BILBAO. La hibridación se perfila como la solución de compromiso idónea para acercarse al objetivo de la movilidad sostenible. La combinación de mecánicas térmicas y eléctricas para animar un automóvil consigue mitigar mucho el consumo de carburante y así atenuar su impacto medioambiental. Cada vez más fabricantes apuestan por estas mecánicas mestizas, pero solo Peugeot se ha decidido a conciliar las ventajas del gasóleo con las cualidades de la electricidad. Ofrece sus logros en el 508 RXH y en las versiones Hybrid4 de 3008 y 508.

Estos sistemas de propulsión mixta que combinan motores eléctricos y de explosión, ya sean diésel o gasolina, se postulan como el recurso idóneo para realizar la transición del petróleo a la electricidad. Del engorroso pasado de los coches contaminantes al todavía utópico porvenir de las emisiones cero.

Cada vez que el coche eléctrico baja de la nube para tocar tierra queda patente que a esta ingeniería le queda un largo camino por recorrer, una dura carrera de fondo repleta de asignaturas pendientes. De momento cosecha rotundos suspensos en las dos materias fundamentales: la autonomía que ofrecen las baterías actuales es ridícula y el precio de los coches resulta desorbitado pese a las jugosas subvenciones públicas que reciben.

Así pues, mientras el coche eléctrico se pone las pilas y pasa de quimera a realidad, se impone hallar una alternativa factible a los motores clásicos. Y los híbridos tienen todas las papeletas para desempeñar competentemente esa función transitoria, que se presume larga. Funcionan, y lo hacen con plenas garantías. La suya es una tecnología algo más compleja y cara que la tradicional. Pero no da problemas de utilización ni de mantenimiento y sus costes de adquisición levemente superiores se amortizan pronto debido a la reducción del consumo. En el caso de Peugeot, único constructor en emparejar un motor eléctrico con otro HDi, la rentabilidad mejora por el todavía inferior precio del gasoil.

HDi delante, eléctrico detrás

La fórmula dieseléctrica patentada por la marca del león hace trabajar de manera solidaria, aunque no siempre simultánea, dos propulsores independientes. Una mecánica convencional, la diésel 2.0 HDi de 163 caballos, mueve las ruedas delanteras; otra eléctrica, con un rendimiento equivalente a 37 CV, acciona las posteriores. Van conectadas a dispositivo stop&start y a caja automática pilotada de seis relaciones.

La gestión electrónica dirime cuándo y cuánto intervienen uno y otro motor. Ahora bien, el sistema también concede al usuario un cierto poder de decisión respecto al modo de respuesta del coche. Puede seleccionarlo mediante un mando giratorio situado en la consola, que ofrece cuatro modalidades de conducción: eléctrica, automática, 4x4 y sport. El coche siempre arranca en modo eléctrico, que persiste durante 4 km. o hasta superar los 60km/h; aprovecha deceleraciones y frenadas para recuperar energía y recargar la batería. Al optar por la posición auto se delega en el gestor electrónico, que siempre prima comodidad, ahorro y mínimo impacto medioambiental. La función 4x4, que se puede activar voluntariamente a menos de 120, entra de forma automática cuando el sistema detecta baja adherencia en las ruedas. El modo sport imprime agilidad a las reacciones del cambio y del acelerador.

Lo bueno del invento de Peugeot es que permite a cualquier conductor acercase bastante a las prestaciones y a los registros de consumo y emisiones que anuncian las cifras oficiales. El Peugeot 3008 HYbrid4 homologa una punta de 191 km/h y un poder para acelerar de 0 a100 en 8,5 segundos; promete conformarse con 4 litros a los cien y limitar su huella de CO2 a 99 g/km.