que dibujante?

-Aunque te parezca absurdo, no termino de considerarme humorista. En la mayoría de los casos no escribo mi propio material cómico, ni tengo espectáculo propio, ni me encuentro a gusto ante el público en directo. Me encuentro más cómodo como actor, interpretando una ficción que en última instancia es responsabilidad de otro. Como dibujante es donde siempre me he sentido más sólido.

Estudió Bellas Artes. ¿Hay poca distancia entre el dibujo y la interpretación?

-Estudié Bellas Artes por pura seguridad. Llevaba dibujando toda la vida y creí que me resultaría más fácil (aunque luego suspendí el examen de ingreso dos años consecutivos, por eso me fui a estudiar a Cuenca, donde el examen era menos académico), mientras que todo el mundo me decía que entrar en Arte Dramático era muy complicado. Pero el cine siempre fue mi objetivo principal.

¿Para un hombre, resulta difícil encarnar el papel de un personaje femenino?

-Supongo que depende mucho de tus características físicas. Javier Bardem es un actor excelente, pero por muchas pelucas y tacones que le pongas, mis formas blandas, mis sinuosas curvas y mis rasgos ambiguos tienen la batalla ganada ante una audición para, pongamos, sustituir a Angela Lansbury en cualquiera de sus últimos trabajos.

¿Qué tiene Cuenca además de buenos humoristas?

-Si bien es cierto que Cuenca fue el centro de reunión de todos nosotros, en realidad yo soy de Madrid y el resto de Albacete. Pero te diré que su barrio del Castillo y el parador son parajes hermosísimos.

¿Cuál es el personaje que le ha llenado más?

-Probablemente, el payaso triste de Balada triste de trompeta, por el que estaré eternamente agradecido a Álex de la Iglesia. Es donde más he podido salirme de mi registro habitual.

¿Cómo es trabajar con Segura?

-Muy familiar. Santi y yo nos conocemos desde hace tiempo, compartimos pasiones y gustos, aunque lo que más nos une es compartir aversiones. Aborrecemos prácticamente las mismas actividades, las mismas películas y, sobre todo, a las mismas personas. Eso nos ha proporcionado muchísima conversación, como te puedes imaginar.