BILBAO. Renault ha vuelto a amasar los ingredientes del Clio, añadiendo a la mezcla una pizca de levadura. Tras un breve reposo saca del horno el Captur, variante suflé del utilitario con trazas de crossover. La receta mola, incluso cuando se descubre el pastel y queda en evidencia su atractiva impostura. Este utilitario con camuflaje de todoterreno y diseño jovial es un espejismo adornado con los componentes necesarios para triunfar: tiene fotogenia, cumple las expectativas del gran público y resulta asequible.

Las musas se han confabulado para inspirar de golpe una exuberante remesa de creaciones con espíritu de campo. Es, qué casualidad, justo el estilo de coche que aún resiste con relativo decoro la gravedad que hace desplomarse al mercado. La del rombo es una de las últimas marcas en reaccionar, pero lo logra a tiempo de apuntarse a esta moda con el Captur. Imita así a su filial Nissan, principal promotora de ese nicho comercial donde imperan el Qashqai y el Juke.

El nuevo aspirante de la casa francesa se convierte, de paso, en relevo natural del fallido Modus. Aunque no es equiparable, el Captur tiene vestigios de monovolumen dado que luce una cabina bastante más henchida y desahogada que ese Clio con el que comparte ADN. Sin embargo, su elocuente silueta propicia más la comparación con los productos concebidos para echarse al monte. No es una circunstancia casual ni fruto de un desliz de los creadores, sino una maniobra totalmente premeditada.

En Renault querían contar con un producto capaz de hacer frente a los crossover en boga. Por ese motivo han decidido prescindir de lo superfluo y crear uno a la medida exacta de lo que solicita la clientela. Y si esta pide liebre pero luego adquiere mayoritariamente gato, pues se le da gato; y además de angora. Nueve de cada diez compradores de SUV o todoterrenos ligeros se decantan al final por las versiones con dos ruedas motrices, considerablemente más baratas y austeras que las 4x4. También resultan mucho menos eficaces en superficies deslizantes, pero lo cierto es que el porcentaje de usuarios que se aventura con estos vehículos fuera del asfalto es irrelevante. Su motivación de compra es eminentemente estética.

Por ese motivo, el Captur ni tiene ni espera tracción 4x4. Lo que sí exhibe es una sólida identidad propia. Las evidencias del confeso parentesco con el Clio, la plataforma y otros componentes comunes, quedan enmascarados por un esbelto aunque más voluminoso envoltorio. El debutante realza su chasis para ganar altura libre (17 centímetros) y prolonga la eslora hasta los 4,12 metros, 6 cm. más que un Clio normal; casi todo ese estirón se concentra entre ejes (tiene 2,61 metros de batalla). Dicha cota, unida a la anchura (1,78) y a la altura (1,57), da un respiro a la habitabilidad.

El Captur es un coche acogedor y relativamente capaz, sobre todo considerando sus escuetas proporciones. La cabina cobija confortablemente a cuatro adultos, sin importar que sean de complexión superior a la media, y les permite viajar con equipaje; si este abunda existe la oportunidad de desplazar hacia delante la banqueta del asiento posterior, aumentando así el volumen del maletero (puede pasar de 377 a 455 litros) a costa de sacrificar el espacio para las piernas. El portaequipajes se divide en dos al ofrecer un práctico doble fondo. El habitáculo permite depositar los enseres personales de los pasajeros en diversos huecos, entre los que llama la atención una peculiar y generosa guantera de tipo cajón situada frente al copiloto.

Aunque su planta induce deliberadamente a error jugando con la estética alpina, el Captur es un ciudadano vocacional y un cómplice ideal para viajar con tranquilidad en familia. Su potencial como escalador es limitado, puesto que adolece de tracción integral; tampoco alimenta aspiraciones de deportividad, dada la gama de propulsores asignada. Para su estreno hereda tres motorizaciones de rendimiento medio: una tres cilindros de gasolina 0.9 TCe con 90 caballos, otra TCe 1.2 litros de cuatro con 120 (lleva caja de doble embrague con seis marchas en lugar de manual de cinco) y una tercera gasóleo dCi 1.5 de 90 CV. La primera mecánica cumple con corrección en recorridos de cercanías, preferentemente entre calles; las otras dos permiten afrontar misiones más ambiciosas, una aporta mayor chispa y la otra brinda mejores números. Son unidades que, en soportes como el Clio, han demostrado con creces una buena sintonía entre eficacia y austeridad.