BILBAO. El GLP sale a cuenta. No cabe otra conclusión tras considerar las ventajas económicas y medioambientales que ofrece respecto a los carburantes tradicionales. Prácticamente cualquier modelo de gasolina, a estrenar o ya en activo, puede adecuarse para funcionar a gas con una intervención relativamente rápida y sencilla. El coste de la misma -desde 2.300 euros- queda atenuado en muchos casos por subvenciones públicas y privadas, y se amortiza fácilmente con el uso gracias a la disminución del gasto y al inferior precio de este combustible en auge. Un gasolina transformado a GLP no ve alteradas sus cualidades dinámicas -el conductor apenas percibe el paso de uno a otro carburante-, duplica su autonomía, contamina menos y ahorra entre 1,5 y 2 euros cada cien kilómetros en relación con un diésel semejante.

El viejo dilema entre el gasóleo y la gasolina parece a punto de resolverse por esta tercera vía que abre el Gas Licuado de Petróleo. El GLP es un cóctel en el que intervienen como ingredientes principales propano, butano e hidrocarburos; se obtiene principalmente durante el proceso de extracción de bolsas de gas natural y también en el refinado del petróleo. Aunque todavía es un poco desconocido para el gran público, este combustible nutre hoy a cerca de diecisiete millones de vehículos en todo el mundo, más de la mitad de los cuales circula por Europa.

La escalada de los precios de los combustibles convencionales de automoción está provocando la expansión del GLP, todo un hallazgo para muchos profesionales del volante (taxistas, representantes de comercio, repartidores, etc.) y para algún que otro particular viajero. El aumento en la demanda de este fluido va propiciando la expansión de la todavía insuficiente red de suministro. En la actualidad solo existen dos puntos de venta de GLP en Bizkaia (Enekuri y Barakaldo-Megapark), si bien están listos para inaugurarse los surtidores de Artebakarra y Ugaldebieta; a final de 2013 habrá cerca de una docena de estaciones de repostaje de gas.

La principal cualidad del GLP es la rentabilidad. Protege el bolsillo, pero también el medioambiente. Un coche a gas reduce entre un 40 y un 50% los costes de utilización propios de un modelo equivalente a gasolina. Además, expele un 11% menos de CO2 (se acerca a los niveles de un gasóleo), minimiza las emisiones de NOx y atenúa los decibelios.

Cada vez más fabricantes incluyen en catálogo versiones de sus vehículos adaptadas de fábrica para funcionar con gas. La transformación también puede realizarse con posterioridad, a título particular, solicitando los servicios una firma especializada. Da lo mismo si han transcurrido días o años después de su matriculación. El único requisito a la hora de capacitar un automóvil para funcionar con GLP es que cumpla la normativa Euro3 (que sea posterior al año 2000).

La conversión de un vehículo convencional en bifuel, gas y gasolina, es una labor menos complicada de lo que se puede pensar. Comporta la instalación de un depósito suplementario de gas en el hueco de la rueda de repuesto -los hay de distintas capacidades-, conducciones, inyectores y un dispositivo electrónico que gestiona la entrada en acción del gas. Para resumir basta decir que el propietario sigue teniendo un automóvil de gasolina que, además, puede trabajar con GLP. El modo de funcionamiento se selecciona a través de un conmutador situado en el salpicadero.

El coche arranca siempre en modalidad gasolina y pasa a gas cuando el motor alcanza la temperatura adecuada (lo señala un indicador en el cuadro). La transición es casi imperceptible: baja la rumorosidad pero se mantienen las prestaciones. También desciende sensiblemente el consumo: un depósito de 66 litros, que por seguridad solo se llena hasta el 80%, brinda más de quinientos kilómetros de autonomía. Si llega a agotarse el GLP, el vehículo continúa funcionando con total normalidad alimentado por gasolina.

Una preparación rápida y rentable

La transformación técnica de un automóvil para compatibilizar gasolina y GLP requiere un par de días de taller, contando con el trámite final de la ITV. Conlleva un coste de entre 2.300 y 2.800 euros, dependiendo del modelo en cuestión. No es lo mismo reconvertir un motor de cuatro cilindros que uno de seis, ni instalar un pequeño depósito tórico (en forma de rueda) que otro cilíndrico de 90 litros.

Si el vehículo a transformar es nuevo -se considera como tal al que no ha superado los tres meses desde la fecha de matriculación- y sus emisiones de CO2 no alcanzan 140 g/km, su propietario puede aspirar a una subvención por parte del Ente Vasco de la Energía. Esta entidad pública aporta un máximo de 1.000 euros siempre que dicha contribución no supere el 10% del precio del vehículo antes de impuestos. La distribuidora Repsol ofrece, asimismo, alicientes económicos para el cambio a GLP: concede ayudas para financiar la operación o bien tarjetas-regalo para adquirir productos en sus establecimientos (por valor de 150 euros para particulares, de 500 para taxistas y de 1.000 para autoescuelas).