QUE el discurso del rey sea el menos visto de los últimos años habla bien claro de que el horno no está para Borbones. Y eso que en el recuento supongo que incluirían los que lo vieron por ETB. La enésima imposición monárquica en la historia de la televisión. Y es que este hombre ha vivido de las rentas televisivas apenas con sus apariciones en Navidad y aquel inquietante llamamiento tocado de militar que pronunció el 23 de febrero. Decía Berlusconi el otro día que si le dejaban presentarse a las elecciones a la presidencia italiana le bastaba con aparecer mucho en televisión para ganarlas. Y es que los políticos cuentan sobre todo con nuestra mala memoria para sus incursiones en los puestos de calado. Podría ser diferente pero la realidad es que los políticos utilizan la tele en sus estrategias propagandísticas. No hay más que ver el giro que está dando TVE para darse cuenta de que el PP cuenta con ella para mantenerse todas las legislaturas que pueda. Lo que no sé es hasta qué punto sus rivales del PSOE habrán tomado nota para hacer lo mismo si en el futuro las urnas los vuelven a situar en el poder.
El Estado y la televisión son dos poderes que deberían contemplarse con lejanía y objetividad porque sino se corre el riesgo de que unan sus fortalezas y acaben yendo contra la soberanía popular, que es a la que supuestamente deberían proteger. Con todo, hay algo en la puesta en escena del rey que no acabaron de conseguir. Cuando hablaba de pie apoyando sus posaderas en la mesa todo indicaba que le fallaría la pierna y se acabaría cayendo. Pero no, aguantó hasta el final. Unos dicen que estaba atado a la mesa y otros que lo sujetaban desde el techo. No sé. A este hombre se le ha visto tantas veces caerse que lo suyo nunca se sabe si es un monólogo del club de la comedia o va en serio.